Estos días circula por las redes una foto de Eduardo y Carlos Bolsonaro, dos de los hijos del polémico Presidente electo de Brasil, durante una visita realizada por la familia a Israel en el 2016. Aparecen vistiendo remeras de manga corta, una dice MOSSAD y la otra lleva el escudo de las Fuerzas de Defensa de Israel. Esto, combinado con declaraciones por parte de Bolsonaro en tono de admiración a Israel, las felicitaciones que recibió del Premier Netanyahu y sus comentarios sobre la esperanza de estrechar relaciones con el Estado judío, es usado en ciertos círculos como buena materia prima para desprestigiar a Israel.
Pues bien…sentimos que es oportuno hacer algunas aclaraciones.
Primero, aunque casi da risa decirlo, las remeras se venden en cualquier mercado de Israel, y es fácil encontrarlas inclusive en negocios árabes del famoso shuk de la Ciudad Vieja de Jerusalem. Probablemente, estén expuestas muy cerca de otras con motivos palestinos. Negocios son negocios, y también los árabes lo saben bien.
Y más en serio… A los críticos que saltan felices cuando consideran que tienen la oportunidad de dejar mal a Israel, vale la pena recordarles que los gobernantes de numerosos países que tienen relaciones diplomáticas con Brasil, han felicitado a Bolsonaro. También Uruguay, aunque con cierta demora. Más allá del desprecio que nos provocan numerosos de sus pronunciamientos tanto en temas de democracia, autoridad, libertad como sobre género y mucho más, cabe recordar que ha sido electo democráticamente por la ciudadanía brasileña.
Dicho esto, nos resulta imperioso agregar: si bien todos los países del mundo determinan su política exterior de acuerdo a intereses-e Israel no tiene por qué ser la excepción- las consideraciones morales no deben desaparecer. A nuestro criterio, fue por ejemplo un error invitar a Israel al Presidente de Filipinas Rodrigo Duterte. Y si Bolsonaro no cambia de “estilo” al tener sobre sus hombros la responsabilidad de gobierno, si al asumir se desempeña como un Presidente fiel a algunas de las barbaridades que dijo en la campaña-como su disposición a matar a activistas de izquierda-, pues no quisiéramos ver una profunda amistad entre Brasil e Israel, inclusive si traslada su embajada a Jerusalem.
Ah…Jerusalem. No nos sorprendió leer que el Presidente electo de Brasil Jair Bolsonaro aclaró que “aún no está decidido” el traslado de la Embajada de su país en Israel de Tel Aviv a Jerusalem. Una cosa son las declaraciones emocionales y otra la implementación política. Ya estamos curados de espanto al respecto.
Lo que sí sigue pareciéndonos indudable, tal como lo consideramos cuando se mudaron la embajada de Estados Unidos, Guatemala y Paraguay (esta última en el interín cambió de opinión y volvió a Tel Aviv), es que eso es lo justo. Que estén todas las embajadas en Jerusalem, ya que Jerusalem es la capital de Israel. Este es el único caso del mundo en el que otros pretenden determinarle a un país-Israel por cierto-cuál es su capital.
Claro que hay complicaciones políticas al respecto. Y “sensibilidades” a tener en cuenta. Pero esas sensibilidades son una rendición ante presiones indebidas del mundo árabe en general y los palestinos en particular, que simplemente mienten sobre la verdad histórica al decir que “Jerusalem es la capital del Estado de Palestina”. No lo fue jamás y no lo es ahora. Pero no sólo porque ese Estado de Palestina jamás existió como entidad árabe independiente, sino porque cuando países o regímenes árabes o musulmanas tuvieron la oportunidad de declarar a Jerusalem su capital, no lo hicieron. No lo hizo el imperio Otomano musulmán durante 400 años, y no lo hizo Jordania cuando ocupó la parte que quedó al Este de las líneas de armisticio de la guerra del 48-49, hasta junio de 1967. Jerusalem había sido capital únicamente de los reinos judíos de la antigüedad y fue declarada como tal al crearse el Estado de Israel.
De todos modos, sin olvidar que formal y oficialmente también Israel dijo ya años atrás que el tema de Jerusalem debe dejarse para la última etapa de las negociaciones sobre un acuerdo permanente con los palestinos, queda en principio la puerta abierta a arreglos especiales en determinadas zonas. Pero aún así, el traslado de las embajadas a Jerusalem, hacen justicia histórica con Israel, sin socavar esa eventual opción negociadora. Tanto la norteamericana como la guatemalteca, fueron trasladadas a la así llamada Jerusalem occidental, no a la oriental. ¿Entonces? ¿Cuál es el problema? ¿O acaso los palestinos pretenden ahora tener toda Jerusalem?
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