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| viernes abril 26, 2024

¿Pedir a tu odiado enemigo que te salve?


Saeb Erekat, el jefe negociador de la Autoridad Palestina, está sufriendo una grave enfermedad pulmonar y está en Israel esperando una donación para transplante.

De acuerdo a la ley, sólo los ciudadanos israelíes pueden ser receptores de donantes, y en el caso de un paciente extranjero, deberá recibir donaciones del extranjero.

Esta delicada situación personal de Erekat nos lleva a preguntarnos ¿por qué no se atiende en Dubai, Riad, en los Emiratos, en donde además de tratarse de países “hermanos”, nadan en la riqueza petrolera? ¿No tienen un sistema de salud eficaz o accesible económicamente?

Antes del diagnóstico de su condición, Erekat a menudo representaba a la AP en los medios de comunicación occidentales, atacando a Israel y acusando al Estado judío con el libelo de “genocidio”, en su lucha contra la organización terrorista Hamás en Gaza tras el secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes y una ola de mortales ataques con cohetes contra ciudades israelíes.

Otros dirigentes palestinos como Abbás o los cabecillas del Hamás no dudan en atenderse en Israel, porque saben que Israel es una democracia y la política no se entromete en los hospitales (ni tampoco en la sociedad civil), como sí suele suceder en muchos países árabes en donde las distinciones se borran.

Los dirigentes terroristas educan con el odio asesino a sus pueblos contra Israel y los judíos, pero no dudan en acudir en su ayuda en su hora más difícil en la vida. Y en muchos casos, terroristas asesinos que han sido tratados en hospitales de Israel han vuelto a asesinar. La piedad y la decencia de Israel no parece cambiar el odio, ni hace que los que acudan a su ayuda se encuentren con la contradicción de pedir al enemigo que los salve, pero al menos mantiene sana a la población israelí y a los elementos más pacíficos de nuestros vecinos. Al no devolver al enemigo con la misma moneda autodestructiva, es posible la civilización, el desarrollo y la esperanza.

 

 

 
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