Nadie la avisó al pequeño Daniel que un mortero procedente de Gaza estaba por arrebatarle su preciosa vida, nadie le arrojó una octavilla advirtiéndole para que buscara refugio y se salvara. El azar lo castigó, la furia de la guerra le quitó la vida. Podía haber sido otro y hubiese sido, para nosotros, igualmente doloroso. Varias veces los israelíes estuvieron a punto de aceptar un alto del fuego, pero los dementes de Hamás, inflados de ira, se negaron a ello. ...