Si va a haber una solución de dos estados, algún supuesto de culpabilidad debería esperarse de la parte árabe, lo que hará más fácil para los israelíes compartir el dolor palestino.
Shlomo Avineri
Haaretz.com
11.05.11
Los esfuerzos de los miembros de la extrema derecha de Israel de prohibir a los ciudadanos árabes del país conmemorar la Nakba son antipáticos, tontos y destinados al fracaso. Pero las iniciativas de la extrema izquierda de convertir el Día de la Nakba en un día de conmemoración conjunta para todos los ciudadanos de Israel, también son condenables. Israel no es un estado binacional, y con todo el debido liberalismo y humanismo, es difícil tratar la victoria y la derrota de la misma manera.
Lo que puede exigirse de la mayoría judía es que muestre respeto por el luto de los palestinos. Pero esto ha sido difícil por la forma en que la narrativa palestina, hasta ahora, ha presentado la Nakba, y los liberales israelíes deben ser, intelectualmente, suficientemente honestos al hacer frente a ese problema.
Primero, el mismo concepto de Nakba, la palabra árabe para catástrofe o desastre – como si los acontecimientos de 1948 hubieran sido un desastre natural y no el resultado de la acción humana – difumina el contexto histórico de los acontecimientos. La así llamada Nakba no fue un desastre natural. Fue el resultado de la derrota militar y política, como resultado de decisiones políticas por las cuales determinadas personas fueron los responsables.
Segundo, en el mundo árabe en general, y entre los palestinos en particular, hay una gran renuencia a afrontar el Holocausto. Sin embargo, a veces se oyen comparaciones entre la Nakba y el Holocausto. Pero la misma comparación es moralmente obtusa: Lo que ocurrió con los palestinos desde 1947 hasta 1948 fue el resultado de una guerra en la que fueron derrotados, mientras que el Holocausto fue el planificado y metódico asesinato en masa de civiles. Los 6.000.000 de judíos de Europa, que fueron asesinados en el Holocausto, no habían ido a la guerra contra Alemania. Los judíos alemanes, de hecho, eran buenos alemanes patriotas, y muchos de los judíos de Europa Oriental veían a la cultura alemana como la cúspide de la civilización europea.
Tercero, y este es el punto más importante: El discurso palestino no aborda el hecho que las decisiones políticas árabes fueron las que trajeron el terrible desastre sobre los palestinos. Hay cientos, si no miles, de artículos y libros en árabe sobre la guerra de 1948, y hay análisis de expertos sobre las razones del fracaso militar de los árabes. Pero hasta hoy no hay voluntad para hacer frente a un simple hecho: La decisión de ir a la guerra contra la resolución de la ONU del Mandato de partición de palestina, fue un terrible error político y moral por parte del mundo árabe.
Si los palestinos y los países árabes hubieran aceptado el plan de partición, el estado árabe de Falastin se habría establecido en 1948 y no habría habido ningún problema de refugiados. No fue el establecimiento del Estado de Israel lo que creó el problema de los refugiados sino, más bien, el hecho que los árabes fueron a la guerra contra el establecimiento de un estado judío en parte de Palestina.
Los Israelíes que buscan la reconciliación pueden permitirse pedirle a la parte árabe que haga frente a estas cuestiones. Así como es imposible hacer una separación entre la deportación de 12 millones de alemanes étnicos de Europa Oriental, después de 1945, del ataque de Alemania a Polonia en 1939, asimismo es imposible ignorar la dimensión moral de la resolución árabe de ir a la guerra, en contra de la idea de la partición. Cuando se va a la guerra y se pierde, hay consecuencias, aunque los ganadores aún deban ser considerados responsables de sus propias acciones.
Si realmente estamos encaminándonos a la solución de dos estados, algo de auto-crítica debe esperarse de la parte árabe, algo así como el libro de S. Izhar «La historia de Hirbet Hizah», sobre la expulsión de los pobladores árabes por una unidad de las Fuerzas de Defensa de Israel, actuando bajo órdenes, simbolizado por el discurso israelí. Eso haría mucho más fácil para los israelíes compartir el dolor palestino.
Los vientos democráticos que comienzan a soplar en el mundo árabe deberían elevar la esperanza de que uno de los pasos a seguir después de la Plaza Tahrir fuera el desarrollo de un discurso crítico – el comienzo de la liberación, no sólo de los regímenes autocráticos, sino también liberarse de la incapacidad de echar una buena y dura mirada en el espejo.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Cortesia: Eduardo Bigio
Difusion: www.porisrael.org
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