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| viernes noviembre 22, 2024

Mujeres sin frenos


Alberto Mazor

El 28 de enero de 1986 explotó el trasbordador espacial Challenger. Entre los miembros de su tripulación se encontraban dos mujeres. Las malas lenguas dicen que las últimas palabras que se escucharon en la NASA fueron: «Bueno, déjenla manejar».

Sonará a chauvinismo barato, pero lo cierto es que en Arabia Saudita decidieron tomar el asunto de los accidentes de tránsito con extrema seriedad. Nada de buscar razones estúpidas como la influencia del alcohol, el exceso de velocidad, el estado de calles y carreteras o el desacato a semáforos y señales. Los sauditas son claros y concisos: toda la culpa la tienen las mujeres.

Ellas y el volante son como el agua y el aceite. Hacen todo menos prestarle atención a la ruta: se maquillan mientras manejan, no paran de hablar por el celular, miran las uñas más que los espejos, no entienden nada de motores y siempre están ocupadas en cualquier cosa menos en conducir como Alá manda.

Pues bien; las autoridades del lugar decidieron ponerle fin a dicha tragedia. Esta semana seis mujeres fueron detenidas en Riad por conducir vehículos, incumpliendo la normativa que sólo permite manejar a hombres.

Los sauditas son bien astutos y encontraron la vuelta: no dictaron una prohibición expresa de conducción femenina, pero los ciudadanos están obligados a tener una licencia que los dueños del reino sólo conceden a los machos. ¿Bárbaro, no?

Muchas familias en Arabia Saudita mantienen al menos un chófer con un salario medio de unos 2.000 riales al mes, cerca de 800 dólares. Quienes no pueden permitirse un conductor particular, nominan a alguno de sus varones como encargado de trasladar a las mujeres. Cualquier cosa con tal de que ellas no se acerquen al volante.

Pero como de costumbre, siempre hay algunas atrevidas que no se comportan como es debido. Las autoridades sauditas arrestaron hace unos días a Manal Alsharif, una subversiva provocadora que se animó a difundir un video en YouTube en el que aparecía conduciendo por una calle y alentando – incitando – a las mujeres a apretar el acelerador. Alsharif fue arrestada y posteriormente llevada a juicio tras ser acusada de «deshonrar la reputación del reino». Es lo menos que se podía hacer.

 
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