Jeffrey Goldberg
29/11/2011
No se puede negar la valentía de la juventud de Túnez, Egipto, Siria y Libia. No es gas lacrimógeno con lo que tuvieron que enfrentarse. Tampoco puede negarse el idealismo de la Primavera Árabe. Los pueblos de Medio Oriente, finalmente, se están despertando a la promesa de libertad.
Hay otra verdad, sin embargo, que no debería negarse. El deseo de los árabes de ser libres de sus maliciosos y despiadados dictadores, a veces se expresa en términos grotescamente anti judíos.
En la superficie, ésto no tiene sentido: los árabes se alzan contra árabes, así que ¿qué tiene ésto que ver con los «Protocolos de los Sabios de Sión»? En Medio Oriente ha habido una tendencia a culpar, por la miseria general de la vida, a la mano oculta y malévola de Israel, o más generalmente – y más perjudicialmente – a «los judíos», pero el enfoque de la Primavera Árabe, en un principio, parecía radicalmente diferente. Tunecinos, egipcios, sirios y libios estaban involucrados en manifestaciones contra las causas reales de su miseria cotidiana, en lugar de en contra de Israel. En la plaza Tahrir, en los primeros días de la revolución, Israel pareció una ocurrencia tardía.
Pero ahora, en El Cairo, y en todo el Medio Oriente árabe, Israel y los judíos están sirviendo, una vez más, como cucos universales. Alguna vez los dictadores usaron el antisemitismo para desviar la atención de sus ciudadanos fuera de sus propios problemas. Ahora, las más ridículas expresiones de teorías conspirativas, parecen surgir orgánicamente.
Esta verdad no se ajusta a la descripción, generalmente aceptada, de la Primavera Árabe, pero ignorándola no se la hará desaparecer.
´No Hay Lugar’
Libia es un ejemplo interesante. Su difunto y no lamentado dictador, Muammar Gadafi, fue un terrible antisemita, y a menudo alegaba por la eliminación de Israel. Al comienzo de su reinado, expulsó a varios miles de judíos (miembros de una comunidad que precedía en cientos de años a la conquista musulmana de Libia). Su régimen confiscó propiedades judías, convirtió sinagogas en mezquitas y arrasó cementerios judíos. Y, sin embargo, algunos de los revolucionarios que lo derrocaron, fomentaron la acusación de que era, por lo menos, medio judío, y que su régimen operaba en nombre del sionismo.
Cuando un judío libio en el exilio regresó a Trípoli, a principios de este año, casi fue linchado por una turba que rodeaba a la cerrada sinagoga que esperaba restaurar. «No hay lugar para los judíos en Libia», se leía en los carteles de los manifestantes. En Forward, Andrew Engel, quien recientemente visitó Libia y descubrió allí un endémico antisemitismo, describió una canción de rap popular que decía, «La ira no morirá, el que morirá es Gadafi, sus partidarios y los judíos».
El gobernante sirio, Bashar al-Assad, también es completamente hostil a Israel y a los judíos. Apoya a Hezbollah y a Hamas, cada uno de los cuales busca la eliminación física del pueblo judío. Y, sin embargo, la oposición siria considera beneficioso difundir la mentira de que Assad es un agente judío.
De acuerdo con una traducción publicada por el Middle East Media Research Institute, el escritor sirio Osama Al-Malouhi escribió recientemente, en un sitio web de la oposición, que los judíos «quieren que el chupador de sangre siria permanezca y continúe explotando y chupando sangre. No sólo quieren su seguridad, sino también quieren disfrutar de la vista de la sangre siria siendo derramada». Continuó, «Al preguntarme por qué aumentó el apoyo judío a Bashar, después que vieron los ríos de sangre siria que este asesino de masas vertió en las ciudades sirias, una vieja imagen saltó a mi mente, la de judíos sangrado personas y usando su sangre para preparar matzas. La lógica no lo acepta, pero los hechos lo demuestran».
Incluso en Túnez, que es comúnmente considerado como el más moderado de los estados árabes, el líder del poderoso, y supuestamente razonable, partido islamista, Ennahdha, declaró recientemente que trae «buenas nuevas de que la región árabe se librará del germen de Israel», de acuerdo con Martin Kramer, experto en Medio Oriente.
‘Traiciona, Conspira, Extorsiona’
El Cairo está lleno de anti-semitismo. En mi última visita, me reuní con líderes de partidos supuestamente liberales, que estaban convencidos de que los judíos estaban conspirando para provocar el colapso de la economía egipcia (algo que los gobernantes militares de Egipto están logrando por sí mismos). Uno me sugirió que George Soros, Benjamin Netanyahu y un tal «Dr. Rothschild», estaban trabajando conjuntamente para comprarle a Egipto el Canal de Suez.
Un periodista de la BBC, llamado Thomas Dinham, recientemente escribió acerca de su propio encuentro con el antisemitismo en El Cairo. Dinham, que no es ni israelí ni judío, contó sobre un enfrentamiento potencialmente peligroso: «Alguien me empujó por la espalda, con tal fuerza, que casi me caigo. Al darme vuelta, me encontré rodeado por cinco hombres, uno de los cuales trató de darme un puñetazo en la cara. Paré el ataque señalando lo vergonzoso que era para un musulmán asaltar a un invitado en su país, especialmente durante el Ramadán». Continuó, «Quedé horrorizado por la disculpa ofrecida por uno de mis agresores. ‘Lo siento’ dijo compungido, tendiendo su mano, ‘pensamos que usted era judío».
Expresiones de antisemitismo son comunes, incluso en las partes más elevadas de la política egipcia. El candidato presidencial Tawfiq Okasha, hablando en el canal de televisión del que es dueño, dijo recientemente: «No todos los judíos en el mundo son malos. Me pueden preguntar: Tawfiq, ¿cuál es la proporción? La proporción es 60-40. El sesenta por ciento son malos en diversos grados, hasta llegar a niveles que las palabras no pueden describir, mientras que el 40 por ciento no son malos». Señaló que el Presidente francés, Nicolas Sarkozy, es «uno de esos judíos que adhieren a la ideología sionista, que es una de las peores ideologías».
Okasha admitió que, aunque incluso entre el 40 por ciento de los judíos no malos sólo hay uno en un millón que está libre de culpa, es posible «convivir» con este tipo de judío, porque «no traiciona, conspira, extorsiona o ve a los demás como gentiles».
En El Cairo, hoy en día, esto podría contarse como una idea progresista.
La primavera árabe debería liberar a las personas, no sólo de los gobernantes opresores, sino también de las pautas de creencia auto-destructivas y delirantes. El antisemitismo, el «socialismo de los tontos», no sólo amenaza el tratado la paz entre Israel y Egipto y deshumaniza a los judíos. También socava la racionalidad. Evita que sus seguidores vean el mundo tal como es – y sólo será un impedimento para el cambio real en el mundo árabe.
Jeffrey Goldberg es columnista de Bloomberg View y un corresponsal nacional para el Atlantic. Las opiniones expresadas son suyas.
Jeffrey Goldberg, un corresponsal nacional para el Atlantic, es el autor de «Prisioneros: Una Historia de Amistad y Terror». Anteriormente fue corresponsal en Washington y un corresponsal en Medio Oriente para el New Yorker.
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Difusión: www.porisrael.org
Lo que se les inculcó durante más de 60 años no es tan fácil de revertir. Eso, sin hablar de lo que dijo Mahoma. Por otra parte, los Hermanos Musulmanes son cercanos a Hamás, que bien sabemos lo que es.