Ariel Cohen
Journal Wall Street
Las tensiones crecen en el Mar Mediterráneo oriental, entre Israel y Líbano, ésta vez por las 430 millas cuadradas de agua que contienen respetables cantidades de yacimientos de gas subterráneo.
Irán, Hezbollah y Siria aún se muestran interesados en una guerra contra Israel, cada uno por sus propias razones. Teherán y Damasco pretenden aprovechar el régimen atacado de Bashar Asad, mientras Hezbollah pretende defender a sus funcionarios de las acusaciones en su contra, por haber intervenido en el atentado contra el Ex Primer Ministro libanés, Rafik Hariri. Una nueva guerra en el Medio Oriente estará al servicio de todos éstos objetivos y será una desgracia desde el punto de vista de Estados Unidos, ya complicada en las retiradas de Afganistán e Irak y con la operación militar en Libia.
Tanto Israel como Líbano, cuentan con un trillón cúbico de gas natural submarino y la capacidad de ganar mucho de esos recursos. Todo lo que requieren es buena voluntad para tratar un acuerdo que determine las fronteras del agua. Eso ocurre en general, por medio de deliberaciones conjuntas o un arbitraje acordado -no por medio de un mecanismo de debate sobre los límites de Naciones Unidas, tal como Líbano lo exige ahora.
En el año 2000, Naciones Unidas trazó detalladamente la frontera terrestre entre Israel y Líbano cuando Israel se retiró del Sur de Líbano. En su momento, el organismo internacional no determinó la frontera marítima entre los dos estados y no parecía que a alguien le importara. Líbano carecía de descubrimientos en hidrocarburos, pero parecía estar entusiasmado en descubrir un conflicto limítrofe: solo ahora cuando Israel descubrió yacimientos fijos de gas natural en los campos de Tamar y Leviatan, Hezbollah y sus largos brazos de regímenes, iraníes y sirios, decidieron hacer una cuestión de las fronteras marítimas.
El gobierno libanés controlado por Hezbollah, denominó la frontera propuesta por Israel como “agresiva” y amenaza ahora con atacar las perforaciones israelíes de gas, incluso aquellas situadas en el agua, sobre las que no existen diferencias. Pretende que Naciones Unidas medie en el conflicto fronterizo bajo la ley del tratado de mar, de la que Israel no es miembro. Lo más atemorizante es que, el informe del Departamento de Estado de Estados Unidos, aprobó la solución planteada por Hezbollah de transferir el problema al organismo internacional, a pesar del hecho que Estados Unidos tampoco aprobara el tratado jamás.
Las probabilidades son altas desde el punto de vista de Estados Unidos e Israel. Hezbollah está armado con misiles C-802 contra barcos planeados por China, fabricados en Irán y capaces de ser destructivos en el futuro para las perforaciones de gas y tanques israelíes en el mar. Hezbollah cuenta también con unidades de comando marítimas.
El temor por parte del Departamento de Estado de la conflagración en el mar Mediterráneo y su nuevo interés en la ley del tratado marítimo, no debe sintetizarse en la adopción de la organización terrorista y el país que dirige. Washington actuará más correctamente si se posiciona junto a su aliada democrática y se opone a la posición de Hezbollah, a favor de la posición de Teherán y Damasco, lo que tan solo puede agravar las tensiones en la región. Washington debe aclarar que los dos estados deben resolver el conflicto fronterizo marítimo entre ellos y gozar de los beneficios de sus yacimientos de gas submarinos.
El Sr. Ariel Cohen es investigador senior del Heritage Foundation.
Fuente: Jerusalem Center for Public Affairs
CIDIPAL
Difusion: www.porisrael.org
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