Shelby Steele
14 de noviembre de 2011
http://www.hudson-ny.org/2586/palestinian-victimhood-narrative
El siguiente es un extracto de un discurso pronunciado el 22 de septiembre de 2011 en la ciudad de Nueva York, en la conferencia «Los Peligros de la Intolerancia Global: La ONU y Durban III», patrocinado por el Instituto Touro de Derechos Humanos y el Holocausto y el Instituto Hudson.
El conflicto árabe-israelí, no es realmente un conflicto, es una guerra – una guerra de los árabes contra los judíos. En muchos sentidos, este conflicto ha sido un conflicto entre narrativas. Los que apoyamos firmemente a Israel, hemos hecho un pobre trabajo en la formulación de una narrativa que combata contra la historia tejida por la otra parte. Podemos hacerlo mejor.
Las conferencias Durban, la solicitud de reconocimiento de la ONU de una declaración unilateral de una condición de estado palestino, y el ánimo general en Medio Oriente, y otras partes, hacia Israel y hacia los judíos, ¿de qué se tratan en realidad? ¿La conferencia de Durban y la acusación de que Israel es un país racista se tratan realmente sobre reformar al pueblo de Israel y curarlos de su racismo?
Creo que su verdadero interés es situar al pueblo palestino dentro de una narrativa de victimización. Éste es su objetivo ulterior: verse a sí mismos, y que otros los vean, como víctimas del colonialismo, como víctimas de la supremacía blanca.
Presten atención a su lenguaje; es el lenguaje de la opresión colonial. El líder palestino Mahmoud Abbas afirma que los palestinos han estado bajo ocupación durante 63 años. La palabra oprimidos es constante, explotados. En ésto hay una verdad poética; como licencia poética, en una verdad poética, un escritor cambiará las reglas con el fin de ser más eficaz.
Les daré un ejemplo de una verdad poética que viene de mi grupo, los estadounidenses negros. Formulamos las siguientes acusaciones: Estados Unidos es una sociedad profunda e irremediablemente racista. Puede no ser tan visible como lo era antes. Sin embargo, todavía existe estructural y sistémicamente, y aún nos detiene y nos impide alcanzar el sueño americano.
Para contradecir esta afirmación, se puede presentar evidencia para sugerir que el racismo en Estados Unidos hoy es 25° en la lista de los problemas que enfrentan los estadounidenses negros. Se puede narrar una de las grandes historias no contadas de Estados Unidos, a saber, el crecimiento moral y la evolución lejos de ese problema. Esto no quiere decir que el racismo esté completamente extinguido, pero ya no impide el avance hacia adelante de cualquier negro en Estados Unidos. No hay evidencia para sugerir que lo impida. Sin embargo, esta acusación sigue siendo la pieza central de la identidad estadounidense negra – la idea de que somos víctimas de una sociedad fundamental e irremediablemente racista.
Verdades poéticas como ésas son maravillosas, porque ni los hechos ni la razón pueden, nunca, infiltrarse. Los partidarios de Israel estamos en contra de una verdad poética. Seguimos golpeando con todos los hechos. Seguimos golpeando con las obvias lógica y razón. Y somos tan obvia y conspicuamente correctos que asumimos que tendrán un impacto, y nunca lo tienen.
¿Por qué no? Estas narrativas, estas verdades poéticas, son la fuente de su poder. Centrándose en el caso de los palestinos, ¿qué serían si no fueran víctimas de la supremacía blanca? Sólo serían un pobre pueblo de Medio Oriente. Serían retrasados. Estarían detrás de Israel en todos los sentidos. Así que esta narrativa es la fuente de su poder. Es la fuente de su dinero. El dinero viene de todo el mundo. Es la fuente de su autoestima. Sin ellas ¿serían capaces de competir con la sociedad israelí? Tendrían que confrontar, interiormente, una cierta inferioridad con respecto a Israel – como la mayoría de otras naciones árabes, tendrían que confrontar, interiormente, una inferioridad y ser responsables de la misma.
La idea de que Israel es el problema, que el problema son los judíos, protege a los palestinos de tener que confrontar esa inferioridad, hacer algo al respecto o superarla. La idea entre los palestinos de que son víctimas, les significa más que cualquier otra cosa. Es todo. Es la pieza central de su misma identidad, y es la forma en que se definen como seres humanos en el mundo. No es una nimiedad. Nuestros hechos y nuestra razón no penetrarán fácilmente esa definición ni harán ningún progreso.
La pregunta es, ¿cómo se vinieron con una verdad poética, basada en tal serie de obvias falsedades? Una razón por la que se salieron con la suya en Medio Oriente, es que el mundo occidental carece de autoridad moral para llamarles la atención. El mundo occidental no ha dicho «vuestro verdadero problema es de inferioridad. Vuestro verdadero problema es el subdesarrollo». Eso no ha sido dicho, ni jamás será dicho – porque el mundo occidental fue una vez colonial, fue una vez racista, practicó la supremacía blanca, y está tan avergonzado de sí mismo y tan vulnerable a esas acusaciones, que no va a decir una palabra. No va a decir lo que realmente piensa y siente acerca de lo que es tan obvio en relación a las circunstancias entre los palestinos. Así que la verdad poética de la que viven los palestinos, continúa.
Los medios de comunicación internacionales también sienten que no tienen la autoridad moral para informar lo que ven. Por el contrario, alimentan esta verdad poética y le dan una especie de seriedad que, de otra manera, nunca tendría.
Por lo tanto, tenemos que desarrollar una narrativa que no sea poética, pero literal y que esté basada en la verdad. ¿Qué aspecto tendría tal narrativa?
Comenzaría con la presunción de que el problema de Medio Oriente no es la supremacía blanca, sino el final de la supremacía blanca. Después de la Segunda Guerra Mundial, los Imperios comenzaron a contraerse, Gran Bretaña se fue a su casa, Francia se fue a su casa, y el mundo árabe quedó casi abandonado, y en un estado de mucha mayor libertad que la que jamás habían conocido antes.
La libertad es, sin embargo, una cosa arriesgada para experimentar. Cuando se ingresa a la libertad, uno se ve a sí mismo con mayor precisión en el mundo. Ésto no es exclusivo de Medio Oriente. Ésta fue también la experiencia del negro estadounidense, cuando fue aprobada, en 1964, la ley de Derechos Civiles e ingresamos a una mucha mayor libertad. Si se era un portero en 1963 y se seguía siendo un portero en 1965, se tenían todas estas libertades, que eran apoyadas por el imperio de la ley, entonces la experiencia real de la libertad es una de humillación y de vergüenza. Se veía hasta dónde había que ir, cuán lejos del pasado se está, cuán poco capital social se tiene con el que luchar hacia adelante. Incluso en la libertad se ve que es probable estar detrás durante un largo tiempo. A la luz de su incapacidad para competir y de su subdesarrollo, la libertad se convierte en algo que es muy probable que vaya a odiar – porque conlleva esta humillación.
En ese momento, los grupos anteriormente oprimidos, desarrollan lo que llamo mala fe. Mala fe es cuando se entra en la libertad, se está humillado y se dice: «Vaya, la verdad es que no soy libre. El racismo todavía existe. El sionismo es mi problema. El Estado de Israel es mi problema. Es por eso que estoy tan detrás y es por eso que no puedo salir adelante».
Se desarrolla una cultura basada en la mala fe, en la que se insiste en que se es menos libre de lo que realmente se es. El extremismo islámico es el contundente ejemplo de este fenómeno. «Tengo que ir a la jihad, porque estoy luchando por mi libertad». Bueno, ya se tiene libertad. Se podría quedar en casa y estudiar. Se podría hacer algo constructivo. Pero «No, no puedo hacer eso porque eso me hace sentir mal conmigo mismo». Así que vivo en un mundo de extremismo y dictadores.
Esto no es exclusivo de Medio Oriente. En el Estados Unidos negro, tuvimos exactamente la misma cosa. Después que obtuvimos la ley de derechos civiles y este mayor grado de libertad, entonces, de repente, oímos las palabras «poder negro». Entonces, de repente, tuvimos las Panteras Negras. Entonces tuvimos esta militancia, éste tomar las armas, porque nos sentíamos mal con nosotros mismos. Nos sentíamos incompetentes y eso se convirtió en nuestra compensación. Es un patrón común entre los grupos que se sienten abandonados cuando quedan libres.
Ésta es la verdadera historia de los palestinos y de Medio Oriente. Nunca serán alcanzados por la razón hasta que, de alguna manera, sean capaces de ir más allá de la mala fe, de ir más allá de este tipo de verdad poética de que son víctimas permanentes de una agresiva y racista nación israelí.
Desafiar su narrativa con esta explicación, nos permitirá ser más eficaces. Hasta ahora, hemos utilizado constantemente los hechos y la razón y no hemos progresado.
Durban es un ejemplo perfecto de mala fe, porque Durban es la manera de decir que los israelíes son racistas y que son nuestro problema. Durban es, en realidad, una manera de decir que no soy libre. Sigo siendo una víctima. Ese es el verdadero propósito de Durban. El pedido unilateral palestino para el reconocimiento de la ONU es, también, un ejemplo perfecto de mala fe. Si los palestinos hacen una petición al Consejo de Seguridad, que muy probablemente será rechazada, responderán diciendo: «Te dije que somos víctimas Te dije que Occidente es racista». Y así sucesivamente. Refuerza la misma triste identidad.
La ironía y la tragedia de todo esto, es que mantiene a estos grupos en una burbuja donde nunca encuentran o tratan con la verdad. Esto se convierte en una segunda opresión para todos estos grupos. Han sido oprimidos una vez, ahora son libres y, sin embargo, crean una verdad poética que entonces los oprime de nuevo.
¿Cómo se tendrá buena fe, si se es criado con el cuento que la sociedad, con la que se está tratando de competir, está contra uno, es racista? Siempre son los palestinos los que sufren y seguirán sufriendo, porque toda su energía se consume eludiendo su situación, en lugar de desafiarla y enfrentarla.
La fuerza de nuestro argumento es que les da a los palestinos una salida. El desarrollo es la salida. Occidente puede ayudar a competir. Podría tomar un tiempito. Pero la alternativa es un ciclo de violencia, odio y verdades poéticas acerca de constante victimismo.
El patrón de mala fe, en algunos lugares, llega a adoptar una especie de ética de la muerte. Como Osama bin Laden declaró: En occidente, se le tiene miedo a la muerte, pero nosotros amamos la muerte. ¿Por qué amar a la muerte? Si se tiene miedo de la muerte, entonces uno se agranda; de pronto se es un hombre grande. No se es un pequeño inferior, recientemente liberado. En cambio, se es alguien que maneja, que conquista su mundo, que tiene poder. Porque el terrorismo es el poder, el poder de las armas. Esta verdad poética conduce a una terrible e inconcebible fascinación con la muerte y la violencia y las armas y las bombas. Consume una parte entera del mundo cada día – en lugar de las cosas aburridas que la buena fe requiere, como ir a la escuela, criar a los hijos, inventar software, por ejemplo, hacer dinero.
Ésta es la forma en que la narrativa debe ser contada.
Shelby Steele, Miembro Senior de Robert J. y Marion E. Oster, Instituto Hoover, miembro del Grupo de Trabajo sobre Islamismo y el Orden Internacional.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión: www.porisrael.org
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