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| domingo diciembre 22, 2024

El cristianismo, la fe de las minorías más perseguidas en muchos países


En lugares como Irán, Gaza y Sudán, pero también en la India, Paquistán y otros países asiáticos, las comunidades cristianas son hoy las víctimas de lo que el autor llama una «ola de fobia», que se traduce en ataques violentos, persecución y muerte

Bernard-Henri Lévy

Para LA NACION

Domingo 2 de enero de 2011

En una reciente entrevista con la agencia española EFE, afirmé que los cristianos constituyen hoy la comunidad más sistemática y violentamente perseguida en el mundo, y que sus perseguidores disfrutan de una total impunidad.

Mis palabras causaron sorpresa.

Aquí y allá incluso provocaron algunas reacciones.

¿Y sin embargo?

Basta ver Paquistán, donde Asia Bibi fue condenada a la horca -en base a una ley que castiga la blasfemia y cuya abolición nadie está esforzándose seriamente por lograr- por haber, supuestamente, insultado al islam y al profeta Mahoma.

Basta ver a los católicos que quedan en Irán. Pese a que el gobierno dice lo contrario -y pese a que el país dio la bienvenida al cardenal francés Jean-Louis Tauran en Teherán y Qom-, estos católicos tienen prohibido practicar abiertamente su religión.

Por supuesto que está el caso de Gaza pero también el de la Palestina de Mahmoud Abbas, lamentablemente, donde recientemente un joven blogger, Waleed al-Husseini, hijo de un peluquero en Qalquilya, fue encarcelado por el simple crimen de atreverse a criticar al islam.

También en Sudán: aún puedo recordar a John Garang describiéndome, cinco años antes de su muerte en Juba, la interminable guerra de exterminio encabezada por islámicos radicalizados en el norte contra los cristianos (y otros no musulmanes) en el sur y donde, este mes, el cardenal Gabriel Zubeir Wako, arzobispo de Khartum, evitó por poco ser asesinado mientras celebraba una misa al aire libre en esa ciudad. Los cristianos evangélicos de Eritrea, los más pobres entre los pobres, a quienes la junta acusó de organizar un golpe de Estado, previo a comprometerse a «purgar» al país de cristianos antes de Navidad.

Los sacerdotes católicos que fueron asesinados a las puertas de sus iglesias, como el padre cristiano Bakulene, sacerdote de la parroquia de Kanyabayonga, en la República Democrática del Congo, que fue asesinado el 8 de noviembre por hombres de uniforme, todos ellos llevados a la locura por la misma teoría conspirativa.

La fobia anticristiana orquestada en Nueva Delhi por parte de los fundamentalistas hindúes de Vishwa Hindu Parishad y por los regímenes totalitarios aún existentes en Cuba, Corea del Norte y China, donde los fieles son oprimidos, encarcelados o encerrados en campos de concentración.

Las luchas de los cristianos en Argelia, sobre lo que se nos llamó la atención nuevamente con el hermoso film de Xavier Beauvois Des Hommes et Des Dieux («De Dioses y Hombres»). La de los cristianos coptos en Egipto, donde, no importa lo que se diga, el islam sigue siendo la religión oficial del Estado.

Por no mencionar el asalto del 31 de octubre de un comando de Al-Qaeda contra la Catedral de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Bagdad, en medio de la misa, cuando 58 fieles fueron asesinados, muchos de ellos mujeres y niños.

Sé muy bien que, en la mayoría de esos países que he mencionado, el destino de los judíos, por ejemplo, fue decidido hace mucho, y si hoy se mata a menos de ellos allí que en el pasado, quizás sea porque no quedan demasiados.

Y obviamente no puedo bajar la guardia frente a todas las manifestaciones de anti-semitismo convirtiéndose sibilinamente en un antisemitismo que tiene menos que ver con los judíos mismos que con una visión abstracta de Israel como el rostro mismo del diablo. Tampoco me cuento entre quienes buscan excusas (la crisis financiera, el desempleo rampante, la búsqueda de un chivo expiatorio) para explicar la creciente fiebre racista que, en las democracias europeas e incluso en Estados Unidos, toma como blanco a las minorías árabe, turca y, nuevamente, a los gitanos (Roma).

Simplemente estoy diciendo que en algunas partes del mundo el antisemitismo, gracias al cielo, ha sido al fin declarado un crimen y como tal registrado y castigado.

Estoy diciendo que los prejuicios antiárabes o antigitanos, por suerte, son ahora estigmatizados por organizaciones como SOS Racismo, a cuya creación estoy orgulloso de haber contribuido, junto con Coluche, Simone Signoret y muchos otros, hace 25 años.

Y afirmo por otro lado que, frente a la persecución masiva de cristianos -con el escándalo, por ejemplo de Argelia, donde se obliga a las mujeres cristianas de Cabilia a casarse o ir presas-, frente a la lenta pero segura eliminación de los últimos vestigios de iglesias cristianas que tanto han contribuido a la riqueza espiritual de la humanidad (el Papa Benedicto XVI, parafraseando a la Torá, las llamó «los últimos restos»), de pronto no se encuentra quién los y las defienda.

Y por tanto debemos escoger una de dos cosas.

Adherir a la tonta y criminal doctrina de la competencia entre víctimas: cada grupo tiene sus muertos, su memoria colectiva y cada uno se preocupa por sus pérdidas.

O nos negamos a aceptarlo. Reconocemos que el corazón tiene capacidad para albergar muchas compasiones, muchas penas, sentimientos diversos pero de todos modos fraternales de solidaridad, y denunciamos con la misma energía (casi escribo «la misma fe») este odio global, esta marejada asesina que está victimizando a los cristianos. No debemos permitir que su estatus del pasado como miembros de la religión dominante -o al menos la más poderosa- nos impida ver las cosas con claridad.

¿Es permisible el asesinato cuando las víctimas son los fieles del «papa alemán»? ¿Es permitido oprimir, humillar, torturar en nombre de otra guerra de civilizaciones, no menos odiosa que la primera? No. En estos tiempos debemos defender a los cristianos.

© 2010 Bernard-Henri Levy

Bernard-Henry Lévy

Conocido en Francia como BHL, el más controvertido y mediático de los «nuevos filósofos» nació, en realidad, en Argelia, en la región francesa, en 1948. Hijo de un acaudalado empresario judío y educado en las mejores instituciones, tuvo entre sus mentores a Derrida y Althusser. Ha trabajado como periodista y editor, y también incursionó en la literatura. Judío y ateo, izquierdista confeso, siempre está en el centro de la polémica por sus posiciones extremas, ya sea en su defensa del judaísmo, de las políticas de Israel o por su antiislamismo. En su nutrida producción se cuentan, entre otras, La barbarie con rostro humano, La ideología francesa , El siglo de Sartre y Ese gran cadáver caído de espaldas , frase utilizada por Sartre para calificar a la izquierda de 1960. Su última obra se titula Left in dark times: a stand against the new barbarism (En tiempos oscuros: un posicionamiento contra el nuevo barbarismo) .

 
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