Ruben Kaplan
En la noche del martes 11 de octubre, el Gobierno de Israel, luego de una turbulenta discusión de Gabinete, con 26 votos a favor y 3 en contra, aprobó el acuerdo suscripto con el Hamas para liberar al soldado israelí Gilad Shalit -que la organización terrorista tiene secuestrado hace más de 5 años- a cambio de poner en libertad a 1.027 palestinos detenidos en las cárceles israelíes, incluidos 60 culpables de asesinatos múltiples.
El convenio, que posibilita el ansiado regreso en pocos días de Gilad a su hogar, luego de un cautiverio en el que durante todo su transcurso no le fue permitida ninguna comunicación, visita, ni control por parte de la Cruz Roja, colmará de felicidad a su atribulada familia y a la gran mayoría del pueblo israelí que ve simbolizado en él, al hijo de todos. Sin perjuicio de alegrarse por el retorno de Gilad, un sector de la sociedad del Estado judío, especialmente los deudos de las víctimas de los atentados terroristas, experimentan una acuciante ambivalencia.
Comparten el gozo del inminente reencuentro de Gilad con sus seres queridos, pero sienten un comprensible dolor lacerante y un sabor amargo difícil de digerir por la excarcelación de los criminales que asesinaron a los suyos. Probablemente esta última causa, sea una de las razones por las que expresaron su negativa al acuerdo, los Ministros de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman, de Infraestructura, Uzi Landau y el de Asuntos Estratégicos, Moshe Ya’alon. La otra razón es que la liberación de los terroristas representa un gran riesgo para la seguridad de Israel, con el agravante de haber cedido a la extorsión de Hamas. En realidad, no es la primera vez que Israel negocia con grupos terroristas, anteriormente lo hizo con Hezbollah. En julio de 2008 se produjo el oprobioso intercambio de los restos de los soldados israelíes Eldad Regev y Ehud Goldwasser por el sanguinario Samir Kuntar- quien estrelló reiteradamente el cráneo de una nena israelí de cuatro años contra una roca hasta producir su muerte- y otros cuatro prisioneros libaneses, entre los que se encontraba otro asesino, Hussein Ali Suleiman, plus 199 cadáveres de terroristas del Hezbollah. El canje suscitó un repulsivo alborozo en el Líbano, Gaza y otros países árabes, y profunda consternación y llanto en Israel. Tal como se preveía, los terroristas fueron recibidos como héroes en Líbano. El Hezbollah, en una muestra tangible de crueldad y sadismo, mantuvo oculto hasta último momento, que Regev y Goldwasser habían sido asesinados dos años antes, en el mismo momento de su intento de secuestro. Inclusive un día antes de la entrega de los ataúdes que contenían sus cuerpos, el diario libanés Al-Akhba, vinculado al Hezbollah, contribuyó a la tortura psicológica, deslizando que uno de los soldados, había muerto el día del ataque a las posiciones israelíes, sin precisar cuál de ellos, dejando de esa manera expedita la esperanza que al menos uno de ellos podía estar con vida. Hamas adhirió jubiloso al festejo y uno de sus líderes Ismail Haniyeh celebró la liberación de Kuntar y su triunfante retorno al Líbano, elogiando la gran victoria que tuvo la resistencia y ensalzando lo adecuado de sus procedimientos, al declarar que la claudicación de Israel, dejaba como enseñanza que la forma de liberar a sus prisioneros, era secuestrando más soldados israelíes. Esas afirmaciones daban un indicio del alto precio que debería pagar Israel para la liberación de Gilad Shalit y evitar que se constituyese en otro Ron Arad.
Como consuelo, en esta oportunidad, aparentemente no integrarán la nómina de los 1027 terroristas liberados, Marwan Barghouti, quien fue condenado a cinco cadenas perpetuas por su papel en los asesinatos de israelíes durante la intifada de al-Aksa, Abdullah Barghouti, quien está cumpliendo 67 perpetuas consecutivas por la construcción de las bombas que mataron a 66 personas, Hassan Salama, un líder de Hamas que fue declarado culpable de asesinar a 67 ciudadanos israelíes, Ibrahim Hamed, Ahmed Saadat, quien dirigió el Frente Popular para la Liberación de Palestina y fue responsable del asesinato del Ministro israelí Rehavam Ze’evi. Quienes sí se beneficiarán con la libertad, son las 27 reclusas palestinas en cárceles israelíes, incluida Amina Mona, una joven mujer que atrajo por Internet con engaños a un adolescente israelí de 16 años, Ofir Nahum, a una localidad palestina, El Bireh, donde fue emboscado por terroristas palestinos que lo asesinaron.
Según declaraciones efectuadas a la prensa en la noche del martes por Yoram Cohen el Jefe del Shin Bet (Servicio de Seguridad Interna), quien dijo que el acuerdo logrado fue el mejor posible, la implementación del canje se hará en dos etapas. En la primera Israel liberará 450 prisioneros, incluyendo 315 palestinos que tienen una o muchas condenas perpetuas y quienes están con altas penas. La segunda fase incluirá otros 550 presos.
El Primer Ministro israelí, Binyamín Netanyahu, quien cumplió la promesa hecha a los padres de Gilad Shalit de hacer el mayor esfuerzo por traer a su hijo de vuelta a su casa, agradeció la mediación de Egipto y Alemania en la negociación. Al respecto, el portal DEBKA reveló que en las tratativas para lograr el acuerdo entre Israel y Hamas, tuvo un rol preponderante el Secretario de Defensa de EE.UU. Leon Panetta, ex Jefe de la CIA, quien en la visita que efectuara a Israel y Egipto el 3 y 4 de septiembre pasado, negoció directamente con el jefe político de Hamas, Khaled Meshaal, el cierre de la sede de Hamas en Damasco para socavar al Presidente sirio Bashar Assad, soltar a los palestinos de la amarra de Irán y Hezbollah y disminuir gradualmente sus lazos con el país persa, a cambio del patrocinio estadounidense de Hamas. En esa componenda, sale beneficiada la Hermandad Musulmana, a quien la Administración Obama, considera erróneamente «una moderada fuerza musulmana». El que resulta claramente perdidoso ante el acuerdo de Israel con Hamas, que culminó con la liberación de Gilad Shalit y 1027 palestinos, es Mahmoud Abbas, quien con su torpe intento unilateral de acudir a la ONU para lograr crear un Estado palestino, no tiene nada más que un show mediático para exhibir como logro y se granjeó el disconformismo norteamericano.
Marginalmente de las especulaciones y consecuencias políticas, queda como corolario el valor que tiene una vida para Israel, preservando la de Gilad Shalit, aún al costo de liberar a más de mil terroristas que enaltecen la muerte.
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