Mario Satz
Probablemente nunca haya sido más apropiado citar el pasaje de Proverbios 27:17 que en estos días en que el sistema Iron Dome o kipat barzel ha resultado ser efectivo contra los cohetes palestinos que lanzados desde Gaza amenazan Ashkelon y otros enclaves hebreos. En algunas versiones castellanas se emplea aguza por afila, que no es más un buen sinónimo. En cuanto al original hebreo, iajad, nos parece bastante más sustancioso pues responde a la raíz iajad, juntos, unidos. ¡Cuanto más atacados se sienten los judíos más unidos los vemos! Cuanto más nos atosiguen peor será para ellos. Un pensamiento que no me alegra, todo lo contrario. Recuerda demasiado a la revista Mad en la que había una lucha a muerte entre spy y spy, una guerra de espías infinita en la que todos perdían y las situaciones grotescas se sucedían unas otras. Sin embargo, salir del atolladero no será fácil, no mientras Hamás insista en nuestra destrucción y esté buscándole las pulgas al perro a ver si éste se rasca lo bastante fuerte como para atraer la atención de Hezbolá.
La mala noticia es que no cejarán, intentarán por todos los medios hacernos daño. La buena, que los antimisiles son efectivos y aún pueden mejorar más. Necesidad obliga. Lo preocupante en la zona es el estancamiento de la guerra en Libia con la consecuente indiferencia internacional, y el retroceso en Siria, ambos fracasos para los intereses occidentales. Nunca tantas palabras en los foros europeos sirvieron para tan poca cosa; nunca la hipocresía fue tan grande y la falta de un liderazgo fuerte tan obvia.. Si Israel toma nota del asunto podrá respirar con calma al percibir que esta vez, y si la presión en Gaza aumenta, no le criticarán demasiado su mano dura en el caso de que la vuelva a levantar. El plomo fundido ha tocado, finalmente, en la figura de Goldstone, su piedra de oro, un hecho tardío pero sintomático. Israel no es el monstruo que se supone que es y si se observa con atención se verá a las claras que nunca es el primero en comenzar las hostilidades.
Los árabes, que tanto nos detestan, deberían tomar bien en cuenta el citado proverbio. El empleo del hierro-en disparos, bombas y misiles-no ha hecho más que afilarnos, aguzarnos el ingenio, coordinar nuestros esfuerzos por encima de las divergencias políticas. La violencia no es la mejor solución, obviamente, pero en todo caso se salvan vidas cuando nuevos instrumentos de defensa vienen en socorro de nuevas tácticas armadas y obsesivos ataques, ataques de los que nuestros enemigos, hay que decirlo, no sacan ninguna lección. ¿Estarán tan enamorados de los escombros de la última guerra como para desear más? ¿Quién les enseña estrategia, el Sr. Fatalidad? La opinión pública ya no es lo que era: la izquierda y los liberales europeos no se levantan en defensa de los yemeníes o los jordanos, o si lo hacen tienen poca repercusión. Seguramente porque Israel no está involucrada en esos casos, pero también porque el embrollo libio ha confundido tanto las conciencias que no saben qué decir. Después de todo ¡Gadafi era de los suyos, como Chávez y Evo Morales!
La Biblia no sólo es un gran libro por lo que nos dice aquí y allá, sino también porque su valor polisémico es tan grande y su alcance tan profundo, que siempre podemos leer en ella consejos prácticos, ideas y pensamientos reveladores sobre las relaciones humanas. Ese es nuestro tesoro, la valiosa herencia que muy pronto Pésaj enmarcará con sus canciones y festejos. Esa es nuestra fuerza, saber de donde procedemos y a donde vamos.
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