Mario Satz
El discurso del primer ministro israelí ante las dos cámaras de los Estados Unidos ha sido no solo claro sino clarividente. No se trataba, como piensan los bienintencionados, de revelar lo que se está dispuesto a dar a los palestinos sino de hacerles ver, y también al mundo árabe, que Israel está en su casa para siempre y si uno se acerca a él por las buenas hay todas las de ganar, en tanto que por las malas, por las malas todos pierden. La reacción inmediata en los medios palestinos fue de decepción, lo cual es comprensible pero no lógico. De querer hacer algo por sí mismos podrían comenzar mañana mismo, pero atrapados entre la ilusión de lo que esperan del próximo septiembre y lo que quiere Hamás, no saben para qué lado disparar. Sin embargo, por claro que haya sido el discurso del líder judío, el mundo occidental no tiene bastante. Ahora que ni siquiera cree en sus propias palabras no cree tampoco en las buenas intenciones de Israel.
Los palestinos no siguen una lógica aristotélica, lo reclaman todo y más y tienen la ilusa creencia de que están cerca de conseguirlo. De ser lógicos hubieran visto en el discurso del israelí una oportunidad para dar vuelta a su propio pasado de mentira y desprecio y comenzar a pensar en un socio ideal para crecer y vivir en paz. El veneno los ciega, creen que teniendo a Europa en sus bolsillos y a medio Obama de su parte ese escudo los protegerá y aupará a ocupar una plaza entre las naciones, precisamente ahora que el volcán islámico comienza a echar humo por todas partes. Si nos preguntamos cuántos israelíes están de acuerdo con las palabras de su primer ministro seguramente descubriríamos que más de la mitad, lo que indica que no es su propio y errático pensamiento el que se expuso en Washington. Es también, el de su país. Si, por el contrario, indagáramos acerca de qué número de palestinos hallaron interesantes las palabras de Bibi, veríamos que ninguno, quizás unos cuantos, tal vez una docena.
Los árabes tienen fama de hospitalarios pero por poco tiempo, su paciencia es corta y su arrojo temerario. Seguirán probando vendernos el drama sin el menor asomo de comedia o, siquiera, tragicomedia. Insistirán una y otra vez sin darse cuenta de que el reconocimiento de su estado en el papel no es suficiente. Mientras Hamás cree que la Historia, con mayúsculas, está con ellos, Siria no puede enviarles provisiones y Egipto no sabe cómo hacer para sobrevivir a su postración. Es lo que se llama sentir orgullo por la autocompasión mientras tu propia casa se derrumba por falta de pericia para apuntalarla. Pese a los aplausos y parabienes que el primer ministro recibió, el mapa no cambiará demasiado en los próximos meses. No esperemos ver milagros, excepto en Israel, donde cada día alguien descubre algo nuevo que hará feliz o sanará a muchos. En la época de Al Andalus, en la Hispania medieval, la minoría judía prosperó plegándose a la cultura musulmana ya que no tenía otro punto de apoyo¿ Cuánto tardarán los palestinos en comprender que Israel puede hacer por ellos más de lo que, y desde que existe el estado, han hecho sus llamados ´´hermanos´´ por su causa?. Claro que no podían hacer mucho ya que ni siquiera podían librarse de sus propias lacras sociales. Dijo bien el señor primer ministro israelí: Israel es el verdadero bien del Medio Oriente, no su mal. Y es aquí, en este punto en donde para resolver el asunto hay que bajar de la teología política a la realpolitik, de los sueños decimonónicos al horizonte de todos los días, y para que eso suceda hay que amar la verdad más que la punta de la propia nariz enardecida.
Hamas, invento sionista.