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| viernes abril 26, 2024

La construcción en Israel no es un obstáculo para la paz


Jonathan S. Tobin

www.commentarymagazine.com

5.12.2012

El viernes pasado, la reacción al anuncio de Israel, que aprobó los planes de construcción en Jerusalén y sus suburbios fue, prácticamente, unánime. Incluso aquellos que desaprobaron el voto, por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas para ascender a la Autoridad Palestina a un pseudo-estado ante el organismo mundial, condenaron el tema de las viviendas como si fuera un berrinche infantil ( por parte del Gobierno israelí) para demostrar su enojo o una amenaza genuina a la paz. El argumento es que, al autorizar la construcción en el área de desarrollo E1, que conecta el suburbio de Maale Adumim con la ciudad, Israel impediría la posibilidad de una solución de dos estados ya que, de hecho, eso cortaría la Margen Occidental por la mitad e impediría su viabilidad como Estado palestino independiente.

Eso suena lógico pero no tiene, en absoluto, ningún sentido. Si los palestinos quisieran una solución de dos estados, el nuevo proyecto, así como el anunciado ayer sobre más viviendas que serán construidas en Jerusalén, en vecindarios judíos de 40 años de antigüedad, no lo detendría. Eso es verdad para aquellos que dicen que las fronteras definitivas de Israel y un supuesto Estado de Palestina deben basarse en las líneas de armisticio de 1949, con acuerdo sobre el intercambio de tierras. Esos cambios no equivaldrían a más de pocos puntos de porcentaje del área total de tierras de la Margen Occidental y, tal vez, impediría que Israel conserve muchos asentamientos alejados en el territorio. Pero todos saben que los intercambios tendrían que dar cuenta de los suburbios judíos de Jerusalén, incluyendo Maale Adumim y las otras ciudades en las proximidades que ya se encuentran dentro de la valla de seguridad, que no protege a la mayoría de los asentamientos.

Pero, la frase clave aquí es “si” los palestinos quisieran esa solución. Ellos rechazaron todas las ofertas de un Estado que tuvieron e, incluso, se rehusaron a negociar durante cuatro años, sin mencionar que emplearon la táctica de Naciones Unidas, específicamente con el fin de evitar las conversaciones. La idea que la construcción israelí en áreas que, todos saben que se conservarían en caso que hubiera un acuerdo en el lugar es impedir que se declare la paz, resulta absurda.

Tampoco debería considerarse irascible el gesto de Israel. Todo lo contrario, es exactamente lo que se necesita para comenzar a cambiar la naturaleza unilateral del argumento en foros internacionales sobre la disputa sobre el territorio.

Aunque no podrían saberlo si escucharan un debate de Naciones Unidas o incluso a la mayoría de los voceros del Estado judío durante los últimos cuarenta años, el argumento acerca de la Margen Occidental no es sólo enfrentar los derechos de los palestinos contra las necesidades de seguridad de Israel. La Margen Occidental es, después de todo, parte del área designada por la Liga de las Naciones para el asentamiento judío bajo el Mandato de Palestina. También es el corazón de la antigua patria judía con la que los judíos mantienen lazos históricos, religiosos y legales, que no pueden ser borrados por un siglo de odio árabe.

Algunos de los amigos de Israel – y todos sus enemigos- afirman que si Israel habla de sus derechos a la Margen Occidental es equivalente a decir que no quiere la paz. No es así. El hecho que tenga derechos allí no significa que debe reivindicarlos bajo todas las circunstancias, o que debería renunciar, si estuviera convencido que la paz tuviera lugar, a alguna parte o todo el territorio en intercambio por el fin del conflicto. De hecho, a lo largo de los últimos 20 años, Israel estuvo involucrado en conversaciones de paz o intentos de reactivarlas, tiempo en el cual realizó numerosas concesiones acerca del territorio para los palestinos.

Por sus esfuerzos, Israel fue sujeto incluso a un mayor vituperio y deslegitimación durante este período que antes. En la medida en que no hable de sus derechos, siempre será tratado como un ladrón que debe devolver propiedad robada, en lugar de considerarlo parte de un conflicto con sus propios reclamos justificados.

Incluso si el área E1 es desarrollada, no habrá ningún obstáculo para las conversaciones de paz que pudieran generar un Estado palestino en casi toda la Margen Occidental, excepto para los principales bloques de asentamientos que nadie espera que Israel renuncie a ellos. Tampoco el Estado palestino se malograría con este proyecto ya que las autopistas y los túneles podrían construirse, con facilidad,   para permitir el acceso entre áreas árabes hacia el norte y el sur de Jerusalén. De hecho, las viviendas judías en las áreas en disputa no representan un obstáculo mayor a la paz que el gran auge de viviendas árabes en otras partes de Jerusalén.  

Si los palestinos quisieran, de verdad, vivir en paz en su propio estado independiente cerca de Israel, podrían retornar a la mesa de negociaciones y conseguirlo. Si, incluso, ofrecieran un fin al conflicto en el cual reconocieran la legitimidad y la seguridad de un Estado judío sin importar dónde fueron trazadas sus fronteras, encontrarían al pueblo israelí que acepta su ofrecimiento y que ningún gobierno israelí rechazaría. En cambio, los llamados moderados (entre ellos – Mahmoud Abbas y su Autoridad Palestina gobernada por Fatah) – eluden las conversaciones y se dirigen a las Naciones Unidas donde buscan un decreto internacional en lugar de un acuerdo. Mientras tanto, los extremistas y Hamas gobiernan, con mano de hierro, un Estado palestino independiente en Gaza y lo utilizan como plataforma de lanzamiento terrorista en lugar de ayudar a su pueblo.

Unas pocas viviendas judías no son el obstáculo para el Estado palestino. Su existencia no marcaría ninguna diferencia para un acuerdo de paz que hable de las fronteras de 1967 con intercambio de tierras, si eso fuera realmente el objetivo palestino. El problema es que para los palestinos y sus líderes terroristas, el área E1 no es ni más, ni menos, que un asentamiento como el resto de Israel. Hasta que puedan librarse a sí mismos del espíritu de rechazo de 1947, en el cual rechazaron el primer voto de Naciones Unidas para otorgarles un Estado, la conversación de paz es vana retórica.

Att. CIDIPAL

 
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