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| viernes noviembre 22, 2024

¿Negociaciones? ¿Naciones Unidas? ¿Consejo de Seguridad?


Santiago Belmonte

Porisrael.org

En estos días el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas está deliberando sobre el pedido de adopción a esa institución de un estado palestino. Algunos países están intentando influir en los representantes de ese teórico futuro estado, para que retiren su solicitud, y retornen a la mesa de las negociaciones con el Estado de Israel, sin las cuales la obtención de sus objetivos sería prácticamente imposible. Pero los representantes palestinos se siguen negando a negociar mientras Israel no congele la construcción de viviendas y asentamientos en lo que reclaman como territorios propios, que según ellos son parte de su futuro estado. También ponen como condición que las negociaciones se realicen sobre la base de las fronteras de 1967.

  

Esta última pretensión es irreal por muchas razones, ante todo porque esas fronteras no existieron jamás. En realidad se refieren a las líneas de armisticio acordadas entre Israel y Transjordania en 1949. En 1967 no se acordó frontera alguna. Ni tampoco en 1947, cuando fue propuesta la división de los territorios entre un estado judío y uno árabe, porque los árabes se negaron a aceptarla y desencadenaron una guerra contra el incipiente estado judío con el fin de borrarlo del mapa. No lo consiguieron, y el resto es historia. Por ser archiconocidos, no entraremos aquí en los detalles de todos esos eventos.

En cuanto al congelamiento de la construcción de viviendas y asentamientos, Israel accedió a ese pedido por un plazo de diez meses, pero durante ese período los palestinos siguieron negándose a volver a la mesa de las negociaciones. Ahora bien, cabe preguntarse uno por la razón de tal negativa. La respuesta es muy simple. Los palestinos no quieren negociar con Israel. Quieren, con ayuda de otros países, imponerle la creación de un estado, exigiendo el reconocimiento del mismo por Israel, sin conceder nada, sin siquiera reconocer a Israel como un estado judío. Eso sí, les parece totalmente normal que otros países se autodenominen estados árabes o repúblicas islámicas.

Los palestinos no quieren negociar por varios motivos, y el principal es que no hay acuerdo entre ellos mismos. El gobierno de Hamas en la Franja de Gaza, que no reconoce a la Autoridad Palestina de Cisjordania, se opone fervorosamente al pedido de adopción de un estado palestino que viva en paz con Israel. Para ese gobierno, y para una multitud de organizaciones y estados musulmanes, Israel no existe, o por lo menos no debe existir. Lo quieren todo. Todo el territorio del Estado de Israel. Un punto de vista que a todas luces comparten con Mahmud Abbas y sus acólitos, porque de lo contrario negociarían. Nadie debería tener más intereses que la Autoridad Palestina en acelerar el proceso que los conduzca a la obtención de un estado propio.

¿Qué apuro tendría que tener Israel en correr riesgos inauditos y conceder territorios que son fundamentales para la seguridad de su propia existencia? Y sin embargo, por paradógico que parezca, es Israel el que expresa el deseo de negociar. Francamente, este autor no sabe por qué. Porque al fin y al cabo, y por muchísimas razones, históricas y otras, todos los territorios le pertenecen y son parte inseparable de su soberanía. ¿Cuándo, en toda la historia, hubo un estado palestino? ¿Cuándo, en toda la historia, hubo en estas tierras la más mínima expresión de una presencia física y cultural palestina?

Es cierto que a lo largo de la historia invadieron la milenaria Tierra Santa de Israel grandes imperios y naciones ávidas de conquista, y se establecieron en ella, quien más quien menos, por tiempos determinados, usufructuando su suelo, sus riquezas naturales, y estableciendo residencia en este país, que no era de ellos. Por eso sólo, los imperios y naciones de antaño que aún existen le deben al Estado de Israel una fortuna en concepto de alquileres e indemnizaciones. Pero al parecer la insolencia no conoce límites y en lugar de ello algunos de esos residentes temporarios pretenden ahora ser propietarios de las tierras que invadieron.

Lo peor no es eso, sino que se hacen eco a esas pretensiones países que bien harían en revisar sus propias historias y conductas, en lugar de meterse en las de los demás. En primera línea cabe aquí mencionar a algunos estados europeos, algunos de ellos durante siglos enteros protagonistas, y muchos otros cómplices, de los más terribles genocidios y de las más atroces matanzas de judíos que haya conocido la humanidad. Esos mismos europeos que avasallaron continentes enteros, asesinando y eliminando sin piedad a sus habitantes originarios, violando a sus mujeres, esclavizando a sus hijos, y robando sus riquezas, todo ello con la excusa de que los estaban civilizando o colonizando.

Lo más triste es que muchos de los pueblos avasallados en América, Asia y África parecen haberse olvidado de sus propias historias, permanecen indiferentes ante la disinformación, o prefieren aliarse con sus antiguos dominadores, con tal de obtener de ellos alguna migaja de pan o sobornos millonarios para sus caudillos. De esto último se encargan por cierto los dueños del petroleo.

Es así que nace toda una saga, producto de una imaginación frondosa y de la mentira institucionalizada en amplios círculos, incluyendo desde ya a numerosos medios y órganos periodísticos empeñados en tergiversar cuanta verdad y justicia se les ponga en el camino. Y con ellos se asocia por lo menos un autor peruano que no vive en su propio país, recientemente galardonado con el premio Nobel, que hoy día es de prestigio dudoso, y en lugar de escribir buenos libros se dedica ahora al periodismo basura.

Y entonces, entre muchas otras ignominias, aparecen estupideces transparentes como el enojo contra Israel por permitir el asentamiento de sus ciudadanos en territorios a negociar (siempre y cuando los palestinos estén dispuestos a ello). Ni hablar de que esos asentamientos ocupan porciones mínimas de los territorios reclamados por los  palestinos.

¿Cómo pueden esos asentamientos constituirse en obstáculo para negociaciones de buena fe? ¿Acaso no viven palestinos en ciudades judías de todo Israel? Últimamente somos testigos de declaraciones de representantes palestinos, de que en el futuro estado palestino no podrá haber judíos. ¿A quién puede molestarle la presencia de un puñado de israelíes que quieran vivir bajo dominio palestino? La respuesta es muy simple. El estado palestino, al igual que los regímenes nazis y fascistas, no admite la presencia de judíos. Sus países deben quedar Judenrein (puro, libre de judíos). Eso mismo, ahora que me acuerdo, lo exigió el presidente Sadat a Israel, a cambio de un tratado de paz con Egipto, e Israel despejó ciudades vecinas a la Franja de Gaza y la península de Sinaí.

Pero todo eso no es nada comparado con la actitud de ciertos gobiernos occidentales, autollamados esclarecidos y democráticos, cuando acusan a Israel de ser un estado de Apartheid y de discriminar a los árabes. Entonces: ¡¿Quién discrimina a quién?!  Y no vaya a ser que un judío quiera establecer su residencia en un sitio reclamado por los palestinos. Que quede bien claro, y muy especialmente a la señora Angela Merkel, que gobierna al país responsable de las mayores masacres judías de la historia, un país en que todavía anda suelto más de un asesino, y se enfurece porque Israel decide construir mil nuevas viviendas en su propia capital, que en Israel los judíos tienen derecho a vivir donde quieren. Porque al fin y al cabo esta tierra les pertenece. ¿Pero aún en el caso en que por un aciago azar, y como producto de la ingenuidad más asombrosa y de los irrefrenables anhelos de algunos israelíes de una paz por dudosa que sea, algunos territorios israelíes pasaran a otra soberanía, puede alguien prohibir a un judío a establecerse donde se le de la gana, derecho por demás garantizado por la Declaración Universal de Derechos Humanos? ¿O acaso los judíos están excluídos de esos derechos? ¿O tal vez esos derechos fueron reconocidos solamente para los palestinos?

Si mal no recuerdo, hay judíos residentes en gran parte de los países que ahora respaldan las pretensiones palestinas. Parece una broma de mal gusto. Los judíos pueden comprar y construir casas en todo el mundo, y residir en ellas sin que por ello se vea afectada la soberanía de estado alguno. ¿Acaso la presencia de judíos en esos países ha significado alguna vez que estos pretendieran fundar allí un estado propio, aún en los casos en que en algunos de esos países hubo judíos mucho antes de sus nacionales actuales? Es difícil de creer, pero el único país en que se pretende que no pueda residir un judío, es Israel, su propio país. No me hagan reir, porque es para llorar.

Y mientras tanto sigue la farándula universal, y los palestinos se quedarán sin estado, sin otra razón que su propia estupidez. ¿Si ellos no tienen apuro en negociar, qué apuro y qué interés puede tener Israel en sentarse ante una mesa para regalarles parte de su tierra a cambio de nada?

Fuente y difusion: porisrael.org

 
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