Alan Baker
Jerusalem Center for Public Affairs
El discurso de Abu Mazen en la Asamblea de la ONU, no estuvo – por supuesto- dirigido al público israelí sino a explicar, a los oídos de la mayoría automática de los representantes de los países sentados en la sala de la Asamblea General, que lo ovacionaron en toda oportunidad, exageradamente e, incluso, de modo arbitrario, en particular estallando en aplausos ante su mención del nombre de Yasser Arafat, lo que me provocó y, con seguridad a otros también, una ola de escalofríos.
Las palabras de Abu Mazen, fueron destinadas a los medios de comunicación del mundo, en la aspiración e intención de restituir el tema palestino al foco de atención internacional, tras su marginación a partir de la “Primavera Árabe”. El discurso, según parece, no estuvo destinado a transmitir fe o esperanza al pueblo de Israel en que los palestinos son sinceros en su voluntad e intenciones de vivir en paz con Israel y están dispuesto (o interesados) en ser considerados y debatir negociaciones sobre las sospechas o preocupaciones sobre seguridad y otras, tal como fueron descriptas por el Primer Ministro Netanyahu, en su discurso ante la Asamblea General.
La amargura manifestada y la carga de odio que exhibió Abu Mazen, haciendo uso destacado de expresiones, dirigidas a atacar y provocar, como “limpieza étnica”, “Apartheid” y demás expresiones destinadas al público de Naciones Unidas, no fueron menores a la amargura y odio expresadas en el discurso de Arafat, en la Primera Convención de Durban, hace exactamente diez años.
El discurso de Netanyahu exhibió, frente a su público espectador, la posición de Israel, de modo práctico y claro, sin el patetismo y la sensibilidad de su par palestino. Hubo respuestas prácticas que explican la determinación de Israel hacia los ajustes de seguridad y los temores por su parte, frente a la ausencia de una estabilidad que crece y se amplía en nuestra región.
Pero, de hecho, ¿Cuál es la importancia de esos discursos? En dos días, de todos modos, serán olvidados e ingresarán al archivo de Naciones Unidas con los viejos mensajes de la Asamblea. No tienen un contenido comprometedor. Como todas las medidas de la Asamblea General de la ONU, son escenográficas. Y entonces, de hecho, ¿Qué se consiguió con esos dos discursos?
Desde el punto de vista de Abu Mazen, seguramente aseguró su lugar en las páginas de historia palestina, algo importante para un hombre que se acerca al fin de su carrera e intenta ajustar, y no parcialmente, sus logros y su posición a las de Arafat. En cierta medida, eso explica el nudo del discurso y su duro contenido.
¿Acaso alguno de los dos voceros convenció a alguien sobre la justicia de sus palabras y sus buenas intenciones? ¿O, se trata de la exposición de posiciones de principios antes que las partes se vean exigidas a mantener negociaciones de verdad, bajo la estricta supervisión de la comunidad internacional y la adecuación a una agenda de tiempos rítmica para su cumplimiento?
Con respecto al destino del pedido palestino a su reconocimiento como miembro de las Naciones Unidas; pedido presentado ante el Secretario General en un ceremonial inaceptable, como parte del operativo de escenografía de Abu Mazen nada más llegar a Nueva York, cabe dudar si el Consejo de Seguridad podrá aceptarlo. Ello a la luz de los datos básicos sobre la ausencia de los características indispensables para la propia existencia de cualquier estado, incluido el control y la capacidad de gobierno sobre el pleno territorio y la capacidad de cumplir con las normas y obligaciones internacionales.
Cabe suponer que, el pedido palestino a su incorporación en la ONU, será reforzado a través del Consejo de Seguridad en el marco de “Requiere Revisión”, hasta la etapa de decisión verdadera en la negociación y acuerdo entre las partes y, solo entonces, será otra vez puesto sobre la mesa.
Con respecto a las aspiraciones palestinas de mejorar su status de entidad observadora a estado miembro, queda claro que ya cuentan con la mayoría automática para ese objetivo, y es de suponer que en el transcurso de las próximas semanas, será presentada ante la Asamblea, la decisión en el tema.
Y, entonces, quien pensara que, al concluir – en vísperas del Shabat – la etapa de discursos terminaría las fiestas del “tsunami político” y los juegos del gato y el ratón en Naciones Unidas, y todo volvería a la rutina. Esa es la “correcta” decepción.
Si los palestinos logran algo es, de hecho, la restitución del conflicto israelí-palestino a la atención mundial y ya se ve, la determinación europea, de aprovechar ese clima, a fin de obligar a las partes a ingresar a la negociación inmediata.
Queda claro que esa situación posiciona tanto a Abu Mazen como a Netanyahu ante cierto desconcierto, a partir de los problemas de cada uno en casa y la dificultad por acercarse a la negociación con posturas claras y detalladas a fin de habilitar una negociación seria y cristalizar acuerdos aceptables para sus pueblos.
Más allá de ese problema parece que, la amargura y el clima de provocación transmitido por Abu Mazen y Saeb Erekat, en las entrevistas a los medios mundiales, de inmediato terminado el discurso, una carga de desaprensión y falta de confianza contra el Primer Ministro de Israel y el pueblo de Israel solo contribuirá a dañar cualquier negociación real que, quizás, surja de esa Asamblea General. Es una pena que los palestinos no pensaran en orientar sus palabras al pueblo de Israel a fin de construir la confianza a la opción de la paz.
El juego del gato y el ratón continuará en los pasillos de la ONU.
Alan Baker, Ex asesor legal de Cancillería y ex embajador de Canadá. En el presente, dirige el Instituto de Diplomacia Pública y el Centro Jerusalén de Asuntos Públicos.
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