Ariel Béhar, comerciante en alfombras de seda residente en Jerusalén, fue de Shangai a Ningpo en un tren abarrotado de trabajadores. En la costa lo esperaba su contacto, Heng, un chino de rápidos ademanes que lo llevó hasta el mercado de Shangiao, donde se veían, tres veces al año, las más extraordinarias alfombras cuyos verdes profundos tenían reflejos dorados. Tras varios años en un comercio que acentúa el silencio y beneficia los pies, Ariel Béhar distinguió para su propio asombro ...