Por Israel


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| viernes noviembre 22, 2024

Problemas de difícil solución.


Samuel Auerbach

Terminó una etapa que duró más de cinco años. Llanto, incertidumbre, pancartas, ansiedad, ruegos, enojos, insultos, controversias, negociaciones. Gilad Shalid volvió a su hogar. Comenzó una etapa nueva que, sin duda, será mucho mas corta. Euforia, emoción alegría, abrazos, besos, festejos de los que no veían la hora de ver liberado a Gilad, como también protestas hasta el llanto de los familiares de víctimas del terror, que vieron libres y felices a los asesinos. Y mientras esa etapa se irá esfumando, quedará desenfundado el sabor de una amarga victoria.

 

              Aunque el enemigo nunca nos vencerá, el haberlo favorecido no es justamente lo que hubiéramos deseado. Nuestro enemigo es débil, pero es astuto. Sabe cómo aprovechar las debilidades de su enemigo. A Gilad Shalit los palestinos pudieron haberlo asesinado con suma facilidad como lo hicieron con dos de sus compañeros. Pero no fue así porque para su suerte, que fue la suerte de muchos, conocían la idiosincrasia del pueblo de Israel. Sabían que si lo capturaban, el beneficio que obtendrían sería mucho mayor. No se equivocaron. 

    

              El enemigo nos supera ampliamente en la guerra mediática  y ahora se fortalece aprovechando el valor que Israel le da a la vida en general y, como es natural, a la vida de cada uno de los integrantes de su pueblo en especial. Pienso que si Israel no hubiese evitado de herir civiles en el Líbano, la segunda guerra allí librada hubiera tenido otro resultado.

 

              Israel en su conflicto con los palestinos, no puede usar sus mismos métodos. En la guerra mediática no sabe mentir y el uso de medios psicológicos no tiene sentido, porque el enemigo terrorista no valora la vida su gente. Ni siquiera los mínimos principios morales entran en su agenda cuando guerrea. No los tiene para sus enemigos ni para su propio pueblo que usa como escudo, maltrata y asesina, y a cuyos hijos educa para que amen a la muerte. 

           

              El caso Shalit, debe servir como lección. Esta situación no debe repetirse. El desigual canje de prisioneros engolosinó a Hamas. Con jactancia declaró que volverá a secuestrar tantas veces como sea necesario hasta vaciar las cárceles israelíes.

 

            Se presentan entonces dos problemas a resolver. El primero de ellos es encontrar los medios que eviten los secuestros. Este es un difícil problema si tenemos en cuenta que no existen fronteras herméticas que nos separan del enemigo. El segundo problema es el que se presenta en caso de algún secuestro. La actitud a asumir por el gobierno no será menos dificultosa, si es que Israel sigue adoptando lo que para el judaísmo es de un valor supremo: el rescate de víctimas y prisioneros. Esto obliga a los gobiernos israelíes, a recuperar vivos o muertos a sus rehenes y rendirse a las exageradas exigencias del enemigo, como acaba de suceder.

 
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