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| miércoles noviembre 20, 2024

Muamar Kadafi murió de la misma forma en que mató


Bernardo Ptasevich

Aurora

3/11/2011

Muamar Khaddafi dijo que resistiría hasta la muerte; casi un presagio de lo que sucedió. La realidad de su situación era muy diferente de lo que proclamaba desde sus escondites. El podía proferir cualquier tipo de amenazas, pero su estructura militar y su poder político estaban desahuciados. Durante su dictadura no tuvo remordimientos. Fue responsable de atentados sangrientos que conmovieron al mundo. Mató sin juicio y sin piedad a cuanto opositor se le animara y por el motivo que fuera, apoyando al terrorismo en todos sus aspectos.

Fue un terrorista devenido en líder de un país a cuyos ciudadanos tenía en la miseria a pesar de la riqueza del petróleo. Soñaba con ser el líder de todos los musulmanes del mundo. Sus elucubraciones y delirios lo llevaron a no ver la realidad de lo que vendría.

Odiaba a Israel. Propuso trasladarlo a otros sitios del planeta para lograr que la región sólo fuera musulmana. De haberlo logrado, seguramente hubiese liderado a todos los países islámicos.

Su soberbia lo llevó a emitir discursos amenazantes en cuanto foro se le brindó. Por desgracia el mundo occidental le ofreció sus tribunas, una actitud casi suicida que él aprovechó muy bien. Sus amigos fueron todos los enemigos de Israel y los Estados Unidos.

Junto a ellos pensaba en hacer desaparecer lo que ellos llamaron el “Ente Sionista”. A pesar de que el odio a los judíos los unía, mantenía diferencias abismales con los líderes de países petroleros que eran sus competidores.

De haber podido adueñarse de cuanto país tuviera a mano, lo hubiese hecho y no le importaba aniquilar ciudades enteras. La vida no representaba nada para él, por lo menos la vida ajena. Sin embargo sus ruegos finales indican que su vida sí le interesaba.

Casi imploró que no lo maten pero no pudo convencer a sus captores enfervorizados y fanatizados que lo tenían entre ceja y ceja. Parecía que cada uno de ellos quería llevarse un trozo de Khaddafi para su casa como trofeo de guerra. La furia con que se manejaron los rebeldes nos hace temer respecto al futuro. Quizás tengamos más de lo mismo, con otros nombres, otras caras y bajo otras formas políticas.

Creo que Khaddafi tuvo suerte de morir. Me hubiese gustado verlo sentado frente a los jueces, que tuviera que pasar por todo el proceso de un juicio donde se documentaran todos sus delitos y que recibiera luego las máximas condenas. El linchamiento no es un buen antecedente, incluso si se lincha a un asesino como este. La ley del más fuerte sólo hará que los gobiernos se sucedan uno tras otro, que los políticos dejen el poder cuando sean asesinados y no por elecciones.

Se requiere un cambio importante en el comportamiento de la gente, un cambio que les permita vivir como seres humanos y no como bestias. Eso no se logra matando a los dictadores. Ahora es turno de la educación, de un cambio de sistema que requiere convertir a los ciudadanos en parte del funcionamiento de una democracia.

La política es el arte de lo posible

Todas las acciones de los gobernantes y de los ciudadanos están impregnadas de política. No hace falta ser político de profesión para ejecutar acciones políticas. Una manifestación pacífica, una demanda sobre determinados derechos, una publicación que emita opinión, y como arma principal un simple voto, todo significa hacer política. Ante determinados hechos es normal que se utilice el termino con fines descalificadores.

Sin embargo, para dilucidar los conflictos y las diferencias prefiero la política incluso la mala política porque prioriza el dialogo a la violencia. La política es el arte de lo posible. Por ello es absolutamente necesaria para acordar, para discutir, para resolver los problemas de la sociedad, las ciudades, los países y el mundo. Sin ella estaríamos inmersos en la ley del más fuerte, donde el dinero y las armas no tendrían oposición. Es cierto que la política no ha podido dominar a los violentos en el mundo.

Sin embargo equilibra en parte una balanza que estaría totalmente volcada a uno de los platillos. El gran desafío es crecer en el diálogo en desmedro de las guerras, los conflictos armados, las dictaduras sangrientas y el terrorismo. No es un desafío fácil de cumplir. Nadie quiere perder el poder que tiene y los violentos no tienen una educación al respecto ni están preparados para cambiar de costumbres, para adaptarse a una opción de vida pacífica y dialoguista.

Todo acontecimiento está impregnado de política

Si analizamos el reciente canje del soldado Guilad Shalit por más de 1.000 presos palestinos, debemos preguntarnos por qué ahora y no antes. Durante los últimos cinco años y aun antes el primer ministro de Israel ha declarado y documentado su oposición absoluta a liberar presos con sangre en las manos. Pero en los últimos meses Netanyahu fue experimentando una transmutación que mucho tiene que ver con los acontecimientos en los países vecinos y en otros no tan cercanos.

Su experiencia le indica que debe generar actos que cambien la percepción que gran parte de la población tiene de su coalición para no terminar el período en muy mala forma. Comenzó con reconocer los problemas de “los indignados israelíes”. Aunque no resolvió las demandas por lo menos tomó algunas decisiones que no hubiese adoptado de no haber existido los reclamos.

Eso es política pura, un reclamo y una respuesta del Gobierno. Como paso siguiente decide cambiar su posición y liberar a esos terroristas a pesar del peligro que representan para el futuro cercano. Otro acto político que además utilizó muy bien ante los medios. Sin dejar pasar mucho tiempo declara públicamente que ahora puede hacer lo que en los meses anteriores ha negado sistemáticamente.

Ofrece congelar la construcción en los llamados asentamientos para que Mahmud Abás no tenga pretextos en su negativa a retomar las conversaciones de paz. A su vez, el presidente palestino va a tener que responder con otro acto político. No le queda más remedio que volver a ponerse en el vértice de la escena y recobrar parte del protagonismo robado por Hamás debido al reciente canje de prisioneros.

Esta organización terrorista cuyos métodos distan de la negociación pacífica también ha aprovechado políticamente la ocasión. Anteriormente no hubiesen aceptado un canje sin los presos VIP, pero ante la cercanía de las elecciones cambiaron de posición. Su incidencia en la vida de los palestinos había sido minado por la presentación de Abás ante la ONU. Todo lo descrito se encuadra dentro de la mal vista “política”, esa que más allá de quien la utilice bien o mal es mucho mejor que cualquier acto de violencia.

¿Cómo podríamos llamar a la intervención de la OTAN en los conflictos árabes apoyando a los rebeldes en países dominados por dictadores, algunos de ellos viejos aliados de Occidente? Otra vez la política está presente en los acontecimientos mundiales, aunque en este caso apoyada por el poder del fuego y una violencia determinante en los resultados. La mal afamada política debe ir sustituyendo parcialmente la violencia y llevando a los pueblos hacia una interrelación más razonable y menos peligrosa.

 
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