«Tras sufrir tantos proyectiles, no había otra alternativa que una operación contra Hamas. Me duele la muerte de cada civil palestino y con mis buenos amigos que tengo en Gaza lloro la muerte de cada niño. La clave es encontrar la fórmula de separar Hamas de la población de Gaza que no se merece estar controlada por este grupo terrorista», dice Natan Galkowicz mientras las sirenas suenan en el sur de Israel.
Entre proyectiles que caen y obuses que van elevando la sed de venganza a ambos lados de la frontera, apunta: «La solución del conflicto en general es política y no militar. Ojalá llegue pronto la paz«. La palabra «odio» no aparece en el diccionario de este judío de Sao Paolo que llegó a Israel en 1980 para hacer un máster de Informática. Desde entonces y pese a todo, sigue en el sur de Israel.
Su mensaje no parece el de un habitante del kibutz Bror Hayil que sobrevive a una década de proyectiles disparados desde Gaza. No es el mensaje esperado de un padre que perdió a su hija por el impacto de uno de esos cohetes llamados «caseros». Para Dana, que tenía 27 años, no fue tan casero.
Verano del 2005. Fecha que muchos israelíes citan como origen de la consolidación de Hamas tras la retirada de Gaza. Galkowicz nunca olvidará el mes anterior. En la tarde del 14 de julio, Dana salía de la Universidad Sapir de Sderot para encontrarse con su novio. «Yo viajaba en coche a Tel Aviv cuando la radio anunció la muerte de una mujer debido a un proyectil disparado por terroristas en Gaza. Llamé por teléfono. Esa mujer era mi hija Dana«, cuenta a EL MUNDO. Le preguntamos si apretó el acelerador en su regreso. «Hice 30 kilómetros en más de una hora. No quería llegar a casa así que fui lo más lento posible», relata sobre los kilómetros más tristes de su vida. «Al principio es como una película. Mucha gente a tu alrededor te da el pésame pero luego te das cuenta que es real», confiesa emocionado.
Galkowicz podía haberse armarse de odio y rabia por el asesinato de su hija, una destacada bailarina con sueños de periodista. «¿Odio? ¡En ningún momento! Como nunca pensé que me tocaría a mí, decidí hacer todo lo posible para que no le pase a otros ya sean israelíes o palestinos. La muerte es muerte aquí y allá«, señala apuntando a la vecina Beit Janun desde donde un comando de Hamas disparó el proyectil de mortero matando a Dana en el acto.
Combina el mensaje de paz con el de la lucha contra Hamas. «No es sólo una guerra entre Israel y Hamas sino es algo más grande. Es una lucha contra los islamistas fanáticos que odian a judíos y cristianos. Hamas quiere crear un califato islámico en todo el territorio. No lo digo yo sino Hamas. Pero no representan a todos los palestinos», quiere aclarar.
La ofensiva israelí ha provocado la muerte de muchos civiles. «Me duele mucho lo que pasa. Cuando muere un civil en Gaza, nos duele más a nosotros que a Hamas. Israel debía responder a los ataques. No buscamos esta escalada. Hamas nos ataca usando a los civiles».
«No sabe lo que es vivir aquí ante tantos proyectiles y el miedo a que un terrorista salga de un túnel», añade Moshé, un habitante del kibutz donde Galkowicz no puede abrir su restaurante debido a la situación («como buen brasileño, sirvo mucha carne»). Recuerda con nostalgia a sus amigos gazatíes que venían a trabajar en el Kibutz. «Hablamos por teléfono. Están sufriendo mucho ahora y sufro con ellos», comenta.
«Amo Brasil pero no pienso irme de mi aquí. Los terroristas no conseguirán que nos vayamos», sentencia en este enclave comunitario conocido como «el kibutz brasileño». El kibutz de Dana.
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