Mario Satz
Nuestra castellana palabra humus , que en latín significa tierra, es la que origina el nombre que nos define como especie: homo. Si nuestra constitución orgánica está compuesta, según se dice, por un setenta por ciento de agua, el treinta que resta no es otra cosa que elementos químicos provenientes del suelo, esto es, de la tierra. No somos, por tanto, divisibles del planeta y le debemos tanto nuestra existencia orgánica como-según veremos-la armonía de su estructura. Para los poetas griegos, anthropos, el hombre, es la flor, anthos, de la Creación, su culminación, su cúspide. Por su parte los escribas bíblicos nos cuentan que el ser humano lleva el nombre de adam ( {d) ) precisamente porque fue tomado del polvo de la tierra: efer min ha-admáh ( hmd)h }m rp( ), según narra Génesis 2: 7.
Cuando se comparan, entonces, las palabras hombre y tierra, adam y adamáh , se ve de inmediato que se diferencian únicamente por una sola letra, la hei ,( h ) signo inequívoco del espíritu, que en el caso de la tierra y como el hebreo se lee de derecha a izquierda, estaría al final de su escritura, ocupando la cuarta posición:
*Tierra, adamáh , hmd)
Lo cual nos indica, de algún modo, que lo espiritual que el hombre busca sin cesar no está fuera del ámbito que lo sustenta y contiene. El tesoro de la sabiduría nos aguarda para revelársenos, según este criterio, una vez que hemos apreciado a la tierra en su justa medida. Verdad que fuera el núcleo central del pensamiento de Paracelso, el médico y alquimista suizo, quien veía en la lumen naturae o luz contenida en la naturaleza al citado tesoro. Confirmada, entonces, esta ley, puestos en camino, y una vez que comprendemos el carácter oscilante, polar y complementario del hálito, el latido de la doble hei ( doble porque figura dos veces en el Tetragrama o Nombre Inefable del Creador: hwhy ), al percibir la preciosa relación existente entre nuestra estructura aeróbica y la atmósfera terrrestre, podemos eventualmente convertir la hei final de la tierra o adamáh en el artículo determinante ha, (h) que hace del hombre parcial un ser integrado a la herencia entera de la Humanidad, permitiéndole pasar de la ignorancia a la sabiduría, como dice Pablo, en un abrir y cerrar de ojos.
El hombre, ha-adam, {d)h
Así, lo que estaba al final pasa a ocupar el lugar del principio, lo que aparecía oculto en la tierra adquiere naturaleza de revelación en el hombre.
* En la palabra ´´tierra´´ o adamah ( hmd) )se utiliza la letra mem ( m )del principio y medio de las palabras, en tanto que en la expresión ´´el hombre´´, ha-adam ( {d)h ) vemos la mem final ( { ). El cambio es meramente formal y no implica desplazamiento de raíz, que continúa siendo la misma.
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