Reunidos en El Cairo, a pocos metros de las grandes y descascaradas pirámides, los futuros donantes de Gaza deambulan por los pasillos de sus respectivos hoteles de lujo y cavilan acerca de cuánto dar y con qué garantías de que su dinero será para el bien de las gentes de la destruida ciudad y no para la casta guerrera que rige con manos de hierro el destino algunos palestinos, no de todos. Hamás, entretanto, se rasca su negra capucha soñando con ...