JPOST EDITORIAL
12/05/2011
En lugar de dedicar tanta energía a subrayar su condición de víctimas, los árabes israelíes y los palestinos harían bien en aprender de sus errores.
Para los árabes israelíes y los palestinos, la creación de Israel fue una «Nakba», una catástrofe. El viernes, los pueblos árabes en todo el país, darán inicio a tres días de conmemoraciones Nakba, con marchas, conferencias y mítines.
Aunque estas ceremonias se celebran cada año, este año es diferente de una manera significativa y positiva. La absurda práctica por la que las organizaciones y los municipios podían utilizar fondos del estado para pagar los eventos Nakba, ha terminado. Una legislación aprobada por el Knesset en marzo, conocida como la «ley Nakba», faculta al Estado a multar a aquellos que financien sus ceremonias de conmemoración con dinero público.
La ley Nakba no tenía por objeto, y no lo hará, evitar que los árabes israelíes, o cualquier otra persona, conmemore del Día de la Independencia de Israel del modo que lo desee, siempre y cuando lo haga pacíficamente. Más bien, la legislación ha puesto fin a la locura según la cual Israel subvenciona actividades que socavan las bases mismas del sionismo, presentándolo falsamente como un movimiento imperialista que se involucró, durante la Guerra de la Independencia, en la limpieza étnica y la transferencia intencional, al por mayor, de la población árabe fuera de las fronteras de Israel.
Sin embargo, aunque es el derecho de los árabes israelíes y los palestinos conmemorar la Nakba de una manera que, no sólo incrimina a los israelíes por delitos que nunca cometieron y también ubica toda la culpa por el fracaso en el movimiento sionista, sino que, el que así lo hagan, es contraproducente y un importante obstáculo para la paz.
Si los palestinos observaran de manera clara y objetiva su comportamiento, en la época de la fundación de Israel, se darían cuenta de que hoy están repitiendo muchos de los mismos errores.
El «Jihadismo» – o el odio al infiel y el deseo de matarlo – en gran medida subyace en el ataque palestino contra el sionismo en el período 1920-1940. El líder del movimiento nacional palestino durante esos años, Haj Amin al-Husseini, fue un clérigo musulmán rabiosamente antisemita con estrechos vínculos con los nazis.
Del mismo modo, hoy en día, muchos palestinos han optado por adoptar la forma más extrema de los líderes islamistas. En las elecciones de 2006 en la Margen Occidental y Gaza, Hamas derrotó al aparentemente secular Fatah. Y el acuerdo de unidad nacional firmado el 7 de mayo en El Cairo, que goza de un amplio apoyo palestino, ha llevado a Hamas – una rabiosamente antisemita organización islamista terrorista, que ha lanzado decenas de ataques suicidas con bombas y miles de proyectiles de mortero y cohetes contra la población civil israelí – de regreso al corazón del liderazgo palestino, con toda su repugnante y reaccionaria gloria.
Fue esta clase de extremismo religioso y de intransigencia la que exacerbó la situación de los palestinos en 1948. En las primeras semanas de la Guerra de la Independencia, por ejemplo, el alcalde de Jaffa, Yousef Heikal, intentó llegar a un acuerdo de no beligerancia con la vecina judía Tel Aviv, para permitir que los cultivos de cítricos se cosecharan y exportaran. Pero Husseini vetó esto y llamó a «la jihad contra los judíos». Como resultado, muchos de los árabes de Jaffa fueron expulsados ??durante la subsiguiente guerra.
Otra reiterada metedura de pata palestina, en el siglo pasado, ha sido el rechazo de una solución de dos estados.
Se les ofreció sucesivos compromisos – en 1937, la partición de Palestina de la Comisión Peel en un estado judío en sólo el 17 por ciento de la tierra; en 1947, la partición de la ONU y a los árabes obteniendo el 45% de la tierra; y en el año 2000, la partición del Primer Ministro Ehud Barak y el Presidente de EE.UU. Bill Clinton, con los árabes obteniendo un 20%) – los palestinos, consistentemente, dijeron que no. Y cada intransigente rechazo fue acompañado por la violencia y el terrorismo.
En La Guerra de Independencia de 1948, después que rechazaran el plan de partición de la ONU que les habría dado un estado, los palestinos lanzaron una sangrienta ofensiva para evitar la emergencia de un estado judío. Si hubieran ganado la guerra, el resultado habría sido una masiva masacre de judíos, pocos años después de que seis millones de judíos fueran masacrados en el Holocausto.
La violenta, indiferente y poco generosa población árabe de Palestina, en varias ocasiones, trató de destruir toda esperanza de que el pueblo judío regresara a su patria, después de casi dos milenios de exilio y después de sufrir el peor genocidio que haya conocido la humanidad.
Afortunadamente, fracasaron.
El único estado judío del mundo está rodeado por 21 naciones árabes y ha mostrado su voluntad de ayudar a establecer un 22° estado para los palestinos.
Sin embargo, en gran parte debido a su visión distorsionada de la historia – la Nakba es sólo un ejemplo – los palestinos continúan centrándose en su victimización y sufrimiento, ignorando su responsabilidad personal por su situación. Hoy en día, una de las barreras psicológicas cruciales para la paz, es la terca insistencia de los árabes israelíes y los palestinos en ignorar su propio papel en la creación del problema de los refugiados y en la no obtención de la autonomía política palestina.
En lugar de dedicar tanta energía en subrayar su condición de víctimas, los árabes israelíes y los palestinos harían bien en aprender de sus errores. Actualmente, parecen empeñados en repetirlos.
http://www.jpost.com/Opinion/Editorials/Article.aspx?id=220337
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusion: www.porisrael.org
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