La UNRWA, el derecho al retorno, la bandera, Jerusalén. Todos símbolos axiomáticos de la causa. ¿Una eventual desaparición de la UNRWA acercará la paz?
La semana pasada, Donald Trump decidió el recorte de 200 millones de dólares anuales del presupuesto norteamericano destinado a la UNRWA, la agencia de las naciones unidas para los refugiados palestinos. Es un tercio de dicha ayuda externa. En una columna muy clara en Yediot Ajaronot del lunes último (27.8.18), Ben Dror Yemini explica por qué, en esencia, Trump no se equivoca al apuntar hacia la desaparición de la UNRWA y del status de refugiados para ese grupo. Sus conceptos están vertidos con suma amplitud en su libro “La industria de la mentira” (Taasiát Hashekarim o, en inglés, Industry of lies).
La perpetuación de dicho status es una injusticia para los propios “beneficiarios”, además de una punta de lanza contra Israel y una trampa conceptual para el mundo. Es también uno de los motivos de la perpetuación del conflicto israelí palestino.
Yemini cuenta que el 8 de diciembre de 1949 la Asamblea General de la ONU resolvió la creación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El Alto Comisionado se estableció para atender a todos los refugiados del mundo. Todos, menos un grupo. Para los refugiados palestinos, bajo presión de los países árabes, se creó otra agencia, y solo para ellos: la UNRWA (United Nations Relief and Works Agency).
Es adecuado recordar que refugiados hubo durante y a raíz de todo enfrentamiento. Desde ya los hubo en todo el siglo 20. Solo después de la Segunda Guerra Mundial, más de 20 millones de personas se convitieron en refugiados. Otros 14 millones se generaron cuando la India y Pakistán se dividieron en dos Estados. Y también los judíos de los países árabes tuvieron su “Naqba” (palabra árabe que significa “catástrofe”, utilizada por los palestinos), que provocó que 850 mil de esos judíos se convirtieran en refugiados. Hoy no existe comunidad judía en prácticamente ningún país árabe.
Uno de los objetivos del Alto Comisionado es la integración de los refugiados en los lugares a los que han llegado. Esta es la razón por la cual los países árabes exigieron la creación de la UNWRA separada del Alto Comisionado. Dichos países no deseaban resolver el problema de los refugiados árabes, sino perpetuarlo. El resultado es que el Alto Comisionado ha atendido desde su creación a más de 50 millones de refugiados… que ya no son refugiados. UNWRA, en cambio, comenzó a atender a 711 mil personas, pero, según datos de la organización, hoy ya son más de 5 millones. Para la UNRWA, no existe un solo refugiado que haya perdido su status de tal, aun si recibió otra ciudadanía, aun si es millonario.
Se trata, explica Yemini, de una de las grandes estafas del conflicto árabe-israelí. Por ello el problema de los refugiados palestinos fue inflado y perpetuado. Ellos se han convertido en rehenes del conflicto árabe-israelí. Ello ocurrió, entre otras razones, porque, para el Alto Comisionado, “refugiado” es aquel “que se encuentra fuera del país del que es ciudadano por miedo fundado a ser perseguido por razones de raza, religión, ciudadanía, pertenencia a un colectivo determinado, o concepción política determinada”. UNRWA, en cambio, otorgó status de “refugiado” a “aquel cuyo lugar de residencia regular, entre junio de 1946 y mayo de 1948, era Palestina, y perdió tanto su casa como su fuente de ingresos como resultado del conflicto israelí-árabe de 1948”.
Hay otras tres diferencias esenciales entre la ACNUR y la UNRWA. Primero, la UNRWA otorga el status de refugiado también a los descendientes, generación tras generación. No hay límite. Segundo, obtener la ciudadanía de cualquier Estado, según UNRWA, no afecta el status de refugiado. Y tercero, la definición de la UNRWA de lo que es un refugiado no depende de su situación económica. En la ACNUR, demás está decirlo, estos “agregados” no existen. ¿Cómo es posible que, bajo los auspicios de la ONU, existan diferentes definiciones jurídicas de “refugiado”?
Es preciso señalar que, de aquellos que abandonaron sus hogares durante la Guerra de la Independencia, solo decenas de miles continúan con vida. Y de ellos, solo los que no obtuvieron la ciudadanía de ningún país, entrarían, tal vez, en la definición de “refugiado”. El resto debe pasar a jurisdicción y atención por los países donde residen. Como lo resolvió la Asamblea General de la ONU.
La resolución 194, que los palestinos ventilan hoy, a pesar de que los países árabes se le opusieron entonces, fue solo la primera de la serie. Las resoluciones aprobadas a continuación llamaban a transferir el tratamiento de los refugiados a los países árabes. Estos miraron para otro lado. Solo les interesaba combatir a Israel. Los refugiados fueron perpetuados en su situación. La victimización eterna tenía un objetivo político que nunca fue ocultado: el “derecho al retorno”, para socavar a Israel.
Ahora, EEUU quiere resolver esta anomalía que perpetúa el problema de los refugiados palestinos. Se trata, tanto de un recorte económico de dinero transferido a la Autoridad Palestina, que invierte sumas siderales en la incitación al terrorismo y pago a terroristas y sus familias, como en la adopción de la definición internacionalmente aceptada de “refugiado”, de modo de sincerar su número.
Ramallah reaccionó con verdadera ira ante la intención de quitar el “derecho al retorno” del orden del día. Es un derecho sagrado, sostienen allí. Pues bien, no existe tal derecho. Las decenas de millones de seres humanos que pasaron por el trauma del desarraigo durante el siglo pasado se adaptaron a los nuevos países a los que llegaron, y siguieron adelante con sus vidas. Pero este es el resultado del lavado de cerebro efectuado, en especial, en las escuelas de la UNRWA.
También en las fuerzas de seguridad, expresaron temor de nuevos disturbios a raíz de las medidas norteamericanas. En efecto, no hay necesidad de un violento “borrón y cuenta nueva”. Hace falta un período de transición, puesto que la crisis de abstinencia de la fantasía del retorno puede ser dura.
Pero lo que queda claro, concluye Ben Dror Yemini, es que la UNRWA debe ser desmantelada y se debe terminar con la fantasía del retorno. No para atentar contra los palestinos, sino, incluso, lo contrario: para allanar el camino a un arreglo justo, por el bien de los israelíes, y también de los palestinos.
Anexo: el dilema en torno a la UNRWA
Hasta aquí Yemini. Agrego yo una reflexión, para complicar el dilema. La UNRWA tiene hoy alrededor de 20 mil empleados, que son prácticamente todos, otros palestinos, parte de ellos mismos, con status de refugiados. En el momento en que se cierre la agencia para los refugiados palestinos, se estará cerrando una fuente de trabajo para decenas de miles de familias.
La líder de la oposición, Tzipi Livni, se opone a la tesitura de Trump (compartida por Netanyahu) de eliminar esta agencia de cuajo. “¿Para qué quiere Israel tener que mantener a millones de refugiados palestinos? Que siga siendo la ONU la que les dé asistencia social y educación”.
La pregunta es: por qué, a 70 años de la Guerra de Independencia, no están en condiciones de ese “seguir adelante con sus vidas”. Yemini dice que es por el “lavado de cerebro” en las escuelas de la UNRWA. Livni dice que eliminarla agravaría el problema que, además, pasaría a ser responsabilidad de Israel.
Por lo tanto, la solución deberá pasar por cultivar en los palestinos un desarrollo económico que los independice de toda necesidad de asistencia. ¿Será la eliminación paulatina de la UNRWA la que sacuda la conciencia colectiva de los palestinos y los haga tomar sus vidas en sus propias manos, como lo hicieron todos los grupos de millones de refugiados post-Segunda Guerra Mundial, exceptuándolos a ellos? ¿O los condenará al hambre y la mendicidad para siempre, de lo cual, como es costumbre, se responsabilizaría a Israel? ¿Será solo la locura de un líder impredecible como Trump, la que podrá resolver el dilema, a golpe de medidas drásticas y traumáticas? Con una eventual desaparición de la UNRWA, ¿Se acercarían las partes a la resolución del conflicto, o crecerá el mito del “derecho al retorno”, perpetuándolo aún? Como siempre, la historia dirá.
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