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| martes abril 16, 2024

La historia de Fentay Alamu, nueva vice Embajadora israelí en Chile

De Etiopía, por el desierto, hacia la Tierra Prometida


Fentay llegó a la Cancillería tras una carrera de más de 10 años en el área de Dirección de Procesos Organizativos y de un muy buen puesto  en RAFAEL, la Autoridad de Desarrollo de Medios de Combate de Israel, donde era asesora en ese mismo ámbito. Tiene un primer título B.A. en Recursos Humanos.

 

P: Fentay, has tenido trabajos de mucha responsabilidad en marcos muy destacados, como Rafael, el último en el que trabajaste antes de ir a la Cancillería. ¿Qué dirías que te ha empujado siempre para ir avanzando en las cosas que decidías?

R: Quizás la base sea mi concepción de mundo, mi actitud ante la vida. Yo jamás habría concebido firmar seguro de paro, por ejemplo. Siempre hice varias cosas al mismo tiempo. Lo aprendí de mis padres. Vine de un mundo y una familia que llegó a Israel entendiendo que uno tiene lo que va creando por sí mismo. Para mi alegría, lo capté rápidamente.

P: Una buena educación indudablemente.

R: Así es. Mi madre nos educó así, a no esperar que nos den las cosas sino a trabajar para conseguirlas.

Fentay con su esposo y sus padres en el acto de fin de curso en la Cancillería
Fentay con su esposo y sus padres en el acto de fin de curso en la Cancillería 

 

P: Me alegra que menciones a tu familia, porque apuesto a que en tu caso, el esfuerzo por llegar a Israel ya fue toda una travesía…

R: Así es. El viaje cruzando Sudán desde Etiopía duró un año y medio. Tuvimos muertos en el camino. No hay ninguna familia judía etíope que haya llegado a Israel sin haber perdido a alguien. Es un milagro haber sobrevivido.

P: ¿Qué pasó con tu familia?

R: Yo tenía dos hermanas mayores que fallecieron ya antes de mi nacimiento y mis padres tenían el gran temor que yo no logre llegar con vida a Israel. Desde que llegamos al país vivimos en Carmiel. Aquí nacieron mis 6 hermanos, 5 varones y una mujer. Nos fuimos integrando de a poco a la ciudad, a los estudios, el trabajo…no fue sencillo. Fue una guerra diaria para hacernos un lugar. Y estoy segura que el enfoque de mis padres fue lo que determinó que mi realidad de vida sea la que fue. Muchos no recibieron las oportunidades necesarias. Yo no esperé. Me las hice sola. Me parece que el país es muy joven, la situación es difícil y a la gente le costó mucho la integración. Todavía estamos luchando para darnos nuestro lugar.

P: Y hoy tienes la responsabilidad de mostrar el camino a tus propios hijos…

R: Así es. Estoy casada con Samuel , que es ingeniero mecánico y también llegó de Etiopía, cuando tenía 10 años. Tenemos 3 hijos: Dvir,de 8 años, Klil de 6  y Hadara de 1 año y 9 meses. Somos una familia tradicionalista. Vivimos en una localidad comunitaria en el norte, cerca de Misgav, que se llama Mijvanim. Somos unas 100 familias, una gran experiencia. Reciben a la gente tal cual uno es.

P: Con tres niños chicos no habrá sido fácil hacer el curso medio año, intenso, en Jerusalem.

R: Así es. Veía a mi familia únicamente durante el fin de semana. No fue sencillo.

Fentay con dos compañeros del curso
Fentay con dos compañeros del curso

 

P: ¿Tú personalmente te has topado con muchos techos que tuviste que luchar para romper? De origen etíope, mujer…

R: Creo profundamente que en cada techo había cosas por las que luchar. Pero yo no caigo ante las dificultades. No pierdo el tiempo. Siempre hay otro camino que abrir. Si aquí está cerrado, avancemos por otro lado, al final uno llega a gente con cabeza abierta de la que también se puede aprender….Ese encare me ayudó mucho.

P: Y uno irradia lo que siente, lo cual permite que otros te vean por lo que vales, no por un posible prejuicio inicial.

R: Por supuesto. Cuando yo era niña, el papá de una amiga me decía “cuando crezcas vamos a abrir juntos un negocio”. Siempre creyó en mí y eso me dio mucha fuerza. Hasta ahora se aconseja conmigo. Y yo siempre busqué ejemplos de los que aprender.

 

El nuevo camino y el orgullo nacional

P: ¿Por qué decidiste ir a la Cancillería?

R: Quería hacer algo más grande que mí misma, que vaya más allá de trabajar para mantenerse, algo que pueda aportar al Estado. Es como que de repente me desperté y sentí que había llegado el momento de hacer algo que lo supera a uno mismo. Y sentí que la plataforma en la que puedo desarrollarme a nivel personal es el mundo de la diplomacia. Y me emociona.

P: Imagino que también hay una dimensión nacional…

R: Por supuesto. Esta es una oportunidad especial para hacer algo por mi país, porque para que algo ocurra, hay que trabajar por ello. Esto es importante también para mis hijos que crecen aquí. Si hay algo que hacer, quiero estar yo con mis dos manos para hacerlo.

P: Lo tuyo fue una fuerte elección, porque tenías un muy buen trabajo en Rafael.

R: Así es. Renuncié a un muy buen sueldo en un trabajo más cómodo, pero creo que se me está dando una oportunidad impresionante.

P: Me imagino que eres consciente de que probablemente seas la sensación en Chile.

R: Sí. Será interesante porque estoy acostumbrada a todo tipo de reacciones. Es parte del cambio, está bien. Lo tomo con tranquilidad. Creo que en todo el mundo van bajando las separaciones.

P: ¿Y en Chile? ¿En qué te concentrarás?

R: Mi visión es crear algo que sea una concepción de mundo en el trabajo de la embajada, que quede después que uno se va. Entiendo que hay desafíos numerosos en los que Israel puede ayudar mucho, en el tema médico, en agricultura, agua…Cuando el Presidente Piñera visitó recientemente Israel fueron firmados varios acuerdos que son una excelente plataforma para trabajar seriamente en proyectos bilaterales. Voy a ver cómo traducirlos del papel a la vida real en Chile

 

Entre pertenencia y protestas

P: Fentay, aunque el tema central de la entrevista es otro, no puedo evitar plantear lo ocurrido hace varias semanas, la muerte de Salomon Tekka, un joven de la comunidad de origen etíope, por el disparo de un policía de civil, en circunstancias aún en investigación. Su muerte desató fortísimas protestas de los israelíes etíopes. ¿Cómo ves la situación?

R: La segunda generación considera que se puede hacer las cosas mejor. Hay que estudiar qué pasó. Israel es un país democrático y no hay ninguna razón para que no se puede corregir lo necesario, a través de las instituciones. Pobres de nosotros si no confiamos en los medios que tenemos como Estado democrático para investigar. Puede haber errores en el sistema, claro que sí, eso es otra cosa.

Creo en eso. Y pobre de nosotros si no confiamos en medios que tenemos como estado democrático para ver qué ocurrió. Puede haber errores en el sistema. Al mismo tiempo, creo que debemos recordar que en 71 años Israel ha alcanzado logros a niveles que otros países no pueden ni concebir. Y es justamente desde ese lugar que se puede avanzar hacia un Estado plenamente igualitario, donde toda persona pueda progresar. Y debemos recordar que los logros no son de cada uno de nosotros por separado, sino que comenzaron con nuestros mayores que ya fallecieron. Es hora de que también nosotros, los más jóvenes, trabajemos duro para concretar las aspiraciones.  Tenemos mucho por hacer. Eso me alienta y me empuja. Es nuestra misión.

P: Y este encare tuyo seguramente también es producto del hogar singular en el que has crecido.

R: Mis padres me empujaron siempre a ser sobresaliente. También de chica. Si traía una nota 96, la pregunta era también por qué no otros 4 puntos. Mis padres siempre tuvieron pocos recursos pero nunca nos mandaron a la escuela sin estar prontos en todo. Mi padre siempre quiso dedicar lo mejor a los estudios, porque entendieron que la educación es la base de todo.

P: ¿Tú has tenido que lidiar con incidentes de tinte racista, discriminatorio?

R: Creo que no hay quien no pasó algo así alguna vez. Pero yo los ignoro, no permito que esas cosas tengan lugar en mi vida. Somos humanos y la gente crea muro donde no conoce al otro pero esos muros desaparecen rápidamente cuando el otro conoce tu cultura, tus tradiciones, que los judíos etíopes mantuvieron durante tantos años. Por ejemplo, mi hijo Dvir, contó en la escuela sobre nuestra celebración del Sigd, y fue una forma de acercar corazones. Eso siempre cambiar actitudes, porque así te conocen.

P: ¿Te planteas que hubo errores en el proceso de absorción de la aliá de Etiopía?

R: La realidad es acá y ahora y ya no importa mucho lo que pasó antes. Creo que el Estado puede corregir algunas cosas. Está claro que se puede mejorar.

Como sociedad- dejemos mi caso de lado- hay que entender que si no  hay dedicación a las capas débiles de la sociedad, terminarán siendo una carga para la sociedad toda. No se puede esconder los problemas debajo de la alfombra.

En este país, somos todos hermanos y debemos vernos así unos a otros. Hay problemas  y los debemos arreglar.  En mi concepción, algo aquí se alteró, es el  liderazgo quien tiene que hacerlo de raíz.

P: Me imagino que lo que debes sentir, con todo el trasfondo de la llegada de la comunidad etíope a Israel, las recientes protestas…y sales a representar a Israel en el extranjero.

R: Dicen que uno se pelea más con quien más quiere. Las protestas en nada socavan el gran amor al país. Se lucha precisamente por el lugar que uno ama, para cambiar lo que está mal.

P: ¿Y qué dicen tu padres, que cruzando el desierto no sabían si sobrevivirías y ahora te ven en esta nueva etapa tan especial?

R: Ellos soñaron con este país y están muy orgullosos y felices de que yo sirva a Israel.  Claro que les resulta difícil que su hija se vaya tan lejos, pero por el país, estamos todos dispuestos a renunciar a mucho. Espero que esto nos fortalezca  a todos.

 

http://www.semanariohebreojai.com/articulo/1315

 
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