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| viernes noviembre 22, 2024

Voyeurs complacientes


Egon Friedler

La Republica. Uruguay.
 
medioorienteEl mundo parece contemplar la rebelión de los pueblos del Medio Oriente como un gran espectáculo. El tono dominante de la prensa y la opinión pública en la mayoría de los países es de gran simpatía. Al parecer, finalmente contemplamos el triunfo de la libertad y la democracia en el mundo árabe. La gran platea universal sigue los acontecimientos con gran interés pero escaso compromiso.
 
Nadie se excita ni se pone nervioso. Sin duda, la gente celebra la caída de Mubarak pero son pocos los que se preocupan por lo qué va a suceder con su sucesión ni desea recibir noticias que empañen la imagen idílica de la revolución popular egipcia. Hechos tales como la salvaje violación de la periodista norteamericana Lara Logan por parte de 200  manifestantes egipcios al grito de “Judía” reciben muy escasa difusión.

Tampoco se ha difundido demasiado la explicación dada a esta bárbara agresión por parte de algunos periodistas: Egipto es una sociedad profundamente misógina.  Según una investigación del Centro Egipcio por los Derechos Femeninos el año pasado el 83% de las mujeres locales y el 98% de las extranjeras han sido molestadas en la calle. 

Nadie se ha alarmado tampoco por el hecho de que el primer gran orador que habló ante un público masivo en la plaza Tahrir en la era “post-Mubarak” fuera el predicador islamista televisivo, Yusef al-Qaradawi, ideólogo de los Hermanos Musulmanes y recalcitrante antisemita. Entre otras cosas, este orador torrencial que dice ser moderado y partidario de la democracia, sostiene que “Alá a lo largo de la historia ha hecho castigar a los judíos por su corrupción. El último que ha cumplido con este mandato divino fue Adolfo Hitler”. Qaradawi también habla contra los castigos físicos regulares a las mujeres. El considera que esta práctica es imprudente. En un reportaje a la revista alemana “Der Spiegel” explica “Los golpes no son efectivos con todas las mujeres, pero pueden ser útiles en algunos casos”. En cambio, en otro contexto, el jeque acepta la igualdad de derechos. Por ejemplo, él aprueba que una mujer se inmole en un café israelí sin pedir permiso a su marido”.
Las revelaciones de Wikileaks han mantenido muy ocupada a la prensa mundial. Pero algunas revelaciones obtienen más publicidad que otras. Por ejemplo, no ha tenido ninguna publicidad la noticia de que los militares egipcios después de más de treinta años de paz con Israel siguen considerando a Israel como la principal amenaza estratégica que debe enfrentar su país. Un artículo titulado sugestivamente  “Por supuesto, Israel es el enemigo de Egipto” y firmado por Khalid Amayreh trata el tema. Está publicado en el sitio oficial en idioma inglés de los Hermanos Musulmanes y entre otros conceptos dice : “Es cierto que Egipto, especialmente debido a razones económicas y otras, tuvo que firmar el infame acuerdo de Camp David, que solo puso fin formalmente al estado de beligerancia entre Israel y el más grande y poderoso país árabe. Pero también es cierto que la vasta mayoría de los egipcios continúa odiando a Israel a quien ve como una entidad criminal pese a los sobornos norteamericanos para tratar de crear una buena química entre egipcios e israelíes”.
Por supuesto, el articulista no explica de qué manera la hostilidad, el odio e incluso una nueva guerra con Israel pueden ayudar a solucionar los problemas de la corrupción, del desempleo masivo, la falta de horizontes de la juventud  y el atraso cultural egipcios. 
A esta altura de los sucesos del Medio Oriente, ya no resulta sorprendente que los pueblos se subleven contra sus líderes autoritarios o despóticos. Lo que sorprende es la escasa reacción del mundo ante los regímenes represores más duros y crueles : Irán y Libia. Hasta ahora no nos llegó ninguna noticia de manifestaciones en Occidente o de declaraciones de intelectuales contra las golpizas, los arrestos masivos y las muertes de los opositores en Irán. Tampoco a nadie parece haber considerado necesario condenar la participación de 1.500 integrantes del Hezbollah libanés en la represión de los contrarios al fascismo teocrático de Teherán. 
Pero ni la situación dramática de Libia donde el número provisorio de muertos llega a 600 parece haber conmovido a la conciencia colectiva. Las Naciones Unidas se han ocupado una vez más de los asentamientos israelíes en Cisjordania, pero en el momento de escribir estas líneas no hay aún noticias acerca de una intervención internacional para frenar la masacre que el asediado dictador libio está perpetrando contra su pueblo.
No es la primera vez que las Naciones Unidas son complacientes con el régimen de Kaddafi.  En 1996, el excéntrico jefe de estado sin título, mandó matar a unos 1.200 prisioneros, la mayoría opositores políticos. Nunca ningún organismo, y menos el “benemérito”Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidos condenó el crimen. 
Indudablemente en este mundo hay unas víctimas que tienen una mejor suerte póstuma que otras. Lo que cuenta son los votos, no la justicia. Los idealistas se terminaron. Los que hoy mueven a la opinión pública son los profesionales de la indignación. 

 
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