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| viernes abril 26, 2024

Parashá Jaiei Sara


Sara fallece a la edad de 127 años y es enterrada en la Cueva de Majpelá en Jevrón, la cual Avraham adquiere de Efrón el Jití por 400 shekels de plata.

El sirviente de Avraham, Eliezer, es enviado, cargado de regalos, a Jarán, para buscar una esposa para Itzjak. En el pozo de agua del pueblo, Eliezer pide una señal a Di-s: cuando las doncellas vienen al pozo, él pedirá agua para beber; la mujer que ofrezca darle de beber a sus camellos también, será la mujer destinada para el hijo de su maestro.

Rivka, la mujer del sobrino de Avraham, Betuel, aparece en el pozo y pasa «la prueba». Eliezer es invitado a su casa, donde repite la historia de los eventos del día. Rivka retorna con Eliezer a la tierra de Canaan, donde encuentran a Itzjak rezando en el campo. Itzjak se casa con Rivka, la ama, y es confortado por la pérdida de su madre.

Avraham toma una nueva esposa, Keturá (Hagar) y tiene seis hijos más, pero Itzjak es designado como su único heredero. Avraham muere a los 175 años y es enterrado al lado de Sara, por sus dos hijos mayores, Ishmael e Itzjak.

LA INTELIGENCIA DE RIVKA

Aparte de su santidad, nuestras Matriarcas eran mujeres muy inteligentes. Y justo en nuestra parashá tenemos un ejemplo de ello. Rivka llega al pozo de agua, dónde se encuentra Eliezer, el sirviente de Abraham. Eliezer le pide que le de de beber de su cántaro de agua. Rivka accede a su pedido. Y ahí se le presenta un dilema. En el cántaro queda agua. Ella no sabe en realidad quién es ese hombre. Quizás sufre alguna enfermedad.

Ni pensar en arriesgar la salud de su familia. Pero si arroja el agua restante al suelo, puede ofender al forastero. ¿Cuál es la solución? Simplemente Rivka dice: “También a tus camellos daré de beber” y vuelca el agua restante en el bebedero, y, para confirmar su intención, saca más agua del pozo y vuelve a volcarla para que los camellos beban. Así todos felices: El hombre calmó su sed, los camellos bebieron, Rivka hizo una mitzvá y la salud de la familia está a salvo.

NO CUMPLO LO QUE PROMETO, JUSTAMENTE PORQUE YA LO PROMETÍ

“Sara murió en Kiryat Arba, que es Jebrón, en la tierra de Canaán; y Abraham se levantó de su muerta y habló a los hijos de Jet, diciendo: ‘Soy un forastero y un residente entre ustedes… Si es verdaderamente su voluntad enterrar a mi muerta que está ante mí, escuchen y pidan por mí ante Efrón hijo de Tzojar. Que él me conceda la Cueva de Majpelá, que es de su propiedad, que está al extremo de su campo; que me la venda por su precio total, como propiedad para lugar de sepultura’…. Efrón le respondió a Abraham: ‘No, señor mío, te he dado el campo, y en cuanto a la cueva, te la he dado a ti, a la vista de los hijos de mi pueblo te la he dado a ti; entierra a tu muerta’… Y Efrón dijo a Abraham, diciéndole: ‘Señor mío, una tierra que vale cuatrocientos siclos de plata, entre tú y yo, ¿qué son?’ Y Abraham oyó lo dicho por Efrón y Abraham pesó ante Efrón la plata que había mencionado a oídos de los hijos de Jet, cuatrocientos siclos de plata en moneda corriente”. (Bereshit 23:2-16).

Después del fallecimiento de Sara, Abraham busca un lugar donde sepultar a su esposa. Escoge la cueva donde estaban sepultados Adam y Javá (Mearat haMajpelá) y le pide a Efrón —dueño de la cueva— que se la venda. Efrón responde que no es necesario comprarla, pues él se la dará a Abraham (gratuitamente, tal como Rashí aclara en 23:11). Poco después, Efrón solicita la cantidad exorbitante de cuatrocientas medidas de plata.

Vemos que Efrón prometió mucho y al final no cumplió: prometió darla gratuitamente y finalmente pidió una cantidad enorme de dinero. El Talmud aprende de aquí: “Los hombres justos hablan poco y hacen mucho, mientras que los malvados hablan mucho y no hacen ni siquiera poco”.1

Rav Yerujam Levovitz hace varias observaciones muy profundas acerca de una diferencia entre tzadikim (hombres rectos) y rashaim (hombres malvados): no creamos que la diferencia es que los tzadikim cumplen lo que dicen, mientras que los malvados no cumplen lo que prometen. La diferencia real entre ellos es que los tzadikim no hablan mucho, pero hacen sin necesidad de decir que van a hacerlo y los rashaim hablan mucho y además no cumplen.

Rav Yerujam escribe: “Aquellos que conocieron al Jafetz Jaim recordarán que hablaba poco. Nadie escuchó jamás de su boca: ‘Haré tal cosa’; simplemente actuaba antes de decir que lo haría”. Los rashaim, por su parte, hablan mucho y no hacen ni siquiera poco: “Lo que hablan los malvados surge del deseo de contentarse con decir que van a hacer algo bueno y por ello… mientras más hablan menos hacen, pues al hablar tranquilizan su necesidad de actuar bien… nunca tuvieron la intención de cumplir lo que decían y por eso les es muy fácil prometer”.2
Resulta ser que los tzadikim dicen sólo lo que es necesario decir y hacen mucho más de lo que prometieron, aunque no lo hayan dicho. Los rashaim, en cambio, hablan mucho y al hablar sobre lo bueno que van a hacer ya sienten que hicieron lo suficiente y por eso no llevan a cabo lo que dijeron, pues al prometer ya cumplieron —según ellos— con su deseo de ser buenos.

Los sabios nos enseñan que lo ideal es hacer actos buenos sin necesidad de prometer ni avisar que uno los va a hacer, a diferencia de otras personas que sólo prometen hacer algo bueno pero no lo hacen, justamente porque ya prometieron hacerlo. (www.aishlatino.com)

EN MEMORIA DE SHLOMO BEN MOSHE HALEVI ALTSCHULLER Z´´L

 
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