Sal Emergui
Elmundo.es
19/6/2011
Jerusalén-“No dejes que los hechos te estropeen una buena historia”, suelen decir contra todos los periodistas que son, somos, capaces de todo por un reportaje. El siguiente caso tiene desgraciadamente los indicios de confirmar este mandamiento.
La historia contada, creída ciegamente y difundida por medio mundo es que hace unas semanas un rabino, Abraham Dov Levin, mandó lapidar a un perro que se había aposentado en un tribunal de la Corte Rabínica en Jerusalén. Fue apedreado porque se le consideraba la reencarnación de un abogado laico que hace 20 años se peleó con el Tribunal Rabínico. Según la noticia difundida en la prensa israelí, varios niños del barrio ultraortodoxo de Mea Shearim en Jerusalén fueron llamados para que echaran a pedradas al perro poseído por el maldito abogado.
El diario Yediot Hajaronot recogió el desmentido del rabino Levin y el testimonio de su asistente que le contradice: “No se emitió una sentencia real y oficial pero a unos chiquillos se les dijo que lanzaran piedras contra el animal para echarlo o abatirlo. La intención no era causar sufrimiento al animal, todo lo contrario. Consideraron que ése era el modo más apropiado para ajustar cuentas con el alma reencarnada en la pobre bestia”.
Dado que en la comunidad ultraortodoxa no les importa lo que escriben los medios extranjeros (la israelí “laica” incluida), nadie salió para desmentir la noticia. Dado que las ropas y comportamientos de un amplio sector de los ultraortodoxos hacen pensar que viven en el pasado (prefieren las leyes bíblicas a las del Estado), la historia del juicio rabínico cuadra perfectamente. Dado que el can sentenciado se niega a dar su testimonio, la noticia se da como hecho consumado.
La crónica en la prensa israelí fue recogida por numerosos medios extranjeros. Faltaría más ya que es demasiado buena. En el Fast Food de la información actual, no hay tiempo para un buen cocido. Debemos ofrecer el producto de forma rápida e inmediata. Luego, si la historia contiene falsedades es lo de menos. Máximo se rectifica como hicieron posteriormente algunos diarios locales ante el temor de una demanda.
«Es una invención increíble. El Tribunal Rabínico llamó al Ayuntamiento que envió al veterinario para recoger a la perra en la sala. Estaba bien y no fue lapidada ni mucho menos. ¡Vaya tontería!», nos dice con rabia Shalhevet Hasdiel, periodista religiosa que cubre los asuntos de este sector. «Es falso, yo conozco al rabino y sé que nunca ordenaría semejante estupidez», añade Moshe en una callejuela de Mea Shearim. Como aquí el Facebook y Youtube no están muy de moda, tampoco hay forma de saber si alguien filmó la supuesta lapidación.
Al periodista del diario Maariv, Arel Segal, la película tampoco le parecía muy creíble. Así que habló con testimonios y entrevistó a Dov Lenin, el malvado que ordenó apedrear al pobre can. Llegó a Mea Shearim con serias dudas y se fue enfadado y preguntándose: «¿A quién le interesa publicar esta estúpida calumnia?».
En primer lugar, culpa al primer medio que dio la noticia: la web ultraortodoxa Bejaderi jaredim, que suele difundir rumores y hechos que suceden o supuestamente suceden en su cerrada comunidad. De ahí saltó a la prensa israelí y luego al mundo.
De su conversación con el rabino Levin, Segal deduce que “no es aficionado a teorías místicas estrafalarias”. El rabino niega todas las acusaciones que le han hecho tristemente famoso. Asegura no conocer al abogado que, según la noticia, se había reencarnado en el perro. Luego, reconoce que ese día una perra -y no un perro como se informó- se coló en la sala pero desmiente rotundamente que ordenara su lapidación.
“Es mentira. Se me acusa de algo que va contra la ley religiosa y los preceptos que defienden al animal. También va contra la lógica. La perra se encontraba en la sala durante la sesión pero estaba muy tranquila. Si hubo un poco de desmadre fue por parte de un grupo de niños que no están acostumbrados a ver un perro en este lugar. El Tribunal llamó al centro municipal dedicado a los animales para que vinieran a recogerlo. Se puede comprobar con el Ayuntamiento», explica el rabino que se plantea demandar a los medios que publicaron la noticia sin ofrecer su versión.
Lástima que los perros no pueden dar su testimonio
“Es cierto que en la comunidad ultraortodoxa no hay grandes amantes de los perros pero tras hablar con diversas personas y averiguaciones en el lugar, la historia fue así: unos cuantos niños intentaron expulsar a la perra y unos pocos lanzaron piedras hasta que los adultos les obligaron a parar”, resume Segal que concluye: “Ni reencarnación ni lapidación”.
Se olvida otra pregunta: ¿Desde cuándo una historia tan llamativa y morbosa necesita el detalle de ser cierta?
Difusion: www.porisrael.org
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