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| miércoles noviembre 20, 2024

Europa ante el fenómeno del integrismo


No cabe duda que el 11 de septiembre de 2001 fue la primera y gran acción de guerra contra Occidente -muy particularmente contra las democracias occidentales- por parte del integrismo radical.

El 9/11 marcó el punto de inflexión en las relaciones con los países del Oriente Medio. Ese mismo Occidente, transcurridos mas de ocho años continúa sabiendo muy poco del yihadismo militante. A menudo se aprecia confusión entre Islam, arabismo e islamismo y es notoria la ausencia de elementos de juicio para conceptuar con objetividad cuál es realmente el contexto en el que se desarrolla y proyecta el integrismo.

Una característica significativa del Islam es la no separación entre política y religión. Concretamente, el Islam es un modo de vida, una organización política. En tanto que el islamismo es una fuerza ideológica-militar. Esto explica su exitosa expansión por Oriente Medio, Norte de África, Sur de Asia y Europa Occidental y, aunque nació en el mundo árabe y el árabe es su lengua común, el 68% de los 1.400 millones de personas que profesan el Islam no son étnicamente árabes. Por tanto, uno de los errores más frecuentes es creer que ambos términos (árabe y musulmán) son sinónimos. Por caso, Indonesia es un país islámico de los más importantes en el mundo musulmán y no está situado en Oriente Medio ni sus ciudadanos son étnicamente árabes. Tal confusión, desconocimiento y prejuicios, entre otros, han contribuido al difícil reconocimiento del fenómeno del integrismo radical.

Entender la cosmovisión del integrismo no es complicado para quien lo quiera ver despojado de las gafas de la miopía ideológica. Los fundamentalistas opinan que los sistemas políticos han fracasado y no han sabido responder a los retos del siglo XX. Esas agrupaciones, como la que encabezan los Talibanes en Afganistán, tienen como meta volver a las fuentes primigenias del Islam: el Corán, la sunna (tradiciones de Mahoma) y la sharia (ley islámica), a la vez que promueven el rescate de los valores propios e intrínsecos de la religión, la restauración del Estado Islámico y el rechazo a toda innovación. En virtud de lo anterior, su lucha es tanto contra Occidente como contra los regímenes laicos de los propios países árabes a los que consideran apostatas.

La comprensión por parte de funcionarios de la UE en relación al tema de la democratización del mundo árabe, al igual que lo referido a la expansión de la yihad militante y el avance de la ideología integrista en Occidente no solo es acotada sino que es incompleta. Muy poca dirigencia europea tiene en claro que si no fuera Irak, Gaza o Afganistán, sería Somalia, Argelia, Chechenia, Londres, Paris, Madrid o Frankfurt. Se ignora que «el integrismo no es una reacción determinada ante un punto de controversia», por el contrario, «es una fuerza de combate ideológico-militar con una visión del mundo a la que aplican sus estrategias fundadas en la teocracia que sostienen a partir de una severa y perjudicial distorsión de las creencias religiosas». El hecho de que Estados Unidos haya ido a Irak y Afganistán en la era del ex presidente George Bush e incluso la decisión del actual presidente Barak Obama de enviar 30 mil soldados adicionales allí y si ello ha sido o no acertado es otra discusión. Ni Irak ni Afganistán crearon yihadismo, todo lo contrario, los yihadistas son la prolongación de la guerra en Irak donde el mundo pudo apreciar sus tácticas y operaciones, y más aún, pudo conocer que existían.

Las elites políticas europeas interesadas en preservar sus países de esta problemática deberán responder con políticas adecuadas para proteger sus intereses nacionales y sus ciudadanos dentro del marco legal y con las herramientas que las instituciones democráticas ofrecen.

Pero previamente debe haber concientización respecto del problema, entonces si, en una segunda fase podrá ser abordado con éxito. Los integristas son innovadores y no escatiman recursos materiales al momento de avanzar en sus planes, menos aun si tenemos en cuenta que los autores identificados de los ataques a los buses de Londres eran personas nacidas en Inglaterra, este dato nos muestra que el balance europeo no ha sido malo para la yihad global. ¿Por qué seria malo intentar ampliarse a otros países de Europa donde existen gobiernos considerados blandos por los yihadistas? Se trata de una guerra; ellos lo saben y están tratando de utilizar todos sus recursos disponibles para desarrollarla y ganarla.

En consecuencia, la primera medida a tomar por la dirigencia europea debería ser la de neutralizar su instrumento más poderoso: «la ideología», si se identifica claramente esta ideología y se educa a los ciudadanos y al público en general, se podrá luchar con éxito contra ella. No hay que olvidar que las matanzas diarias de musulmanes a manos de otros musulmanes en ataques suicidas en Oriente Medio no es el principal factor de debilitamiento de la doctrina integrista de Al-Qaeda o de otros grupos radicales a los ojos de los islamistas, contrario a ello, es la propia incapacidad de Al-Qaeda y el Taliban para derrotar a los infieles como prometió a sus adherentes y seguidores, y ello es así, aunque esto no es comprendido cabalmente por algunos sectores de la elite política de Europa. Esta realidad es diferente dentro la opinión pública y la dirigencia del mundo árabe, y aunque ella está dividida, los que apoyan a los integristas no han cambiado sus ideas al respecto, pero también hay muchos musulmanes con ideas de libertad y democratización de sus sociedades que están criticando las acciones de Ben Laden o los juicios y ejecuciones de disidentes, homosexuales, mujeres y menores de edad en Irán.

Esos ciudadanos musulmanes que se oponen a estas cuestiones son quienes generan los mayores signos de debilidad en grupos como Al-Qaeda o en el régimen iraní, los daños suelen ser tantos como si se los enfrentara militarmente, recuérdese la reacción popular de la «revolución verde» ante la controvertida re-elección del presidente Ahmadinejad en junio pasado.

No obstante, muchas personas en Occidente podrían ser consideradas como simpatizantes de la causa del islamismo militante solamente por sus posiciones anti-imperialistas, anti-sionistas, judeofobas o por su oposición ideológica a los EE.UU. y a los países desarrollados de Europa Occidental; pero muchas de estas personas, no son capaces de dar una respuesta razonable sobre la naturaleza de la ideología que apoyan, por el contrario, ellos esquivan el debate realista imponiendo su visión propia de la realidad ante los hechos y las acciones que los integristas ejecutan contra los propios ciudadanos árabes, ello ocurre generalmente por la influencia de la ideología hostil que profesan hacia el propio Occidente del que forman parte.

Del mismo modo, muchos intelectuales son renuentes a aceptar la realidad de que el integrismo es «una ideología y un movimiento», no pocos analistas y expertos focalizaron el problema –erróneamente- en diferentes direcciones tratando de explicar el fenómeno lejos de sus raíces históricas.

Tal vez el desconocimiento de la lengua árabe, la falta de experiencia sobre el terreno, como también la ignorancia intelectual en relación a la idiosincrasia y cultura del mundo árabe en general hayan tenido efectos negativos en los analistas occidentales al momento de abordar comprensivamente esta situación. Muchos de estos intelectuales adoptan y refieren conclusiones ajenas a la esencia del integrismo radical confundiendo a menudo «Islam o creyentes musulmanes» con «islamismo e islamistas». En el debate político árabe no hay tal cosa. La realidad es simple: más allá de Al-Qaeda y otras organizaciones similares, «el integrismo radical es una ideología global llamada yihadismo» y ella no guarda relación con la naturaleza del Islam o con los millones de creyentes musulmanes.

Del mismo modo, se entiende que los referentes de grupos radicales como Osama Ben Laden sólo son personas a quienes la historia les deparó un tiempo de protagonismo dirigencial en sus movimientos políticos y grupos comunitarios. Pero la fuerza de la ideología que encarnan los trascenderá en el devenir de la historia, ellos un día no estarán, pero la ideología seguirá generando y produciendo nuevos líderes en sus respectivos movimientos. Así, Al-Qaeda es vista como una organización central para los integristas en todo el mundo, donde la mayoría de los grupos militantes ve en ella el «centro de gravedad de sus ideas».

Lo cierto es que Europa todavía tiene por ganar una guerra de las ideas contra el integrismo militante si es que desea ayudar verdaderamente a llevar la democracia y la libertad al mundo árabe y proteger a sus propios ciudadanos como pregonan algunos de sus gobiernos.

La verdadera batalla se encuentra dentro de la antigua y culta Europa, de sus medios de comunicación, de su opinión pública, sus académicos y principalmente, entre aquellos que niegan el conflicto y los que quieren abordarlo con responsabilidad.

No solo Al-Qaeda, también los Talibanes y demás grupos integristas serán vencidos cuando se reconozca que hay una ideología violenta que confronta con la libertad y neutraliza el modernismo desde sus fundamentos teocráticos estructurales. Y no se trata de cuestiones de doctrina religiosa o de ataques al Islam con bajezas y orquestadas campañas de desprestigio, por el contrario, se trata de su rescate ya que hay una gran mayoría -de millones de musulmanes- en todo el mundo que no adhiere al islamismo militante y es la primera victima involuntaria de esos postulados.

Por otra parte, aplicada en sus propios países, cada pueblo tiene la libertad de vivir en la manera que desee, y sus gobiernos la potestad y la obligación de gestionar políticas que ofrezcan a sus ciudadanos la mejor forma de vida. Pero cuando esas políticas y esa ideología confronta la estabilidad y la paz mundial desde dentro y fuera de sus países, cuando se anula la idea de libertad en sus sociedades y los derechos de las personas son arrasados por los que se dicen sus representantes en la defensa de aquellos; es allí cuando esa ideología se torna peligrosamente violenta y expansionista y se convierte en el elemento que hay que tomar en cuenta, y para ello, en primer lugar, los mejores aliados en esta confrontación son los mismos musulmanes en el Oriente Medio y en segundo lugar la clase política-dirigente en Europa. Estos actores son de vital importancia, cada uno en sus escenarios locales. A falta de que esto suceda, se tratará de un círculo vicioso y de sucesivas y estériles batallas militares, de una guerra sin solución ni final.

La implementación de políticas exitosas de contención y neutralización del fenómeno de infiltración en el continente europeo debe realizarse prescindiendo de cuestiones ideológicas que hacen perder el foco de la problemática, la democracia, los derechos humanos y la libertad no son propiedad de derechas o izquierdas. La respuesta al problema no está en apoyar o rechazar intervenciones militares acompañando o repudiando una invasión, sino que depende de otros instrumentos del poder institucional para prevenir las operaciones del integrismo y su influencia en el mundo.

Observando el escenario actual, una estrategia de contención ante la avance del radicalismo militante debería tener sentido para los gobiernos europeos. La naturaleza del problema hace que deba ser instrumentada una política madura y sólida en relación a la materia; es peligroso no disponer de un marco legal de neutralización, es peor ignorar y podría ser catastrófico esquivar el debate sobre la esencia de un tema, de tal importancia y, relativo a la seguridad continental. Los integristas no disponen de una gran fuerza militar y es de esperar que no dispongan un día de armas nucleares.

Cuando refiero a políticas de contención, no significa una estrategia de contención militar restrictiva de las libertades individuales de los ciudadanos europeos ni de los inmigrantes, menos aun que se afecte los derechos de las personas en general. No se necesita la aplicación del estado de excepción. Lo que se debe hacer, es pensar muy cuidadosamente el camino a tomar y los medios con los cuales impedir que el integrismo pueda aumentar su influencia dentro de los países europeos y sus sociedades como lo hace a través de la violencia en países del Oriente Medio. Seguramente en el futuro y a largo plazo el integrismo como ideología será derrotado, la yihad global no ganará, pero no se debe obviar la aplicación de las medidas con las que se asegure que ella no obtenga la victoria. Como sea, la derrota y el principio del fin del integrismo a nivel global habrán de tener lugar cuando los ciudadanos de los pueblos árabes rechacen con claridad y decisión a personas como Osama Ben Laden, Ayman Al-Zawahiri y otros, y en la misma medida sea descartada la ideología y la doctrina que ellos encarnan en su mentalidad militarizada y extrema.

Considero que hay analogías que pueden extraerse en el caso del integrismo con «la Guerra Fría». La ex Unión Soviética perdió esa Guerra en gran parte a causa de la falta de desarrollo interno dentro de la Unión Soviética misma. El pueblo ruso fue quien ganó la Guerra Fría. No fue Ronald Reagan en persona quien ganó solo esa guerra, fueron los disidentes de la ex Unión Soviética y los de Europa Oriental. Fueron también los gobiernos de Europa Occidental y hasta el Papa Juan Pablo II quienes colaboraron en esa derrota del comunismo soviético, todas esas personas demostraron que el sistema soviético no tenía ninguna legitimidad y no podía prosperar, eso fue decisivo para que la dictadura soviética implosionara y se derrumbara junto al indecente Muro de Berlín.

Contraponer a la expansión de ideologías como la que se estimula en las madrazzas de la yihad hace imperioso que no deban faltar los valores que consagran y reconocen que los derechos de cada persona tienen un límite infranqueable que debe respetarse y que está marcado por la frontera donde comienzan los derechos de los demás. La verdad y el respeto, y no la recreación arbitraria de los hechos, debe imperar en las relaciones cotidianas que los hombres mantienen unos con otros y ello también en el plano de las relaciones sociales e institucionales entre Oriente y Occidente. Otro principio básico que no puede ni debe faltar, es el respeto por la propia historia y las grandes tradiciones nacionales. Cuanto más se acerca uno a los matices derivados de interpretaciones, más se desvirtúa y falsifica la historia , más se erosionan los cimientos de las sociedades democráticas en favor de las ideas totalitarias y más se extiende la desorientación y la ignorancia del público y la ciudadanía. La historia, como es sabido, es en sí misma una fuente permanente de valores y es también una guía de orientación para las conductas públicas y privadas.

Es imperativo redescubrir los valores que se encuentran en las raíces de un Occidente democrático independiente y libre. Un mundo sin valores es un mundo vacío. En esta guerra de las ideas, Europa y Occidente todo, si se considera democrático y ama la libertad, deberán trabajar con la firme convicción de reconocer y asumir en su totalidad los grandes valores humanos, espirituales y sociales que preceden lo mejor de su historia, sus tradiciones y su cultura.

http://www.georgechaya.org/fenomeno.htm / http://www.infomedio.org/

*George Chaya BA in History, escritor, docente y analista político internacional experto en asuntos de Oriente Medio e Ibero América. Escribe regularmente para periódicos de España y los Estados Unidos. Su website personal http://www.georgechaya.org se encuentra entre las más visitadas en la materia y sus conferencias sobre geopolítica y el conflicto árabe-israelí suscitan alto interés y convocatoria de intelectuales, dirigentes comunitarios, profesionales, estudiantes y publico en general.

 
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