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| jueves noviembre 21, 2024

¡Uppppsssss!


Alberto Mazor

«¡Me equivoqué!» escribió Richard Goldstone en un artículo publicado en el Washington Post. El juez admitió que las conclusiones a las que arribó en su investigación son erróneas.

Después de haber informado a todo el planeta que durante la operación Plomo Fundido, en Gaza, Israel atacó deliberadamente a civiles como parte de una intencionada trama política, ahora acepta que no fue así y que si hubiese sabido entonces lo que ahora conoce, su informe habría sido diferente.

No era necesario ser juez especialista en violación de derechos humanos para saber en aquel momento que existían cientos de evidencias que demostraban que Hamás mentía sobre el número de civiles muertos por el fuego israelí y que colocaba a propósito civiles en lugares de peligro.

Había sobradas pruebas de que las reglas de combate israelíes exigían que Tzáhal evitara atacar personas inocentes. Es más que sabido que Israel siempre investiga denuncias de mala conducta en contra de sus soldados y los castiga si los considera culpables. Sin embargo, Goldstone prefirió aceptar la posición de Hamás y de sus aliados pseudo progres, todos con un largo historial de demonización de Israel.

Su argumento de que no tenía más alternativa que creer en Hamás es asombroso. Hamás carga con un sólido currículum de mentiras, distorsiones y noticias apócrifas usadas como recursos estratégicos de guerra agresiva. Israel, por el contrario, cuenta con un desrrollado sistema de autocrítica, investigación y control. No obstante, Goldstone dio crédito a la versión de los hechos sostenida por Hamás.

Aparentemente, él esperaba que la organización islámica terrorista se comportara de manera civilizada mediante la investigación de sus supuestos abusos, mientras optaba por descargar todo el peso de la culpa sobre Israel.

Pero los actuales acontecimientos en el mundo árabe demuestran claramente quienes son los gobiernos que oprimen de manera brutal a las poblaciones árabes-musulmanas y el uso que éstos hacen de Israel como pretexto para justificar sus fechorías. Entre ellos está el de Hamás en Gaza. ¿Puede ser que recién ahora Goldstone descubrió lo que es Hamás?

Es evidente que el juez se encontraba en una posición muy incómoda y necesitaba salir de ella. Pero por propia admisión, este hombre se revela en el mejor de los casos como un imbécil, y en el peor, como un fracaso moral y judicial. Su informe denigró la necesidad de Israel de defenderse a si mismo contra ataques externos; alentó a sus atacantes a incrementar sus agresiones con la certeza de que la comunidad internacional confirmaba oficialmente que el accionar de Israel era moralmente inaceptable; puso en un riesgo aún mayor a los civiles israelíes y alimentó la presión sobre el Estado judío para que no pueda defender a su población civil con su ejército.

Sin embargo, a pesar de sus manifiestas insuficiencias morales e intelectuales, su retractación tiene consecuencias inevitables. Quienes usaron el Informe Goldstone como base para su propia deslegitimación de Israel, ahora también se revelan como suscriptores de una de las peores falsedades internacionales que alguna vez haya sido oficialmente aprobada.

Todos sus ataques contra Israel basados en dicho reporte resultan ahora ser igualmente infundados y desacreditados. Cualquier intento futuro de esa índole, que utilice el informe como pretendida autoridad, quedará revelado como falso y malicioso.

La ONU debería anular el reporte y dejarlo sin efecto. Toda disposición de menor alcance habrá de definirlo como el incontrovertible elemento de una deliberada parodia de la justicia.

Pero el veneno que éste ha logrado inyectar en el flujo sanguíneo mundial no posee antídoto. El mal está hecho; ningún número de retractaciones de Goldstone podrá deshacer el terrible daño que él ha causado.

 
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