Por Israel


Defendemos un ideal no a un gobierno
Síguenos en Facebook Twitter Twitter YouTube RSS Feed
| viernes abril 26, 2024

El ISIS se inspira en el terrorismo palestino


En mi último artículo hablaba de cómo la cultura palestina incita a jóvenes suicidas a matar ofreciéndoles un simple trato: “Mata a un judío y te convertirás en un héroe al instante”. Aunque Occidente ha hecho durante mucho tiempo la vista gorda ante este comportamiento, su negativa a afrontar la realidad le está pasando ahora factura. Porque hoy el Estado Islámico está haciendo las mismas ofertas tentadoras a musulmanes desesperados en los países occidentales: “Mata a un occidental y, en vez de ser un fracasado, te podrás convertir de inmediato en un héroe”.

No es casualidad que varios de los últimos atentados en los países occidentales hayan sido perpetrados por personas que al parecer tenían antecedentes de trastornos mentales (Niza,OrlandoAlemania). Ni lo es que el Estado Islámico esté cultivando este tipo de personas. Como ocurre con muchas otras técnicas terroristas de las que los palestinos han sido precursores, el ISIS ha copiado ésta precisamente porque se ha demostrado que funciona, y no sólo como medio para reclutar atacantes.

También sirve a otros dos importantes propósitos. El primero es el de reforzar la tendencia occidental, ya fuerte de por sí, a ignorar los verdaderos objetivos de los terroristas. En mi anterior artículo hablaba de esto en relación con los palestinos. Encontramos un ejemplo clásico relacionado con el Estado Islámico en un artículo de opinión de Kenan Malik publicado en el New York Times el pasado día 11.

Antes, las organizaciones que utilizaban el terrorismo, como el Ejército Republicano Irlandés o la Organización para la Liberación de Palestina, estaban motivadas por objetivos políticos específicos: una Irlanda unida o una Palestina independiente. Los yihadistas son distintos. Tienen pocos o ningún objetivo político explícito, pero les mueve un odio visceral hacia Occidente.

En realidad, el Estado Islámico ha sido bastante transparente sobre sus objetivos: quiere destruir Occidente y fundar un califato islámico global. De hecho, su transparencia sobre sus objetivos explica en parte la manera en que atrae nuevos reclutas, igual que las organizaciones palestinas se ganan apoyos presumiendo de sus esfuerzos para destruir el Estado judío. Pero, al mismo tiempo, tanto los palestinos como el ISIS preferirían que Occidente no se tomara demasiado en serio esos objetivos, ya que en ese caso dejaría de apoyar a los palestinos y empezaría a ponerse serio de verdad respecto a la destrucción del ISIS.

El uso de reclutas emocionalmente desesperados es para los terroristas una manera ideal de generar confusión sobre sus objetivos, porque hace aún más fácil que los occidentales biempensantes reafirmarse en la idea de que el culto a la muerte de los islamistas, que explotan esa desesperación para convertir a la gente en asesina, no es realmente el problema. El verdadero problema, se dicen a sí mismos, es el trastorno mental o la marginación social.

El segundo objetivo es que esta táctica contribuya a dividir a Occidente y que se vuelva contra sí mismo, porque refuerza otra tendencia existente en muchos occidentales biempensantes: la de culpar a la víctima por haber empujado al atacante a cometer un acto atroz. Los occidentales han estado culpando a Israel del terrorismo palestino durante años, y ahora muchos se están culpando a sí mismos por el ISIS.

Tuvimos buena prueba de ello el día después de los mortíferos ataques que dejaron 129 muertos en la sala de conciertos Bataclan y otros locales de París el pasado noviembre. Anshel Pfeffer, deHaaretz, visitó el XI Distrito de París, uno de los barrios donde se produjeron los atentados, ydescubrió que la gente no estaba “enfadada”, “al menos no con los terroristas”.

Los terroristas “son estúpidos, pero no malvados”, le dijo una mujer que trabaja en uno de los teatros del distrito. “Son víctimas de un sistema que les ha excluido de la sociedad, y por eso sintieron que no pertenecían a ella y que podían atacarla. Aquí hay gente que vive aislada, y todos tenemos la culpa de ese aislamiento”. Otros culparon a la política exterior francesa, o a la estadounidense. Pero “nadie quiso hablar de islamistas o del Estado Islámico, a pesar de que se habían atribuido los atentados”, escribió Pfeffer. “Costaba encontrar a alguien entre la concurrencia que dijera una mala palabra sobre los atacantes”.

Utilizar atacantes con antecedentes de problemas mentales o emocionales es una forma ideal para los terroristas de reforzar esta tendencia, porque facilita que la gente ponga el foco en la desesperación del atacante, y en que la sociedad no se haya ocupado de ello, en vez de en las malvadas intenciones de quienes le incitan a matar diciéndole que se convertirá en un héroe y dejará de ser un perdedor.

Al ISIS le están funcionando ambas tácticas precisamente porque los occidentales han sido durante décadas condicionados por sus propios periodistas, académicos y líderes políticos, que han insistido en tratar el terror palestino como si fuese culpa de Israel.

Algunos occidentales, como los jóvenes parisinos entrevistados por Pfeffer, han interiorizado hasta tal punto esa actitud que simplemente se la transfieren a sus propios países, y dicen que se debe culpar a su sociedad, también, de los ataques que recibe. Otros, como Malik, llevan a cabo una especie de inversión: adoctrinados para creer que el terrorismo es culpa de la víctima, pero incapaces de creer que sus sociedades sean tan malvadas como para merecer esos ataques, resuelven el dilema afirmando que, a diferencia de la violencia palestina –que Malik considera “racional” y “regida por ciertas normas”–, la yihadista debe de carecer de sentido, no tener un propósito. “Es la arbitrariedad de la violencia yihadista, y su desprecio por los límites morales, lo que lo hace tan aterradora”, proclamaba (evidentemente, cree que matar de manera indiscriminada a civiles en Israel entra perfectamente dentro de los límites morales).

Pero, al margen del enfoque que elijan, lo único que no están haciendo personas como Malik o los jóvenes parisinos es echar la culpa a quien corresponde: a los líderes terroristas que predisponen a los atacantes a que cometan asesinatos masivos adoctrinándoles para que crean que el camino a la gloria pasa por asesinar al prójimo.

Jamás se podrá derrotar al terrorismo mientras los occidentales no reconozcan el papel crucial de esta glorificación del asesinato. Y eso no sucederá mientras Occidente siga haciendo la vista gorda con los palestinos, porque son los precursores de esta cultura de la muerte y quienes han inspirado las subsiguientes emulaciones.

© Versión original (en inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio

 
Comentarios

Bravo por sus pensamientos. Que siga el terrorismo en Europa y se transforme en un califato. Se lo merecen.

Deja un comentario

Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.

¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.