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| viernes noviembre 15, 2024

La Kneset se disolvió. Israel vuelve a las urnas. Elecciones: el 17 de setiembre.

Es el corolario, por ahora, de la crisis política más dramática en la historia moderna de Israel.


Este miércoles a la medianoche, hora local, expiró el plazo que tenía el Primer Ministro Biniamin  Netanyahu para formar la nueva coalición de gobierno. Ya en los últimos días, al comprender que no lo lograría, el partido Likud presentó el proyecto de ley para dispersar a la Kneset, el cual fue aprobado definitivamente pocos minutos después de medianoche.  Por una mayoría de 74 votos a favor y 45 en contra – y un ausente- se aprobó la ley. Israel va nuevamente a las urnas el 17 de setiembre, siendo ésta la primera vez desde la creación del Estado hace 71 años, que se vuelve a votar tan poco después de los comicios anteriores.

El Primer Ministro Netanyahu salió a la prensa y acusó directamente a Avigdor Liberman, jefe del partido Israel Beiteinu, de ser el responsable “de arrastrar al país entero a nuevas elecciones innecesarias”. Cabe recordar que Liberman rehusó firmar acuerdos de coalición con el Likud en tanto no se aceptaran sus condiciones respecto a la ley de reclutamiento de los jóvenes ultraortodoxos al servicio militar obligatorio, que planteó como “cuestión de principio”.

Netanyahu quitó todo valor a los argumentos de Liberman, aseguró que “no pensó desde un comienzo en sumarse a este gobierno y cada vez encontró otra excusa” y resumió lo que al parecer será su línea en la nueva campaña electoral: “Liberman es parte de la izquierda, porque no quiso apoyar la creación de un gobierno de derecha.Y con ello, engañó a sus votantes”, resumió el Primer Ministro.

Casi de más está decir que Avigdor Liberman responsabiliza a Netanyahu por las elecciones, alegando que “el Likud se rindió completamente ante los haredim”.

Mientras Netanyahu y Liberman intercambian acusaciones, la oposición tiene otra interpretación: el Primer Ministro optó por la vía de nuevas elecciones por sus casos de sospechas de corrupción. Según el laborismo y “Kajol Lavan”, Netanyahu quiere garantizar legislación que lo salve de un juicio y eso es lo que guía sus decisiones.

Pero por otra parte, al disolverse el Parlamento, no se puede promover en forma urgente el cambio de legislación que Netanyahu buscaba, ni en relación a la ley de inmunidad ni en cuanto a la limitación de los poderes de la Suprema Corte de Justicia. Y cabe recordar que dado que las elecciones son el 17 de setiembre y la audiencia especial de Netanyahu con el Fiscal del Estado, antes de decidir sobre su acusación, es a comienzos de octubre, no está claro que le pueda dar el tiempo para aprobarla.

 

En realidad, las elecciones no eran el único escenario posible al no lograr Netanyahu formar coalición.

Si bien ir nuevamente a las urnas es absolutamente legal y Netanyahu tenía todo el derecho de optar por esa vía, había otra posibilidad : informar al Presidente del Estado que no había logrado formar gobierno y devolver el mandato que había recibido. En ese caso, por ley, el Presidente consideraría a qué otro diputado encomendarle la misión de formar coalición. Si bien la ley no indica siquiera que tendría que ser del partido más grande, está claro que esa responsabilidad habría recaído sobre Beni Gantz, jefe de la oposición y del partido Kajol Lavan, que dicho sea de paso es la facción mayoritaria de la Kneset.

Netanyahu, evidentemente, no concebía siquiera una opción así, por no querer arriesgarse a que Gantz tenga éxito, aunque los números de la Kneset saliente no lo favorecían.

Un elemento interesante de la votación de este miércoles en la Kneset, a favor de su dispersión, fue lo que algunos periodistas israelíes llamaron de “suicidio en masa”. Comentaban sarcásticamente el hecho que entre quienes votaron a favor hay numerosos diputados electos el 9 de abril por primera vez, que no pueden tener certeza ninguna que en las nuevas elecciones volverán a ser electos.

Es difícil prever si el 17 de setiembre arrojará resultados muy distintos de los que emergieron de las elecciones del 9 de abril. En un país con la dinámica de Israel, tres meses y medio son una eternidad. Pero por ahora podría especularse sobre algunos movimientos:

–         Naftali Bennett y Ayelet Shaked del otrora partido “El hogar judío” (Habait Hayehudí), que lo dejaron para crear un nuevo partido “Hayemín Hajadásh” (La Nueva Derecha), reciben una nueva oportunidad de volver. En las elecciones del 9 de abril les faltaron 1400 votos para entrar con 4 escaños a la Kneset. Pero esta vez, quizás se concrete la opción que circulaba ya tiempo atrás: que Shaked se sumaría al Likud-.

–         Es incierto qué pasaría con los 4 escaños que ganó el partido Kulanu del Ministro de Finanzas Moshe Kahlon, que este miércoles decidió unirse al Likud. Si bien él formó Kulanu después de haber sido miembro del Likud, era percibido por sus votantes como más de centro.  Y quizás lo “castiguen” por no haber respetado su promesa de seguir con Kulanu y no ser “mercenario”-así lo dijo él- del Likud.

–         Habrá que ver si el partido Kajol Lavan de oposición se mantiene tan unido en la cúpula como hasta ahora. En estos últimos días de crisis política, se rumoreaba que había diferencias entre el número 1 Beni Gantz y el número 2 Yair Lapid. Nadie lo confirmó. Lo que sí está claro es que ese examen lo pasaron exitosamente este miércoles . El Likud trató de dividir al partido ofreciendo todo tipo de tentaciones a varios de sus diputados para que se pasen a su lado, pero ninguno aceptó.

–         En el sector árabe se habla de la posibilidad que la Lista Unificada que se había creado de la fusión entre distintos partido antes de las elecciones del 2015 y que se desmembró antes de las últimas elecciones de abril, volvería a unirse.

–         En el proceso, cabe recordar, está también el tema jurídico del Primer Ministro Netanyahu. A comienzos de octubre tiene la audiencia especial con el Fiscal del Estado previo a la decisión si presentar o no acta de acusación en su contra. Estará en carrera contra el tiempo para aprobar la legislación que su propia gente ha confirmado que buscan, aunque desmintiendo que sea por sus necesidades personales.

Israel está protagonizando pues días de seria crisis política, con aristas jurídicas complejas y no está claro que en los resultados de las próximas elecciones haya una respuesta terminante del pueblo que impida la reiteración de un escenario de este tipo. Cabe recordar que Netanyahu, con un Likud de numerosos escaños, no pudo formar gobierno, porque cada uno de sus socios potenciales de coalición tenía la fuerza de impedirlo .

Mucho se habla estos días y muy especialmente este miércoles, del alto costo-en dinero-de la campaña electoral (500 millones de shekel). Pero ese no es el único precio que se paga. A juzgar por la última campaña, es una época de álgidas discusiones y mayor división en la sociedad, en la que se agudizan las diferencias y el discurso divisivo es sumamente perjudicial.

A esto cabe agregar la crisis de confianza que probablemente viva la ciudadanía israelí respecto al sistema político. Y si a raíz de ello baja el porcentaje de votación, la democracia no habrá ganada nada en su favor.

 

http://www.semanariohebreojai.com/articulo/889

 
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