Tamar Sternthal
Revista de Medio Oriente
5 de Abril de 2011
A principios de este mes, Ilan Baruch, un veterano diplomático israelí renunció a su cargo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y dijo públicamente que ya no podía representar a Israel en el extranjero.
Como informó Ynet:
Ilan Baruch dice que renunció porque «la política exterior de Israel es incorrecta», y resaltó el problema palestino.
Advirtió que si esta tendencia continúa, Israel se convertirá en un estado paria y enfrentará una deslegitimación creciente.
Baruch declaró el miércoles a la televisión israelí que la posición de Israel estaba en peligro a causa de sus políticas, que según dijo eran «difíciles de explicar».
Poco después, Gideon Levy de Ha‘aretz publicó un editorial en el que elogiaba a Baruch y criticaba a la mayor parte de los integrantes del cuerpo diplomático, tildándolos de «propagandistas sin espinazo, vacíos de valores o conciencia» («Propagandistas sin espinazo«, 6 de marzo de 2011). A continuación, les ofrecemos la carta en la que el Embajador de Israel en España, Rafi Schutz, le respondía a Levy, invitándolo a abandonar su hipocresía.
Estimado Sr. Levy:
Hace poco tiempo, durante el ejercicio del gobierno actual, Ilan Baruch presentó su candidatura para el puesto de embajador en Egipto. No fue sino después de que otro candidato fuera elegido en su lugar, después de que entendiera que en los pocos años que quedan para su jubilación está estancado profesionalmente en un callejón sin salida, después de que acordara las condiciones de su retiro, únicamente después de todas estas cosas, de pronto, Baruch se llenó de audacia y heroísmo ideológico.
Estos hechos eran conocidos por todos aquellos que se interesan en la verdad y no en la propaganda. No obstante, desde el momento en que se publicó la carta de renuncia de Baruch, para mí estaba claro que esto se convertiría enseguida en una mina de oro en manos de los propagandistas anti-Israel, tanto los que viven en Israel como en el extranjero. Estoy convencido de que Baruch también lo sabía. Sabía que a pesar de que dijera explícitamente que Israel no es un estado de apartheid, aquellos que envenenan la atmósfera y difaman a Israel como si fuera un estado de apartheid sacarían provecho a su carta. Pero Baruch no es el tema de la presente carta. Él tendrá que hacer su propia evaluación personal.
Realmente, no me sorprendió. Pavlov habría disfrutado al ver cómo funciona su teoría. Las yemas de los dedos de Baruch acababan de pulsar la tecla «intro» cuando apareció el artículo en que usted lo describe como un patriota valiente y honesto. Si hubiera quedado satisfecho sólo con las palabras de alabanza, me habría reído entre dientes sin darle mayor importancia, pero por supuesto, usted no se detuvo allí. Para ampliar y aumentar aún más lo que Baruch hizo, tenía que desprestigiarme.
En su escrito fraudulento me tilda de propagandista sin espinazo, carente de valores y conciencia, henchido de sentimiento de autoimportancia y otros apelativos vergonzosos. Todo esto sin siquiera conocerme. Indagué, y mis probabilidades de ganar una demanda por calumnia en su contra son mínimas. La democracia israelí, que usted vilipendia, le concede una gruesa manta protectora de libertad de expresión. Mi honor personal y profesional pisoteado es secundario en comparación con su derecho a desprestigiarme. Desde un punto de vista objetivo, con el fin de proteger el valor supremo de la libertad de expresión, las cosas deben ser así, pero me duele que en aras de este excelso valor me vea obligado a tragar la basura que usted produce y que sólo me quede la opción de desahogar mi enfado y mi dolor.
Su escrito revela también una falta básica de entendimiento o una ignorancia con respecto a la forma en que trabajo: si tengo que criticar una política gubernamental, y a veces ciertamente tengo que hacerlo, es necesario que informe de ello a quienes me enviaron. Si no actúo así, estoy traicionando mi cargo. Si lo hago en público y no a través de los canales adecuados y privados del trabajo, entonces también traiciono mi obligación. Sin ninguna justificación, usted llega a la conclusión apresurada de que permanezco silencioso.
Su odiosa columna se tradujo (por supuesto) al español y se publicó (no es sorprendente) en Público, un periódico que es la definición de anti-Israel. España, que sabe cómo proteger su democracia, declaró ilegales a todos los partidos que mantienen algún vínculo con el grupo vasco ETA y prohibió su participación en las elecciones. Pero cuando pedimos que alejen de nuestra Knesset a aquellos que se identifican abiertamente con Hamas, la crítica contra nosotros se torna rabiosa. En este contexto y en otros, uno de los argumentos constantes de estos críticos es, «pero Gideon Levy de Ha’aretz también lo ha escrito».
Durante un tiempo, usted, Sr. Levy, ha sido un elemento valioso y una herramienta útil en las manos de quienes no están satisfechos con la crítica legítima a la posición y a las actuaciones del gobierno, sino que objetan la existencia de Israel como la nación del pueblo judío. Y usted también se gana la vida muy bien así. Traducen sus textos, lo invitan a impartir conferencias, a sabiendas de que usted les proporcionará los materiales, usted y algunos otros «personajes» israelíes cuyos nombres no mencionaré. Todos ustedes esparcen su veneno alrededor del mundo y se convierten en los niños mimados de la campaña de BDS.
Es especialmente irritante que usted se considere un disidente, una palabra que generalmente se asocia con campos de detención, tortura e incomunicación. Por el contrario, usted es un invitado codiciado en los salones occidentales y entre los caballeros con una agenda política particular, un disidente de primer nivel, con reembolsos de los gastos de viaje, y sin embargo se atreve a escribir que yo estoy henchido de sentimiento de autoimportancia. Usted es un brillante ejemplo de lo que es la proyección.
Debido a que desprestigió mi nombre en el periódico, no tengo intención de mantener esta carta entre nosotros, sino que me propongo divulgarla en la medida de lo posible. Sea cual sea su valor, entre quienes compran su propaganda, esto sólo incrementará sus acciones. Le deseo lo mejor.
Rafi Schutz
Embajador de Israel en España.
Madrid, 30 de marzo de 2011
¿Residencias opulentas, carros lujosos o ingresos bajos, una pensión?
Schutz mencionó la ignorancia de Levy con respecto al proceso que siguen los diplomáticos para expresar su desaprobación de la política gubernamental, pero hay otro error factual básico evidente en la columna de Levy. Al hablar del supuesto «engreimiento» del diplomático, Levy se refiere luego al «poder, prestigio, coches extravagantes, residencias opulentas y otras reliquias de los días de los grandes imperios», que son los privilegios de los que él cree que disfrutan los diplomáticos israelíes. Aparentemente, Levy no se mantiene al tanto de las noticias de su propio periódico, que recientemente informaba acerca de una huelga de diplomáticos del Ministerio de Relaciones Exteriores debido a las malas condiciones laborales. Tal y como informó el reportero de Ha’aretz Barak Ravid el 27 de diciembre de 2010 («Los diplomáticos israelíes protestan por los bajos sueldos y las malas condiciones de trabajo«), los trabajadores que protestaban se manifestaron en una conferencia vistiendo camisetas que decían «Soy un diplomático pobre». Yaakov Livne, del departamento de Eurasia del Ministerio de Relaciones exteriores, escribió en Ynet:
Un empleado con una maestría que se incorpora al Ministerio de Relaciones Exteriores a través del curso de principiantes, recibe un salario mínimo durante los primeros cinco años de trabajo. Después de 20 años en el Servicio Exterior, este empleado se vuelve el único sostén de la familia; como resultado de las misiones en el extranjero el esposo(a) se queda sin una carrera y sin un ingreso. Incluso en ese momento, el sueldo sólo alcanza un monto correspondiente a la mitad del que paga el Ministerio de Defensa, el IDF, el Mossad o la Oficina del Fiscal.
Los funcionarios del Ministerio del Exterior tampoco disfrutan de una opción digna de jubilación anticipada. Al retirarse, después de 35 años de servicio, a estos funcionarios les queda una sola pensión para ellos y su pareja.
Y sin embargo, Levy, que ha vuelto recientemente de un viaje a Irlanda donde se presentó como el conferenciante principal en la Semana del Apartheid Israelí frente a una audiencia universitaria, pontifica hipócritamente que «No es fácil enfrentar el juicio de otros y exigirles que renuncien a sus carreras y a su gloria efímera». Schutz dio en el clavo. Efectivamente, se trata de una proyección.
Fuente: Revista de MedioOriente
http://www.revistamo.org/article/rafi_schutz_critica_gideon_levy.asp
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