Un intelectual israelí me dijo: «Sabemos que estamos solos, pero ¿Cuándo no hemos estado solos?»
Pilar Rahola
La Vanguardia
02/11/2011
Esto escribía un lector de mi web llamado Josefus hace dos días: «El viernes cayeron 2 misiles Grad en Ber Tuvia y hoy, después de que un helicóptero diera el bajo a 5 terroristas que preparaban lanzamientos contra Israel, han caído más de 20. Revisando la prensa internacional veo que nadie informa de esta travesura, esperando la reacción de Israel para calificarla de exagerada». Y Josefus tenía, como siempre, razón. La información sobre los cohetes, que volvieron a caer en Israel al día siguiente de la liberación de más de mil prisioneros palestinos, no ha interesado a nadie. En cambio, la reacción israelí ha alimentado uno más de los muchos titulares que conforman la imparable demonización de este país. Es el proceso de siempre: Israel debe aguantarlo todo.
Y ¿Qué es todo? Veamos: Israel tiene que aguantar que países poderosos como Irán financien un ejército de miles de islamistas radicales, cuyo único objetivo es destruir a su país. Si no hace nada, Hizbulah va creciendo como amenaza imparable, y ya es más grande que el ejército de Líbano. Si hace algo, Israel es un país bélico, imperialista y asesino. También tiene que aguantar que todos los acuerdos para distensionar la situación acaben con caídas de misiles por parte de las organizaciones yihadistas de Gaza. Si no responde, le caen misiles. Si responde, es un país bélico, imperialista y asesino. Y por supuesto, por muchos acuerdos de paz planteados y por muchos Camp David abortados, nadie culpará a los palestinos de los fracasos, porque la condición de víctimas eternas los inmuniza contra sus propias irresponsabilidades. Israel también tiene que aguantar que países teóricamente amigos como Turquía o Egipto le hostiguen con flotillas o con entradas de armas por cualquier rincón vulnerable o con desprecios diplomáticos. Y si responde, es un país bélico, imperialista y asesino. Y a pesar de sus esfuerzos en los campos científicos, de la dotación de recursos para la investigación, malgré dedicar la mayoría de su presupuesto a defensa, y a pesar de dar al mundo algunos premios Nobel, tiene que aguantar ser demonizado y odiado. Como me dijo un intelectual israelí, «sabemos que estamos solos, pero ¿En qué momento histórico no hemos estado solos?». Y ahora viene lo de la ONU, la Unesco y el tutti quanti que se añadirá. Poco importa que en un conflicto las dos partes deben encontrar su camino, poco importa la injerencia bélica de países de la zona, el desprecio a las víctimas israelíes, la culpa árabe en las décadas de guerras y terrorismo, poco importa todo, porque los organismos internacionales no están para promocionar la paz, sino para levantar la bandera del activismo ideológico. Ahora sólo quedar pedir a la Unesco que el dinero que no le dará EE.UU. se lo den las dictaduras islámicas, esas que tanto hacen por promocionar la ciencia, la cultura y la democracia.
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