Brasil se viene metiendo en camisa de once varas con su acercamiento a Irán. Mientras ajustan para el 23 de noviembre los detalles de la visita de Estado del presidente Mahmud Ahmadineyad, algunos trascendidos empiezan a erizar la piel a países vecinos, EE.UU. e Israel.
En primer lugar, la cuestión de los pasaportes. Brasilia y Teherán estarían por acordar la supresión recíproca de visados para ciudadanos de ambos países. Si bien fue el vicecanciller iraní, Alireza Salari, quien dio esta versión hace pocos días a un medio brasileño, fuentes de Itamaraty le explicaron a Ámbito Financiero que Brasil siempre trata de despejar el tema de los visados «toda vez que se busca afianzar una relación bilateral».
En cambio, en Washington, desde una de las oficinas del Gobierno de Barack Obama que mira atentamente los movimientos de Irán en la región, deslizaron a este diario su convicción de que esa negociación se está reajustando: se eximiría de visas sólo a diplomáticos y funcionarios de ambos países.
Un «downgrade» provocado, sin dudas, por las voces que se alzaron airadas dentro y fuera de Brasil. Como la de Sergio Widder, director para América Latina del centro Simon Weisenthal, para quien la exención de visado, sea para ciudadanos o para funcionarios, es «siempre una amenaza». «Y no sólo para la colectividad judía», dice ante la consulta de Ámbito Financiero, «sino para Sudamérica y sus democracias, porque es un sistema que el régimen de Ahmadineyad no respeta ni dentro de Irán».
Widder, además, se ocupa de recordar la triste «liaçon» entre iraníes, Brasil, la Triple Frontera y la voladura de la AMIA en 1994. «Sabemos -continúa- que en ese atentado contra la sede de la AMIA hubo una conexión iraní desde el lado brasileño de la Triple Frontera». «¿Cómo, entonces, podemos quedarnos quietos frente a la perspectiva de que Brasil les dé libre acceso a agentes iraníes en la región, aun limitándolo a funcionarios, cuando, justamente, un funcionario como Moshen Rabani, nombrado para la embajada en Buenos Aires semanas antes del atentado de 1994, tuvo participación en esa masacre?», pregunta. «Y no olvidemos que un ex presidente, un ex canciller y un actual ministro de Defensa iraníes tienen orden de captura internacional por este hecho», añade.
Aunque los gobiernos de Lula y de Ahmadineyad vienen poniéndole paños fríos a la primera visita de un líder iraní a Brasil con el argumento de que es «para potenciar el comercio bilateral y llevarlo de 1.300 a 15.000 millones de dólares», entre los posibles acuerdos por firmar -en medicina, petróleo y gas-, preocupa el de la energía nuclear.
Es que no basta con que el canciller persa, Manoucher Mottaki, haya dicho que Irán y Brasil tienen la misma opinión sobre energía nuclear, por la que están «de acuerdo en que todos los países tienen derecho a emplearla en forma pacífica». Lula, además, durante la cumbre del G-20 de setiembre en Pittsburgh, se sinceró ante el mismo Obama sobre la «visión independiente» que comparte con su colega iraní. Pero la generosidad de Obama al momento de darle soga a Lula en temas tan delicados no llega a tanto.
Por eso, el Departamento de Estado envió a Brasilia a Susan Burk, encargada especial para Desarme y No Proliferación Nuclear. De acuerdo con Folha de Sao Paulo, la funcionaria de Washington no consiguió que Itamaraty modificase su posición -que comparte con Teherán- en dos puntos por reformar en el Tratado de No Proliferación Nuclear: la creación de un banco mundial de combustible nuclear, a ser regenteado por la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica) y que controlaría el flujo y comercio de uranio, y la adhesión a los llamados protocolos adicionales al TNP. Brasil dice que un control de la AEIA sobre el uranio atenta contra la soberanía nacional.
Lo que no dice es que, entre los acuerdos comerciales por firmar durante la visita de Ahmadineyad estaría el de exportar esta materia prima a Irán.
Brasil es el sexto productor mundial de ese mineral y estaría así por ingresar al mismo club de proveedores con Bolivia y con Venezuela. Con la salvedad, claro, según recalcó a este diario hace algunos días el ministro de Defensa de Brasil, Nelson Jobim, de que «no hay ninguna posibilidad de establecer acuerdos nucleares de ningún tipo con Irán».Washington, mientras tanto, no deja de mirar, con preocupación, este nuevo vector que los iraníes se disponen a abrir en Sudamérica.
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