La emoción atrapa la atención de media docena de personas allí presentes. Por fin, rompiendo el silencio, el secretario dice:´´Out of sight, out of mind.´´,frase que en inglés literal significa algo así como: ´´Lo que no se ve no está en la mente´´ y que en buen castellano equivaldría a : ´´Ojos que no ven corazón que no siente.´´ La satisfacción es general, incluso para el intérprete chino que está allí como experto en versiones, contraversiones y delicadezas. Transcurridos unos treinta o cuarenta segundos el sofisticado aparato responde en chino:
-Invisible, idiota-frase que el intérprete chino vuelve a poner en inglés.
Tomados por sorpresa, el ingeniero y su grupo de expertos carraspean. El resto no da crédito a lo que han visto y oído, pues al margen de responder con su voz computarizada el ingenio tiene capacidad para imprimir lo que se le pregunte.´´Claro-dice por fin uno de los presentes-. La traducción es literal, carece de la fuerza connotativa del proverbio. Lo que no se ve es, se sabe, invisible; en cuanto a eso de estar fuera de nuestra mente bien es locura, bien estupidez.´´ Entonces todos rompen a reír como chinos y norteamericanos son incapaces de hacerlo ahora, con las arrugas y temores de la crisis económica. Se dan cuenta de que la diplomacia debe estar llena de galimatías y malentendidos por el estilo, y en consecuencia se toman el trabajo de hablar, de aclarar las cosas. Alguien comenta que la especie humana, a la vista de ese extraordinario artefacto traductor, está condenada a entenderse. Sin embargo, no siempre es así. Por ejemplo y en estos momentos ni sirios, yemeníes o talibanes hallan la expresión adecuada para pedir disculpas o decir lo sentimos, etc. Quizás porque la fórmula del diálogo buscada debe ser recíproca y mientras se echan mutuamente la culpa los litigantes desean que su orgullo y amor propio permanezcan intocados. A nadie le conviene agregar más leña al fuego y aún y así el fuego crece. Con los negocios por medio, la partida lleva años jugada. No obstante, detrás del mundo árabe e islámico están los pueblos y su opinión pública, es decir la triste nimiedad del nacionalismo que, agazapada, salta al menor asomo de prepotencia. Tal es la razón del ruido que oímos y de las pocas nueces que vemos. Volviendo a los chinos, qué duda cabe: son el pueblo más sabio de la tierra, y los norteamericanos el más ingenuo. La ventaja del ingenuo sobre el sabio es que puede creerse, en definitiva, cualquier cosa. La del sabio sobre el ingenuo, que sabe qué callar, cuándo y cómo hacerlo. Pero por el momento ni el ingenuo aspira a sabio ni el sabio a ingenuo.
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