Ana Jerozolimski
Semanario Hebreo. Uruguay
La expectativa era alta…y quizás hasta había un poco de tensión en el aire. ¿Qué dirá el Primer Ministro de Israel Benjamín Netanyahu ante el Congreso en Washington? ¿Invitará a Hamas a negociar para desenmascararlo? ¿Dirá que con tal de lograr la paz estará dispuesto a desmantelar asentamientos claves? ¿Presentará posturas revolucionarias y totalmente nuevas a las que los palestinos no puedan decir que no?
Nada de eso ha pasado. El discurso quizás sí quede registrado en la memoria colectiva como “histórico”, por la claridad con la que Netanyahu planteó todos los puntos de su visión de cara a un acuerdo con los palestinos y por lo categórico de su mensaje respecto a Irán (“Israel se reserva el derecho a defenderse”). Pero no fue un discurso que los palestinos puedan tomar como relanzamiento del proceso de paz, como base para volver a negociar.
No estamos justificando la reacción palestina sino tratando de analizarla. En la situación actual, ninguna figura oficial palestina aceptará sentarse a la mesa en base a los parámetros determinados por Netanyahu, que se oponen a la división de Jerusalem, al retorno de los refugiados y a una retirada a las “fronteras de 1967”.
Claro está que con frases como “declaración de guerra”, con la que algunas conocidas figuras palestinas salieron anoche cuando Netanyahu terminó de hablar, no se llega a nada…No sólo por lo ridículo de su contenido sino porque lo que hizo Netanyahu, aunque sea legítimo discrepar con sus posturas, fue exhortar al Presidente palestino directamente a sentarse a hablar hasta que se logre un acuerdo definitivo de paz, que ponga fin al conflicto y que incluya el establecimiento de un Estado palestino independiente.
El Primer Ministro de Israel dijo muchas verdades. Recordó que hace casi dos años que los palestinos rehúsan volver a la mesa de negociaciones. Recordó que desde el comienzo del proceso de paz, el liderazgo palestino rechazó varias propuestas de jefes de gobierno de Israel para la firma de un acuerdo, todas ellas incluyendo un Estado palestino en territorios de los que Israel se comprometía a retirarse, altos porcentajes de Cisjordania. Y que ya hubo una retirada total…de la Franja de Gaza, hace ya casi seis años, pero que ello no trajo paz, sino miles de cohetes disparados hacia la población civil del sur de Israel.
Explicó con sensatez puntos claves, que cualquier país normal tomaría como única opción concebible para sí mismo, como ser que no aceptará negociar con Hamas, una organización terrorista que sigue llamando a la destrucción de Israel.
Su discurso también incluyó puntos que deben ser destacados porque aunque hoy quizás se tomen con total naturalidad, para el jefe del Likud son una verdadera revolución: un apoyo explícito a un estado palestino independiente y un anuncio de que si este se logra en el marco de un acuerdo de paz definitiva, Israel será el primer país en pedir a la ONU que acepte a ese Estado como nuevo miembro pleno. Tampoco es poco que haya hablado directamente de “asentamientos que quedarán fuera de las fronteras de Israel”.
Claro que habrá quienes respondan que eso no es nada, que debe desmantelar todos los asentamientos y retirarse totalmente de Cisjordania. Pero no lo hará él ni lo hará un Primer Ministro del centro izquierda. Es parte de la realidad que debe ser tomada en cuenta.
A eso justamente se refería Netanyahu días atrás al aclarar que Israel “no se retirará a las líneas del 67, que son indefendibles”. O sea: a los 300.000 israelíes residentes en los asentamientos en Cisjordania y a aquellos que viven en barrios de Jerusalem construidos más allá de las líneas del 67, pero que son considerados parte del consenso nacional y de la capital de Israel.
Eso es parte de la dinámica de la realidad política en la zona, que Netanyahu espera los palestinos comprendan.
Pero aunque tiene razón Netanyahu en señalar que Judea y Samaria (los términos bíblicos que se refieren a Cisjordania, o a la Margen occidental del Jordán) son la tierra de los antepasados de la nación judía, también él debe tomar en cuenta la dinámica de la realidad política en la zona.
Esta incluye la presencia palestina en los territorios en los que desean construir su Estado. Es cierto que Israel no arrebató ese territorio a ningún Estado palestino, sino que los conquistó en una guerra de autodefensa, en el frente jordano, cuando fue atacado en 1967. Pero quien desea sentarse a negociar y lograr la paz, no debe decir una frase de tono paternalista como “seremos generosos con el tamaño del Estado palestino”. Está de más y no aporta nada a la atmósfera necesaria para negociar.
El discurso de Netanyahu no ofreció nada realmente nuevo. Para la oposición en Israel, y para los palestinos, esa es una mala señal. En la arena diplomática internacional, sus mensajes ante el Congreso no echarán por la borda, al parecer, la iniciativa de los palestinos destinada a conseguir reconocimiento unilateral de la ONU en setiembre. Ello confirmaría que no basta con decir verdades históricas y plantearlas bien y que Netanyahu también tendría que haber hallado el modo de dar forma a una iniciativa política concreta que obligue a los palestinos a sentarse a negociar.
El problema es que de fondo, hay mucha desconfianza. Y eso falta, no sólo por los mensajes de Hamas desde Gaza sino del propio liderazgo de la Autoridad Palestina.
El 14 de mayo último, al conmemorar los palestinos la “nakba” (catástrofe), por ser el aniversario, en fecha gregoriana, de la creación de Israel, fue leído por Abdallah Franji de Fatah un mensaje en la televisión de la organización, explicando que era en nombre del Presidente Abbas:
“Le decimos a Netanyahu, cuando él alega que ellos, los judíos, tienen derechos históricos (…): Netanyahu, ustedes son un incidente en la historia…nosotros somos el pueblo de la historia. Somos los dueños de la historia”.
Lo mínimo que se puede decir de este mensaje, es que es problemático…tergiversa la historia. Y además, fue planteado inmediatamente después de una explicación sobre el por qué de la importancia de la “reconciliación nacional” con Hamas, un grupo que sigue llamando a combatir a Israel.
Este es el trasfondo del dramático llamado de Netanyahu ayer en el Congreso, dirigido directamente al Presidente Abbas y exhortándole a romper su pacto con Hamas y sustituirlo por la búsqueda de un acuerdo con el Estado judío.
Intentamos analizar las distintas facetas de la situación, mirando al lado palestino y al israelí…y confesamos que resulta bastante desesperante.
Nos contamos entre quienes consideran que debe crearse un Estado palestino independiente en la mayor parte de Cisjordania pero no sólo porque deseamos a los palestinos un futuro digno, sino porque estamos convencidos de que eso aportará a una vida mejor también para Israel , garantizando su carácter judío y democrático. El tener clarísimo que Israel llegó a esos territorios cuando no tuvo más remedio que defenderse, no quita que haya que encontrar ahora solución a ese problema.
Pero no podemos dejar de ver los riesgos, las dudas, los motivos para sentir desconfianza.
La gran pregunta es si han nacido ya los líderes de ambas partes capaces de imponer una realidad diferente..maniobrando entre la memoria histórica y las necesidades de futuro. Sería urgente tenerlos cerca. Los necesitan todos..israelíes y palestinos. Urgente.
Difusion: www.porisrael.org
«Netanyahu también tendría que haber hallado el modo de dar forma a una iniciativa política concreta que obligue a los palestinos a sentarse a negociar.»
Creo que es imposible hallar iniciativas ante alguien que no quiere negociar nada. Jamás salió de la boca de un dirigente palestino su intención de hacer siquiera una sola concesión. La aceptación del otro y su derecho a la tierra, es fundamenta. Asimismo, Obama requirió algo concreto de Israel, y nada concreto de los palestinos. Si le pide a Israel tomar como base las líneas del armisticio de 1949, debe pedirles a los palestinos su renuncia al retorno de los refugiados a territorio israelí.
Tampoco se ha enfatizado el hecho de la retirada total israelí de Gaza y sus consecuencias, como episodio aleccionador. Las acciones son pesadas de consecuencias, y esto debe ser señalado.