La semana pasada fue más sangrienta de lo habitual en el mundo islámico. Tres grandes ataques en distintas partes del mundo (Irán, Pakistán y Kenia) tuvieron algo en común: fueron acciones terroristas contra civiles, ejecutadas de forma deliberada como parte de una yihad armada.
Uhunu Kenyata, presidente de Kenia, realizó unas declaraciones muy claras respecto al ataque contra el centro comercial Westgate de Nairobi :
Perseguiremos a los autores dondequiera que huyan. Los atraparemos y los castigaremos por este crimen atroz. Hemos superado atentados terroristas con anterioridad. Los volveremos a derrotar. Quieren provocar miedo y desaliento en nuestro país, pero no nos dejaremos amilanar.
Después, en referencia a los terroristas somalíes de Al Shabab que reivindicaron el asalto, añadió:
El terrorismo es una ideología de cobardes.
A quienes estábamos reunidos en Norteamérica tras semejante masacre, las palabras de Kenyata nos sonaron bien: abordó al problema de forma directa. Buscamos el apoyo del líder del mundo libre, Estados Unidos, porque la OCI (Organización de Cooperación Islámica) nos ha defraudado al dar prioridad a su propio programa contra la islamofobia en Occidente y permanecer en silencio cuando los musulmanes cometen actos de terrorismo; de hecho, se oponen a que se emplee el término terrorismo en referencia a los musulmanes. Sin embargo, parece que el mundo libre tiene una postura débil respecto al terror. La única declaración enérgica que se ha hecho desde hace tiempo es “Hemos destruido a Al Qaeda”. Entonces, ¿por qué Estados Unidos sigue dándole armas en Siria?
Nos hemos vuelto inmunes, en cierto modo, a los juegos que se llevan a cabo mientras se pierden vidas inocentes. Uno de ellos es la reacción refleja de los apologetas y teóricos de la conspiración. ¿Cuánto derramamiento de sangre tendremos que contemplar y cuántas masacres habremos de soportar antes de que despertemos a la realidad de que algo peligroso ha arraigado en el corazón de los musulmanes que matan en nombre de la fe?
Hubo otros dos atentados suicidas la semana pasada: uno en Bagdad y otro en Pakistán, donde estalló una bomba en una iglesia.
Lo que resulta sorprendente y desconcertante es que ni aun hoy somos capaces de asumir el hecho de que tenemos un grave problema entre nosotros.
En Pakistán, la Inteligencia Inter Servicios (ISI), considerada uno de los mayores servicios de inteligencia, no ha contenido la violencia desatada contra las minorías del país. Según informaciones recientes, hay una brigada especial, financiada con petrodólares y sancionada por las autoridades, creada específicamente para matar a las minorías; por eso, al parecer, hasta ahora nadie ha sido llevado ante la justicia. Hace poco ha habido fugas masivas de prisión, que han dejado en libertad a cientos de terroristas.
Además, se rumorea que hay muchos envíos de armas estadounidenses que se han perdido de camino a Afganistán desde el puerto de Karachi. Irónicamente, tanto los terroristas fugados como las armas han aparecido en Siria.
Así que ahora, correligionarios míos, hay una serie de preguntas urgentes que debemos plantearnos, porque nuestra religión, tal y como se practica hoy en día, no acepta la humanidad, la modernidad, la música, el arte o la literatura. Lo que debemos ver es si los reformadores, académicos y eruditos pueden llevar esta fe hasta el siglo XXI para que coexista con otras, o si las espadas fanáticas cortarán las manos que empuñan la pluma. Además, ¿por qué cada vez que se produce una sola muerte en el “conflicto de Oriente Medio” los pakistaníes se dan golpes de pecho, salen a la calle y se manifiestan con consignas contrarias a Estados Unidos e Israel… pero no salen cuando sus propios compatriotas masacran a familias enteras de cristianos y destruyen iglesias?
¿Y por qué no hay ninguna voz que se alce desde un púlpito, por qué la mayoría suní no pestañea siquiera ante los escuadrones de la muerte antichiíes y la persecución de los ahmadíes? ¿Es porque los cibermulás, los lanzahadices y los aporreadores de coranes invocan su interpretación del Corán e insisten en que la yihad armada es válida y necesaria hoy en día, mientras que nosotros decimos que es hora de volverla obsoleta? ¿Es porque hay versículos del Corán que pueden ser usados para justificar la violencia contra los no musulmanes, como de hecho lo han sido?
Si esta es la situación, es hora de que saquemos la cabeza de la arena y comprendamos que el enemigo está entre nosotros.
Los tópicos de que el islam es una religión de paz ya no resultan creíbles. El islam es tan bueno como lo sea la forma en que sus fieles lo practiquen, y si éstos han creado campos de exterminio en nombre de su religión, entonces al islam se lo conocerá por el silencio de quienes no alzaron la voz cuando su fe era masacrada para masacrar a la humanidad.
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