Eli Feinzaig
No señores, no les voy a hablar de futbol. Hace pocos meses Costa Rica alcanzó un puesto en el Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de las Naciones Unidas. Los ciudadanos tenemos derecho a saber cuál era el objetivo perseguido al buscar la nominación, y cuáles son los resultados de la gestión. Si por la víspera se saca el día, no son buenos los augurios.
Recuerdo una entrevista que realizaron en ADN radio al Embajador de Costa Rica ante la ONU, don Eduardo Ulibarri, cuando se logró la elección del país al citado Consejo. En medio de la algarabía, el periodista le preguntó cuál era la agenda de Costa Rica para el Consejo de Derechos Humanos. La respuesta me sorprendió, y fue más o menos así: no se, eso le toca definirlo a la misión en Ginebra, que es donde tiene su sede el CDH. Y yo que creía que cuando uno salía a pedir votos, sobre todo para ocupar un puesto tan importante en el máximo organismo internacional, lo hacía con base en los principios que la representación del país pretendía aplicar en su gestión. Pero, bueno, no vamos a culpar al don Eduardo de que yo sea tan ingenuo.
La semana pasada el CDH, del que Costa Rica ahora forma parte, sometió a aprobación de la Asamblea General de la ONU su agenda para los próximos cinco años. Promedia ya el 2011, año que será recordado por la primavera árabe que no pasó de ser un veranillo temporal en el largo invierno de la opresión de los pueblos del Levante mediterráneo y del Magreb a manos de déspotas de toda calaña. Y resulta que la agenda quinquenal del Consejo de Derechos Humanos señala a un único país en todo el mundo para darle un seguimiento permanente. ¿Cuál es ese país?
Se equivoca si pensó en Libia, ya sea por las atrocidades que comete Gadaffi en contra de su propia población, o por las acciones de dudosa legitimidad que ha emprendido la OTAN en ese país. Tampoco es Siria, donde el régimen de Assad se sostiene a hierro y sangre en el poder, masacrando sin asco a la población que únicamente reclama mejores condiciones de vida y un poquito de libertad. Si pensó en Irán, el país donde lapidan a las mujeres por caminar en público con un hombre que no es su padre o su esposo, o donde cuelgan en las plazas públicas a los homosexuales para escarmentar a la juventud, también se equivocó. Ni siquiera es China, la nueva gran amiga de Costa Rica, la de la opresión permanente a tibetanos y uigures y demás minorías religiosas y étnicas, la de la represión violenta de cualquier forma de disidencia política.
No, señores míos. El único país del mundo señalado en la agenda quinquenal del Consejo de Derechos Humanos de la ONU es el judío entre las naciones, la única democracia del Oriente Medio, Israel.
Quiero que esto quede muy claro: señalar a un país como violador de derechos humanos no es racismo, ni es discriminatorio, ni es una ofensa. Pero singularizar a Israel como el único país que merece una mención en la agenda del Consejo de Derechos Humanos demuestra el sesgo antisemita de ese organismo. El silencio cómplice de Costa Rica exige explicaciones.
Siendo que nuestro país tiene ahora un puesto en el CDH, cabe preguntarse en qué andaría nuestra misión en Ginebra cuando se definía la agenda para los próximos 5 años. ¿Será que tenemos una representación compuesta por pegabanderas y promotores turísticos que no tienen la menor idea de lo que sucede en el CDH?
Tampoco sabemos qué estaba haciendo nuestra misión permanente ante la ONU, que votó junto con otros 153 países la aprobación de esa agenda quinquenal del CDH que identifica únicamente a Israel como agresor de los derechos humanos. Ojo: sólo Estados Unidos, Canadá y Palau, además de Israel, votaron en contra.
Es un gran honor para nuestro país haber alcanzado un puesto en el Consejo de Derechos Humanos, pero jamás imaginamos que el precio de los votos recibidos para llegar fuera plegarse cobardemente y en silencio a esa mayoría automática de países gobernados por déspotas y tiranos que representan todo lo contrario de los ideales democráticos y humanos de los que Costa Rica se supone portaestandarte. Tal vez don Eduardo Ulibarri, que no supo explicar al país cuál era la agenda de la misión costarricense ante el CDH, pueda ahora explicarnos el voto de la misión neoyorquina que él encabeza.
Hace mucho vengo opinando que Israel debe irse de las ONU. Simplemente pegar un portazo e irse. La ONU es un claro enemigo de Israel. Además Israel ayuda a financiar a este enemigo, es ridículo. No creo que haya demasidos motivos que justifiquen seguir allí. ¿O acaso es obligatorio? ¿En que se puede perjudicar Israel? Creo que Israel tampoco hace mucho para que lo respeten.