Cuando yo era pequeño, en los años cincuenta del siglo XX, mi abuela escuchaba por radio una novela llamada El león de Damasco. Era uno de esos culebrones interminables en los que resuenan galopes de caballos y mujeres morenas y guapas esperan ser rescatadas por el hermano bueno mientras el hermano malo las tiene prisioneras en una torre negra, a orillas de un abismo. En esas novelas todo se compraba y vendía, la corrupción de los poderosos era tan terrible ...