Lincoln Díaz-Balart
Diario Las Americas
07-01-2011
Entre los libros de mi padre he encontrado uno titulado “Jewish Child Slaves in Sâo Tomé”, por el diplomático israelí Moshé Liba, embajador de Israel en la pequeña república africana de Sâo Tomé a mediados de la década de 1990.
Cada año se conmemora la trágica expulsión de los judíos de España en 1492.
Lo que se sabe mucho menos es que muchos de los judíos de España fueron para Portugal en 1492.
Los expulsados de España que pasaron a Portugal fueron autorizados a establecerse en el país “a cambio de un rescate”, pero miles de ellos no pudieron cumplir con el injusto requisito monetario que se les había impuesto al llegar a Portugal, y el Rey de Portugal aplicó severas sanciones contra ellos.
El Rey ordenó tomar por la fuerza a los pequeños hijos e hijas de los judíos y enviarlos a Sâo Tomé, islas en África pertenecientes entonces a Portugal y llamadas “Las Islas Perdidas”. El Rey designó a un sacerdote para que educara a los niños en el cristianismo, y a un militar, el Capitán Álvaro de Caminha, para llevarlos a la fuerza.
En 1493, unos 2000 pequeños niños y niñas judíos fueron separados de sus padres en Portugal y forzosamente llevados como esclavos a Sâo Tomé. En dos años murieron unos 1400 de ellos, de múltiples enfermedades, de desesperación y tristeza, o “devorados por cocodrilos, en los lagos y a la orilla del mar”.
Casi 500 años más tarde, en 1975, “se hicieron excavaciones junto a la catedral, en el centro de la ciudad, para ampliar el nuevo palacio presidencial, y en el lugar encontraron tumbas y una espada. Se cree que la espada era del Capitán Álvaro de Caminha, y que las tumbas son las de los niños judíos llevados hasta allí desde Portugal.
En el cementerio de Sâo Tomé existen dos tumbas de comerciantes judíos oriundos de Marruecos (Abraham Cohen y Aaron Gabay) y una estrella de David en el piso de una pequeña escuela parroquial en una plantación.
El embajador Liba escribe en su libro tan triste como fascinante, “cuando presenté las cartas credenciales me dijo el Presidente Miguel Trovoada: “Tenemos raíces comunes, descendientes de judíos viven en nuestras islas. Encontrará usted aquí nombres judíos como Azacot, Levy, Samuel”. Después de la presentación y la conversación protocolar con el Presidente, tuvo lugar el desfile militar en honor del primer embajador de Israel. Fue, por cierto, en la Plaza del Palacio Presidencial, frente a la catedral, presunto sitio de sepultura de los niños judíos.
Hace 500 años, trajeron aquí a mis antepasados como esclavos, hoy entonan el “Hatikvah”, la Esperanza, nuestro himno nacional, en honor de Israel, ¡el país del pueblo Judío!”
Que triste es la historia de la humanidad, pensé al leer este libro. Que cruel es capaz de ser el hombre. Los judíos sufrieron el exilio por 1800 años y múltiples holocaustos como el de los niños esclavos de Sâo Tomé.
Y perseveraron.
Por fin lograron su Estado y santuario, Israel, en 1948. Durante los 18 años que fui miembro del Congreso de Estados Unidos, fue para mi un privilegio ayudar a Israel a mantenerse fuerte y seguro. Dios quiera que siempre perdure Israel.
es muy duro ¡¡ el judio el chivo expiatorio de la humanidad que muy poco tiene de humana