No sabrán lo que es el placer, padecerán reglas muy dolorosas, fístulas, tumores y partos terribles
Las fotos de Salvador Enrich son de una belleza hiriente, inundadas del intenso arco iris de África, pero tocadas por el dolor de la denuncia. Son las fotos de los gritos de África, convertidos en imágenes por el toque genial del fotógrafo. También hay vida y alegría, pero cuando lloran, sus fotos sangran. Es por ello que este artículo sobre la mutilación genital no superará, ni en sus mejores intentos, la fuerza que tiene una sola foto del horror. Una mirada angustiada, una niña que grita desgarrada, una mujer con una gillette, y la instantánea capta el fragmento de segundo, con la precisión de un cirujano. No hay mucho más por decir. Pero…, no sobran las palabras, incluso cuando llegan con la humildad del relleno. No sobra decir que hay millones de mutiladas. Que algunas de ellas, las que tienen más suerte, sólo sufrirán la mutilación del clítoris. Otras sufrirán la infibulación cuando tengan entre 2 y 7 años, cuya definición médica es tan terrorífica como fría: «mutilación de los genitales femeninos, consistente en una clitoridectomía seguida por el cierre vaginal mediante sutura. Solamente se deja una pequeña abertura para la emisión de orina y descarga de la sangre menstrual». No sobra decir que la mutilación se practica de cualquier manera, en cualquier lugar, sin otra medida higiénica que la falta absoluta de medidas. No sobra decir que muchas de ellas sufrirán gangrena y morirán antes de ser adolescentes. No sobra decir que millones de mujeres, después de haber sido tan brutalmente violentadas, no sabrán nunca lo que es el placer, padecerán menstruaciones muy dolorosas, fístulas, tumores y partos terribles. No sobra decir que serán sus propias madres, mutiladas ellas mismas, quienes crean que mutilarlas es la mejor forma de protegerlas. No sobra decir que sus hombres no las querrán si no han sido purificadas. No sobra incluso decir que en países como Egipto, donde la lucha contra esta lacra que afecta a más del 90% de la población femenina, ha sido enconada, aún no se ha conseguido ni tan sólo llevar la práctica a los hospitales. Aunque cabe destacar la lucha de las feministas egipcias, quizás las más avanzadas del mundo islámico. Pero también avanza la presión de los sectores integristas, abiertamente favorables a mantenerla. No sobra decir, en definitiva, que en Europa también se mutila, a pesar de las leyes que lo castigan severamente.
No puedo evitar pensar que fracasamos contra esta lucha porque los derechos que afectan a las mujeres no están en la agenda de ningún líder democrático. La mutilación es uno más de esos derechos destruidos, una más de las violencias. Y mientras no esté en las prioridades políticas, será invisible. Como invisible es el grito de una niña a la que extirpan su intimidad. Cada 15 segundos, una de ellas. ¿Cuántas, mientras han leído ustedes este artículo?
Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
09/11/2009
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