Ruben Kaplan
En un artículo de opinión pletórico de sofismas, escrito por el presidente de la República de Turquía Abdullah Gul, publicado en el New York Times el 20 de abril, que lleva el título de The Revolution’s Missing Peace (La paz que falta a la revolución) el mandatario turco expresó, entre otras consideraciones, la intención de su país de retomar el rol de mediador entre Israel y los palestinos, que abandonó después de la operación “Plomo Fundido”, la incursión del Estado judío en Gaza para poner fin a los incesantes ataques del movimiento terrorista Hamas con misiles y morteros a su población civil.
La recién aludida acción defensiva de Israel, mereció virulentas críticas por parte del Primer Ministro turco Recep Tayyip Erdogan, quien no ahorró difamaciones, calumnias y maldiciones, impropias hacia una nación con la que mantenía, hasta ese momento, excelentes relaciones militares, políticas y comerciales. “Israel se autodestruirá, será maldito por las lágrimas de las madres y Alá lo castigará antes o después”.
La asunción de Erdogan en 2003 como Primer Ministro, un musulmán devoto que apoya a los grupos terroristas Hezbollah y Hamas en Líbano y Gaza, respectivamente, fue el comienzo de una disimulada, gradual y progresiva aproximación al fundamentalismo islámico en detrimento de la alianza con Occidente.
En algunos de los puntos salientes de la nota de Abdullah Gul en el New York Times, éste pedía a los líderes de Israel “abordar el proceso de paz con una mentalidad estratégica, en lugar de recurrir a maniobras tácticas miopes. Esto requerirá considerar seriamente la iniciativa de paz de 2002 de la Liga Árabe que propone un regreso a las fronteras anteriores a 1967 y las relaciones diplomáticas plenamente normalizadas con los Estados árabes e Israel. Al mantener el statu quo insostenible, Israel sólo se pone en mayor peligro. La historia nos ha enseñado que la demografía es el factor más decisivo en determinar el destino de las Naciones Unidas. En los próximos 50 años, los árabes constituirán la inmensa mayoría de personas entre el Mar Mediterráneo y el Mar Muerto. La nueva generación de los árabes es mucho más consciente de la democracia, la libertad y la dignidad nacional. En ese contexto, Israel no puede permitirse ser percibido como una isla de apartheid rodeada de un mar árabe de ira y hostilidad. Muchos de los dirigentes israelíes son conscientes de este problema y, por lo tanto, creen que la creación de un Estado palestino independiente es imperativa. Una digna y viable Palestina, viviendo lado a lado con Israel, no disminuirá la seguridad de Israel, pero lo fortificaría. Turquía piensa estratégicamente el proceso de paz israelí-palestino, no sólo porque sabe que un pacífico Medio Oriente sería para su beneficio, sino también porque considera que la paz entre israelíes y palestinos beneficiaría al resto del mundo. Por lo tanto, estamos dispuestos a utilizar nuestra capacidad plena para facilitar las negociaciones constructivas. El historial de Turquía en los años antes de operación de Gaza de Israel en diciembre de 2008 es el testimonio de nuestra dedicación a la consecución de la paz. Turquía está dispuesta a desempeñar el papel que desempeñó en el pasado, una vez que Israel está dispuesto a buscar la paz con sus vecinos”.
La iniciativa de paz de la Liga Árabe de 2002 , adoptada en la cumbre de Beirut en 2002, pedía la retirada de Israel de los territorios ocupados en la guerra de Oriente Medio de 1967 y el establecimiento de un Estado palestino independiente a cambio de la normalización de los vínculos con el mundo árabe. Considerando la hostilidad de sus vecinos, algunos de los cuales niegan la misma existencia del Estado de Israel, como el caso de Hamas que controla Gaza, o quieren eliminarlo del mapa como amenaza Irán, sería suicida para el Estado hebreo retrotraerse a fronteras no defendibles militarmente. La declamada normalización de relaciones diplomáticas entre Israel y los países árabes, se encuadra en la estrategia de la Taqiyya, un recurso del Islam por el cual es perfectamente aceptable mentir y timar al kafir (infiel) porque esta religión vive en un estado permanente de guerra contra los no musulmanes y el engaño es una táctica legítima para ellos. La palabra o la promesa de un musulmán a un kafir no vale nada ante los ojos de Alá, es decir, no acarrea consecuencias si es quebrantada.
Con respecto a la demografía a la que hace mención el presidente turco, reitera lo expresado tiempo atrás por el tirano libio Muammar Gadafi: “Sin guerras, terrorismo ni invasiones, Alá conquistará Europa, y en pocas décadas será un continente islámico”.
La aseveración de Abdullah Gul cuando dice que “La nueva generación de los árabes es mucho más consciente de la democracia, la libertad y la dignidad nacional” es otra falacia. En febrero de 2011, ratificando que el Islam y la democracia como se concibe en Occidente son irreconciliables y antagónicos, noventa predicadores y estudiosos islámicos de diferentes países musulmanes, Arabia Saudita, Yemen, Sudán, Bahrein, Kuwait y Líbano entre otros, emitieron una declaración conjunta donde alaban y dan su apoyo a las revoluciones populares que derrocaron a las dictaduras de Túnez y Egipto, a la par que fustigan a la democracia y a los partidos comunistas o seculares, considerados por ellos, contrarios al Islam. Existe un pensamiento extendido y erróneo de suponer que las justificadas revueltas en los países islámicos, cruel y ferozmente reprimidas y con cientos de muertos y heridos como vemos en los casos emblemáticos de Egipto Irán y Libia por ejemplo, conllevarán el advenimiento de sistemas democráticos cabales.
Cuando el presidente turco dice que “en ese contexto, Israel no puede permitirse ser percibido como una isla de apartheid rodeada de un mar árabe de ira y hostilidad”, refuerza subliminalmente la mendaz propaganda pergeñada por los palestinos y los grupos de izquierda, que acusa vilmente al Estado judío, la única democracia en la región, de segregación o apartheid cuyo significado en idioma afrikáans es separación. En Israel a diferencia de los países islámicos, no existe discriminación racial o étnica. Judíos y árabes usan los mismos medios de transporte públicos, van a iguales restaurantes, centros comerciales, cines, playas, todo lo cual estaba prohibido en Sudáfrica. La minoría árabe se encuentra en todos los campos de la economía, educación, medicina, deporte, política, ocupan cargos en la Knesset (Parlamento) y un árabe, Salim Joubran es Juez de la Corte Suprema de Israel.
La nota de opinión del Presidente de Turquía, que diligentemente divulgó el New York Times, el mismo diario que se negó a publicar la retractación de Richard Goldstone, culmina diciendo que “Turquía está dispuesta a desempeñar el papel que desempeñó en el pasado, una vez que Israel esté dispuesto a buscar la paz con sus vecinos”.
Por lo que se infiere en la carta de Abdullah Gul, parecería que sólo el Estado hebreo es el que tiene que estar dispuesto a buscar la paz con los palestinos y no éstos, que con diferentes pretextos se niegan a reanudar las conversaciones directas con Israel, convencidos que eludiéndolas, puedan alcanzar un Estado palestino con el reconocimiento de la ONU.
La República de Turquía no tiene autoridad moral para pontificar ni mucho menos constituirse, por su parcialidad, en mediador entre Israel y los palestinos. El gobierno de Ankara, fue acusado en octubre del año pasado por la organización defensora de los derechos humanos Human Rights Watch, de utilizar, abusando de ellas, leyes antiterroristas para perseguir y encarcelar a los manifestantes kurdos. Los kurdos, perseguidos y reprimidos ferozmente en Turquía, constituyen la minoría étnica más numerosa sin Estado propio pese a ser el tercer pueblo más importante en número de Asia Occidental tras los árabes y los turcos. Descendientes de los medas, de lengua indoeuropea, su sociedad es fuertemente tribal. Pese a haber sido islamizados bajo la dominación árabe, mantienen fuertes tradiciones vinculadas a la religión del zoroastrismo o mazdeísmo de sus orígenes.
En Turquía, que pretende erigirse nuevamente en mediador entre Israel y los palestinos y dar aleccionamiento sobre democracia, no existe la libertad de expresión. A principios de abril del corriente año, la Representante Especial para la Libertad de Prensa de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Dunja Mijatovic, reclamó a las autoridades turcas que desarrollen las reformas necesarias para garantizar el cumplimiento de los compromisos de la OSCE con la libertad de expresión en su territorio, tras el estudio desarrollado por la organización multinacional que desvela que 57 periodistas están en la actualidad en prisiones turcas. «En la actualidad, 57 periodistas están en prisión en Turquía y el número de juicios en curso que pueden terminar con condenas de periodistas se estima entre 700 y 100».
El navío de bandera turca “Mavi Marmara”, que culminó con la muerte de nueve personas, enviado provocativamente a Gaza para eludir el bloqueo impuesto por Israel, estaba compuesto además de algunos pacifistas, por integrantes de la organización IHH, (Insani Yardim Vakfi) ligada a Hamas. Para conmemorar el episodio que tuvo claramente la intención de dañar la imagen de Israel, el sábado próximo se estrenará en El Cairo, con el auspicio de la embajada de Turquía, el film maniqueo de esa nacionalidad, «Valle de los lobos – Palestina», que suscitó quejas airadas en Israel, por sugerir que los soldados israelíes tenían orden de matar a pasajeros del Marmara.
La ligazón de Turquía con la República Islámica de Irán, con Siria y los grupos terroristas Hezbollah y Hamas, su manifiesta parcialidad, evidenciada además de su encono con los israelíes, en el lauro obtenido por su Primer Ministro Erdogan, el grotesco “Premio Internacional para los Derechos Humanos Muammar el Gadafi”, lo descalifican como mediador entre Israel y los palestinos.
Rubén Kaplan
Autor «Tras el velo»- La mujer en el Islam
http://www.rkpress.com.ar/
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