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| martes marzo 19, 2024

¿Por quién dobla la campana israelí?


La estadística no permite predecir comportamientos individuales, pero sí retratar los colectivos. Una de sus representaciones más habituales es la “campana de Gauss”: una curva simétrica, abultada en el centro y tendiente a cero en sus bordes. La gráfica de los resultados de procesos electorales nos permite visualizar la voluntad ciudadana en un momento dado, especialmente en una sociedad multipartidista como la israelí. Pero aún más ilustrativo resulta ver la evolución en el tiempo de dichas descripciones. Por ejemplo, en sus primeros procesos electorales, el centro (y punto álgido de la campana) se situaba en torno a opciones de izquierda sionista, mientras que los bordes a izquierda y derecha iban adelgazando a medida que aparecían el comunismo en una punta y los herederos de las doctrinas de Jabotinsky en la otra. A medida que avanzamos en el tiempo apreciamos que las corrientes más populares se fueron desgajando en porciones ideológicamente cercanas y finalmente hasta coaligadas en la función ejecutiva.

Las sociedades no son inmutables ni viven aisladas de lo que pasa en su entorno o aún de forma global. La Guerra Fría empujó a Israel a posicionarse fuera de la sombra de los soviéticos que habían sido fundamentales para su independencia: primero acercándose a Europa y luego a los EE.UU., lo que supuso un tímido desplazamiento de la campana estadística que culminó en 1977 con la llegada al gobierno de las posiciones de derecha, tanto en lo económico como (y más trascendental para Oriente Medio) en el tema de la seguridad. Esa tendencia osciló levemente entre opciones de una derecha más sosegada y una izquierda cada vez menos radical, hasta la debacle del bloque soviético en los 90 que, si bien ya no influía directamente en la opinión ciudadana, sí abrió la puerta a nuevos patrocinadores de grupos armados irregulares en lugar de ejércitos. Ello se tradujo estadísticamente en un desplazamiento hacia posturas más beligerantes.

De poco sirvieron esfuerzos diplomáticos como los Acuerdos de Oslo, y las urnas así lo reflejaron, arrastrando a la opinión ciudadana a una desconfianza creciente, coronando políticas cada vez más intransigentes y conservadoras. Sorprendentemente, a estas alturas la curva estadística ha situado a una opción que empezó en el borde de la campana como centro de la misma. Hoy día, aunque cueste admitirlo, el Likud no es la derecha, sino el centro, espacio que intentó arrebatarle sin éxito la formación Kajol Laván con un programa casi idéntico (excepto en lo personal): el resto de partidos van a derecha o izquierda y los menos radicales entre ellos seguramente terminarán siendo absorbidos por las grandes formaciones.

Hemingway tituló su novela ambientada en la Guerra Civil Española “¿Por quién doblan las campanas?”. En Israel, más que doblarse, la campana de Gauss se mueve como adaptación casi darwiniana a un ambiente hostil sin visos de solución.

 
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