Alberto Mazor
A pesar que – según fuentes extranjeras – Israel adquirió experiencia internacional en el ataque a reactores nucleares en Irak y Siria, y posee más conocimientos técnicos operativos y de inteligencia que cualquier otro estado, hay que tener en cuenta que el caso de Irán constituye toda una historia diferente.
En 2006, cuando estaba en la oposición, Binyamín Netanyahu dijo: «Esto es 1938 e Irán es Alemania». Ahora su gobierno está creando el clima propicio para un ataque preventivo y lo hace en tres direcciones: preparar a la opinión pública, atemorizar a la teocracia iraní y justificar la acción bélica.
En estas semanas, Israel probó con éxito un sistema de propulsión de misil balístico «Jetz» (Flecha) y Tzáhal realizó maniobras con fuerzas armadas italianas y de la OTAN en Cerdeña que simulaban un bombardeo de largo alcance en condiciones similares a las de un ataque contra Irán.
La prensa israelí filtró la voluntad de Bibi de atacar a aquel país, así como el debate abierto en el Gobierno – no todo el Ejecutivo ni las fuerzas armadas están a favor -, mientras el presidente Shimón Peres aseguró que es probable una operación de Israel y de otros países.
La población israelí está prácticamente dividida entre los partidarios y los detractores de una acción militar contra Irán. Según un sondeo realizado por el Instituto Dialog y publicado por Haaretz, 41% de los israelíes son partidarios del ataque, 39% lo rechazan y 20% no se pronuncia. 52% de ciudadanos confían en Netanyahu y Barak, firmes defensores de la opción militar.
El problema es que durante más de una década, Irán viene preparándose para este día, mediante la fortificación de sus reactores – construidos bajo tierra – y el desarrollo de un denso sistema de defensa aérea que tiene como objetivo dificultarles a los aviones el regresar indemnes de sus misiones.
Por otra parte, la Fuerza Aérea iraní es lo suficientemente grande y calificada como para ocasionarles a nuestros jets no pocos problemas.
El ataque, de ser llevado a cabo, tendrá por fuerza que incluir muchos aviones de combate de todos los modelos que posee la aviación israelí. Según las estimaciones, la probabilidad de que tal infiltración aérea avance sin ser detectada es mínima, y la hipótesis de trabajo que se maneja afirma que un número significativo de aeronaves no podrá retornar a sus bases sin sufrir daños; nuestra preocupación no habrá de ser entonces el secuestro de un soldado en Gaza, sino el cautiverio de diez o más pilotos en Irán.
Esto no quiere decir que la opción militar deba ser eliminada por completo; aunque debería considerársela un último recurso al cual apelar sólo en el momento en que percibamos realmente la presión de la espada contra la garganta. No será una misión sencilla.
Irán ha desarrollado un potencial significativo al norte y sur de Israel pensando precisamente en este momento. Esta vez, el precio a pagar será caro. Ya hemos podido apreciar las consecuencias de un limitado bombardeo con 30 misiles Grad solamente la semana pasada; imaginemos ahora a la Yihad Islámica y Hamás disparando cientos de cohetes por día, con Hezbolá – que desde la Segunda Guerra del Líbano aumentó su arsenal – sumando una considerable potencia de fuego desde el norte. Ese es otro problema que deberá enfrentar Israel.
Y ni siquiera hemos mencionado el incierto beneficio de dicha operación, ya que, según todas las estimaciones, incluso si el ataque a Irán resultara exitoso, obstaculizaría el proyecto sólo por tres o cuatro años.
Irán no es sólo un problema israelí. Los estadounidenses y los europeos temen las armas nucleares de Teherán no menos que nosotros. Más allá de toda la atención que este asunto debería seguir concitando – y podemos afirmar que es eso lo que efectivamente sucede -, nosotros tendríamos que ocuparnos de iniciar un diálogo abierto con el mundo.
Durante el mandato de Meir Dagán como jefe del Mossad, fuentes extranjeras informaron que Israel es capaz de impedir el programa nuclear de Teherán. No hay muchas razones para no creerle a Dagán cuando con todas sus fuerzas intenta detener la próxima aventura.
Fuente: Argentina.co.il
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