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¿Puede el mundo árabe dejar el antisemitismo atrás?


Richard Cohen

The Washington Post

Lunes, 28 de febrero de 2011 

antisemitismoDurante la Segunda Guerra Mundial, el líder de los palestinos vivió en una villa de Berlín, un regalo de un muy agradecido Adolf Hitler que, claramente, hizo que su dinero valiera. Haj Amin al-Husseini, el gran muftí de Jerusalem y, como tal, el líder titular de los palestinos musulmanes, irradiaba propaganda nazi para Medio Oriente, reclutaba musulmanes europeos para las SS, se regocijaba con el Holocausto y, después de la guerra, pasó a representar a su pueblo en la Liga Árabe. Murió algo ignorado, pero nunca repudiado.

Husseini pudo haber sido un nazi de alma, pero también era un nacionalista palestino con genuino apoyo entre su propia gente. Los aliados, originalmente, lo consideraron un criminal de guerra pero, para muchos árabes, sólo era un patriota. Su anti-semitismo exterminacionista no fue considerado demasiado repugnante ni tan excepcional. El mundo árabe está saturado de odio al judío.

Parte de este odio fue plantado por Husseini y parte existe desde hace largo tiempo pero, en cualquier caso, sigue siendo una notable, aunque inadvertida, característica del nacionalismo árabe. El otro día, por ejemplo, alrededor de 1 millón de egipcios, en la Plaza Tahrir, escucharon al Sheikh Yusuf al-Qaradawi, un estimado líder religioso y figura de la Hermandad Musulmana, cuyas credenciales antisemitas son impecables. Entre otras cosas, dijo que Hitler fue enviado por Allah como «castigo divino» para los judíos. Su programa en Al Jazeera es uno de los más populares de la red de televisión.

He leído la convicción que, tanto de expertos como de periodistas, tiene que la Hermandad Musulmana se ha transformado a la causa común de Egipto (también Jordania) y que su antisemitismo no es más que un capricho extraño y arcaico, al igual que las posiciones anti-flúor de algunos conservadores estadounidenses. Espero que este sea el caso. Pero, en verdad, tengo más fe en que hay que mantenerse en la resistencia al antisemitismo que la que tengo en los dones de predicción de mis colegas. Si están en lo cierto, maravilloso. Si no, todos tenemos algo de qué preocuparnos.

El problema con las democracias es que tienden a atender a los prejuicios de la gente – no a su buen sentido. Esto explica por qué casi todas las naciones de Europa Central y Oriental se volvieron rabiosamente antisemitas cuando la democracia fue instituida después de la Primera Guerra Mundial. El antisemitismo era un sentimiento popular y fue explotado por políticos sin principios. El resultado, en Polonia por ejemplo, fue la política de declarar a los judíos – alrededor del 10 por ciento del país – personas no gratas. Para entonces, los judíos habían estado en Polonia durante sólo alrededor de 1.000 años.

Casi no hay judíos en tierras árabes – fueron expulsados después que Israel se estableciera en 1948. En ninguna parte, en Medio Oriente, es popular la paz con Israel. En ninguna parte, en Medio Oriente, el antisemitismo es considerado aberrante o extraño. Es inconcebible, para mí, que los políticos árabes no intentarán aprovechar ambos sentimientos, combinando nacionalismo con antisemitismo – un compuesto combustible e inestable. La historia instruye sobre lo que sigue.

Los líderes israelíes son muy conscientes que se enfrentan a una nueva realidad en su región. Sea cual fuere el régimen que surja en Egipto, es probable que enfríe aún más lo que ya se denomina una paz fría. Lo mismo se podría considerar en Jordania. El rey Abdullah está seguro por ahora – las tribus beduinas lo necesitan para evitar el caos – pero él también tendrá que escuchar el sentimiento popular.

Por lo tanto, ahora sería el momento propicio, para Israel, de llegar a un acuerdo con los palestinos. Soy consciente de que la solución de la cuestión palestina no satisfará a los antisemitas o a los nacionalistas árabes extremos – Israel no va a renunciar a toda Jerusalem ni, por lo demás, desaparecer – y tanto Hezbollah en Líbano como Hamas en Gaza, sólo han sido alentados por los recientes acontecimientos. Sin embargo, la creación de un estado palestino – el levantamiento de todas las restricciones onerosas sobre el movimiento palestino – quitará un poco de aire de este globo en particular y, posiblemente, mejorará el deterioro moral de Israel en Europa y otros lugares. Esto no es poca cosa.

Los críticos de Israel tienen un caso. Sin embargo, no hacen caso cuando se trata del antisemitismo árabe. La importancia de Qaradawi no puede ser tranquilizadora para los israelíes. Saben que las palabras pueden ser armas y el odio es un asesino. No obstante, desde los días de Husseini, una figura hitleriana cierta, a las naciones árabes, vergonzosamente, se les ha concedido una excepción a las normas que se esperan del resto del mundo, como si fueran niños. Si yo fuera un israelí, estaría preocupado. Si yo fuera un árabe, me sentiría insultado. Si yo fuera un crítico únicamente de Israel, me daría vergüenza.

Fuente: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2011/02/28/AR2011022805199.html?wpisrc=nl_opinions

 

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Difusion: www.porisrael.org

 
Comentarios

Buen artículo, al menos equilibrado. Veo que el autor incurre en el error de calificar a los árabes y a Husseini de palestinos, cuando esta identificación recién comenzó a tomar vigencia a partir de 1967 con la creación de una narrativa de un supuesto preexistente pueblo palestino. No obstante el equilibrio de la nota, el autor vuelve a poner el acento de las negociaciones de paz únicamente en el lado israelí, equivocándo una vez más el destinatario. Hubiera sido interesante recordar que un pueblo que es educado desde los 6 años de edad en el sistema de instrucción pública en el odio a Israel y a los judíos en general no está ni estará en condiciones de convivir pacíficamente con Israel. Lo grave es que el sistema de educación pública de los árabes palestinos está financiado por Europa y USA.

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