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| viernes noviembre 22, 2024

Israel. Intifada 3.0


GEES, 17 de Mayo de 2011

Un país que no defiende sus fronteras deja de ser país muy rápidamente. Por eso el Gobierno de Israel no tenía más opción que detener la agresión a su territorio montada por palestinos desde suelo sirio, libanés y de Gaza. La «marcha verde» marroquí acabó con el Sáhara español en 1975, y esta nueva marcha verde pondría fin a Israel si se la dejara.
 
Ahora bien, que el asalto a las vallas que separan Siria de Israel en los altos del Golán haya sido una maniobra de distracción por parte de Basher el Assad, ensangrentado por su represión de los opositores a su brutal dictadura –pues es bien sabido que nadie puede acercarse a ese límite desde el lado sirio sin un permiso especial de las autoridades y la escolta del ejército– no significa que esta nueva agresión contra la existencia del Estado judío pueda reducirse únicamente a los planes de Damasco.
Los palestinos están maniobrando agresivamente para que en septiembre la ONU reconozca a su máximo nivel la existencia del Estado palestino en las fronteras de 1967. Y mientras seducen a su audiencia diplomática por medio mundo, tienen que colocar a Israel en una posición de mayor aislamiento político. De ahí que quieran que Israel sea visto como un actor brutal, ilegítimo, que no se merece apoyo alguno.
 
Y es que el problema de fondo de Israel es que mientras que sus enemigos no disminuyen en número, sus amigos sí. O, al menos, la voluntad de estos últimos en manifestar su comprensión de lo que ocurre en esa zona del mundo. Los dirigentes de Israel encuentran buenas palabras en privado, pero críticas, cuando no amenazas y condenas, en público. No es responsabilidad de Israel, sino de la descomposición del mundo occidental, sobre todo de una Europa antes temerosa de las represalias de los países árabes y ahora atemorizada ante una creciente bolsa de emigrantes musulmanes, cada vez más radicalizados y nada deseosos de integrarse en las sociedades de acogida. Pero sea cual sea la causa, no deja de representar un grave problema para Israel. Las campañas de deslegitimación no son un capricho. Están enfocadas a disminuir la libertad de acción israelí.
 
El dilema que se les abre a los líderes israelíes no es sencillo de resolver: si actúan con decisión y contundencia, como en la última intervención en Gaza, el mundo les condena por uso «desproporcionado» de su fuerza; pero si envían comandos con armamento no letal, como al Mavi Marmara, el resultado no varía, siguen siendo acusados de tomar decisiones injustificadas. Los soldados de la IDF tuvieron que aprender a toda prisa cómo combatir con eficacia y legitimidad la segunda intifada. Mucho nos tememos que todo el establecimiento de seguridad israelí deberá aprender a cómo enfrentarse a agresiones de nuevo tipo, donde los civiles, supuestamente inocentes, jueguen un papel activo, ofensivo y determinante. Es la Intifada 3.0 lo que se está cociendo.
 

 
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