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| jueves noviembre 21, 2024

ENTRE ERRORES Y HORRORES


Quisiéramos comenzar con esperanza y cauteloso optimismo. A pesar del escepticismo inicial de israelíes y palestinos en las negociaciones y  de las serias dudas aún existentes sobre las perspectivas de éxito, los contactos van avanzando en buen ambiente y con aparente firmeza de ambas partes de lograr un acuerdo.

Ver al Presidente palestino Mahmud Abbas reunido con el Premier Benjamin Netanyahu en Jerusalem, cuando una bandera israelí y una palestina adornan juntas el escenario de fondo, no es insignificante….Años atrás, habría sido una verdadera revolución.

Eso no significa, que no haya puntos complejos que analizar a lo largo del camino. Por ejemplo, la exigencia del Primer Ministro Benjamin Netanyahu que los palestinos reconozcan a Israel  como Estado del pueblo judío.

Personalmente lo  consideramos un error ya que parecería que Israel- que es en efecto el estado judío y de aquellos miembros del pueblo judío que quieran sumarse a su vida y compartir su destino- necesita el visto bueno de los árabes en general  y los palestinos en particular, para ser lo que es.

Pero al mismo tiempo, podemos entender por qué Netanyahu ha adoptado esta postura.

El reconocimiento de Israel como Estado del Pueblo Judío es una forma de recordar la legitimidad internacional de Israel, hoy tan disputada por no pocos.

En diversas resoluciones internacionales previas a la creación del Estado de Israel, la terminología era clara: se hablaba de un Estado judío. Ya que los palestinos suelen alegar que Israel “viola resoluciones de organismos internacionales”, vale la pena recordarles que fue el mundo árabe el que violó la resolución 181 de las Naciones Unidas, que recomendaba la partición de Palestina y la creación “de un estado judío y un estado árabe” en dicho territorio, y optaron por atacar a Israel.

Ya antes de aquella resolución de noviembre de 1947, se habló del hogar nacional judío. En abril de 1920, en la Conferencia de San Remo que se llevó a cabo terminada la Primera Guerra Mundial, el Consejo Supremo de los Principales Poderes Aliados, decidió incorporar al Mandato Británico  tras la derrota del Imperio Otomano, al documento conocido como “la declaración Balfour” de 1917, en la que ya se hablaba de la creación de “un hogar nacional judío” en la tierra en cuestión.

El tema está relacionado también a la necesidad de que quede claro que cuando se cree el estado palestino, será allí que podrán instalarse los palestinos que quieran volver de sus diásporas, y no en lo que hoy es el estado soberano de Israel. Exigir lo contrario, o sea recalcar que debe crearse un estado palestino, pero exigir que los palestinos dispersos por el mundo y sus descendientes  puedan instalarse en lo del vecino, Israel, y no en ese nuevo estado palestino, despierta sospechas.

Hablar de Israel como estado del pueblo judío, no es una forma de preparar el terreno para echar a los árabes ciudadanos de Israel. ¿Acaso la intención palestina y árabe en general al rechazar la exigencia israelí aquí planteada, es que el futuro estado palestino sea de los palestinos  y que Israel sea definido como un estado binacional judeo-árabe?

Pues podrá parecernos que Netanyahu cometió un error al elevar ahora este tema como condición, pero nos parece  un horror que  los árabes se oponen y sostienen tan tajantemente que nunca reconocerán a Israel como estado del pueblo judío. No es una señal alentadora.

Si la intención es separar entre la situación política ya irreversible – la existencia de Israel- y el derecho histórico del pueblo judío a su tierra ancestral, es preocupante.  Los judíos no son colonizadores extranjeros en la tierra de Israel. Son sus hijos, desde siempre. Por algo antes de que el Imperio Romano cambie el nombre a su provincia y la denomine Palestina, la tierra hoy en disputa se llamaba Judea, la tierra de los judíos.

Estando ahora en los umbrales de Iom Kipur, el día del Perdón, en el que según el Judaísmo Dios da a todo ser humano la oportunidad de rectificarse y comenzar de nuevo siempre y cuando tenga buena y sincera intención, abriguemos la esperanza de que la continuación de las negociaciones entre las partes disipen las dudas y abran caminos hacia un futuro mejor.

Pero esto funcionará sólo si se controla decididamente a los extremistas, que continúan intensificando en los últimos días el disparo de cohetes Qassam y morteros desde la Franja de Gaza hacia el sur de Israel e inclusive de misiles Grad hacia Ashkelon y proyectiles  con fósforo blanco. Poco antes, transmitieron por la  televisora “Al Aksa” de Hamas una película  en la que prometen que “sólo la guerra santa liberará nuestra tierra”, “destruyen” el Banco Central de Israel y la Suprema Corte de Justicia, entran triunfalmente en la avenida central de Tel Aviv que aparece llena de banderas palestinas, y hasta ocupan el lugar del informativista central en el noticiero de mayor teleaudiencia, en el Canal 2 de la televisión israelí.

Por si todo ésto no alcanza para aclarar las intenciones de Hamas , la organización emite comunicados tajantes, de sus voceros “políticos” y militares. Ahmad Jaabari, el jefe del brazo armado de Hamas Izz al Din al-Qassam, aclaró que “sólo por las armas defenderemos  nuestra causa”. Y Fawzi Barhum, portavoz de Hamas, no deja lugar a dudas acerca del enfoque general: “Las negociaciones son un pecado, un peligro para el consenso palestino”.

Afortunadamente, por más discrepancias que siga habiendo y por más desconfianza que Netanyahu y Abbas aún se tengan, cuando el Presidente palestino habla, su tono es distinto del adoptado por Hamas. Ayer, en Ramallah, dijo  que “no hay alternativa al proceso de paz y continuaremos los esfuerzos por llegar a buenos resultados”.

La llegada a la meta, aún no es  asegura. Pero el camino lo deben fijar, juntos, en ese tono, Netanyahu y Abbas. El otro, el que quiere determinar Hamas, no sube montañas sino que conduce a precipicios.

 

 
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