Mario Satz
No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor propagandista de su país que el que barre su porquería debajo de la alfombra. El ex embajador de Israel en España es un hombre sobrio, equilibrado, que en ningún caso se hubiese atrevido a confesar con amargura las muestras de flagrante antisemitismo que hay en la sociedad ibérica si éstas no se hubieran producido, y no importa en qué condiciones. Claro que olvidó decir que también existe un sentimiento antimoro cada vez más extendido. El señor Schutz fue agredido verbal, gestualmente en más de una ocasión así como también lo fueron algunos académicos israelíes en su visita al país. Si eso no es antisemitismo ¿cómo llamarlo, concomitancias del conflicto palestino-israelí, secuelas de los problemas que vive el Oriente Medio? No, me parece que no, ya que no vemos el mismo dolor ni la misma rabia expresarse hoy contra el dictador sirio o el asesino Gadaffi, no percibimos la misma sed de justicia cuando se trata del tirano Chávez en su desprecio y represión de los universitarios venezolanos ni presenciamos ácidas protestas contra opresión china al pueblo tibetano.
La rápida y antiséptica salida de la señora Trinidad Jiménez no se la cree ni ella misma. No debería asombrarnos, sin embargo, su postura: ¡es la misma que la del gobierno Zapatero ante las quejas y sufrimientos del pueblo! Aquí no pasa nada, dice el socialismo de las bellas palabras que ocultan pequeños actos, la crisis es mundial, nosotros estamos haciendo bien los deberes. Tarde pero bien. Por otra parte es cierto que existe la encomiable actividad de la red de juderías que de Toledo a Girona intenta rescatar del brumoso pasado las imágenes más amables de una convivencia que nunca fue del todo ideal en lo que al pueblo judío se refiere. Hay, aún, en España, un poso negativo, un desprecio ancestral no exento de su viejo matiz teológico. Mallorca acaba de honrar a sus chuetas o descendientes de judíos, una gota de agua en un vaso de vino rancio, y si hay una zona en la que el sentimiento es más projudío que otras esa geografía es Galicia, quizás porque existieron allí las más antiguas juderías españolas o porque el corazón gallego es más sensible que, por ejemplo, el del pueblo vasco, que conoce una rápida transición entre la más amarga visión católica de la realidad y el caldo de cultivo etarra. De hecho el nacionalismo vasco tiene un indudable componente racista, de otro modo no estarían obsesionados por las genealogías y los apellidos.
Es de agradecer que el embajador de Israel se fuera con una señal de alarma y un regusto a bilis en los labios: fue herido en persona y en el nombre de su país, fue despreciado como judío y como israelí. Ojalá, así lo deseamos, que el nuevo embajador no deba enfrentar parecidos rechazos y se tope, aquí y allá, con esa buena voluntad y sentimiento equitativo del que habla la ministra Jiménez. Hace falta más de un lavado para que la España negra acabe de verse limpia de sus antiguas lacras y mezquindades.
Sr.D. Mario Satz,tuve la oportunidad de conocerlo en la Embajada a través de otras personas,pero fué imposible por estar enfermo.La primera visita que haga a Israel, le prometo que iré a visitarlo.Sra.Jiménez no olvide nunca que su apellido desciende de judios.Que dificil tendrian ustedes llegar a ser politicos en España,si yo tuviera que examinarlos para ocupar esos puestos.