Julián Schvindlerman
Comunidades – 4/1/12
Durante la nochebuena pasada, dos iglesias fueron atacadas en Nigeria por una agrupación fanática musulmana llamada Boko Haram (que significa “la educación no-islámica es pecado”) y provocó la muerte a cerca de cuarenta feligreses cristianos. Al día siguiente, desde Roma, el Papa dio su tradicional mensaje de Navidad Urbi et Orbi sin mencionar esos atentados salvajes.
Benedicto XVI pidió por “el auxilio divino” para los pueblos del Cuerno de África, deseó que se concediese “consuelo” a la población del sureste asiático “especialmente de Tailandia y Filipinas”, instó a la “reanudación del diálogo entre israelíes y palestinos”, bregó por el fin de la violencia en Siria “donde ya se ha derramado tanta sangre”, rezó por “la plena reconciliación y la estabilidad” en Irak y Afganistán, se esperanzó con “las perspectivas de diálogo y colaboración en Myanmar”, clamó por la “estabilidad política en los países de la región africana de los Grandes Lagos” y pidió por “los derechos de todos los ciudadanos” de Sudán del Sur. Sobre las atrocidades acaecidas en Nigeria apenas unas horas antes, nada. De hecho, la única referencia a la situación de toda la cristiandad en la zona fue expresada con típica ambigüedad, cuando llamó a dar “un renovado vigor a la construcción del bien común en todos los sectores de la sociedad en los países del norte de África y Oriente Medio”.
La sala de prensa vaticana explicó que el discurso del Sumo Pontífice había sido preparado con anterioridad a los atentados y emitió un comunicado en el cual condenaba el “odio ciego, crueldad y absurdo” de tales ataques. Aún cuando el discurso papal ya estuviera redactado, es extraño que no se hubiera podido agregar una breve mención a tan graves acontecimientos en un momento tan solemne. Después de todo, Benedicto XVI finalizó su mensaje navideño saludando en sesenta y cinco idiomas diferentes a la grey católica global. ¿No podía haber habido lugar para una expresión de condena pontificia a los atentados contra iglesias en Nigeria en el momento de mayor atención del catolicismo mundial sobre Roma? Un comunicado de prensa oficial carece del peso de un pronunciamiento papal y seguramente atento a ello el Sumo Pontífice refirió al hecho al día siguiente, en ocasión de su Ángelus.
“He recibido con profunda tristeza la noticia de los atentados que, nuevamente este año en el día del nacimiento de Jesús, llevaron el luto y el dolor a algunas iglesias de Nigeria” dijo el Papa. “En este momento”, agregó, “quiero repetir una vez más con fuerza: la violencia es un camino que conduce sólo al dolor, a la destrucción y a la muerte; el respeto, la reconciliación y el amor son el camino para alcanzar la paz”. Que esto haya sido manifestado en respuesta a un acto de terrorismo islámico que cegó la vida de docenas de cristianos es ilustrativo de lo que puede pasar como una condena enérgica en círculos vaticanos. Es testimonio, también, de la timidez con la que la Santa Sede ha abrazado la defensa de sus feligreses bajo amenaza en Dar al-Islam.
Donde sea que se mire en la vasta expansión del dominio musulmán, el panorama para los cristianos es desalentador. Las minorías católicas en Egipto, Irak, Irán, Pakistán, Arabia Saudita y Cisjordania y Gaza, entre otros lugares, padecen la discriminación y el desprecio en el mejor de los casos, y el acoso y la muerte en el peor. En un clima de creciente hostigamiento, muchos cristianos optaron por partir. Desde principios del siglo XX a comienzos del siglo XXI el porcentaje de cristianos sobre el total de la población cayó en Turquía del 32% al 0.2%, en Irán del 15% al 2%, en Siria del 40% al 10%, en Irak del 35% al 5% y en Tierra Santa del 20% al 2%.
Ante lo cual uno esperaría oír incesantes protestas vaticanas y reclamos persistentes ante las autoridades musulmanas por el bienestar de su feligresía. Desafortunadamente, las denuncias pontificias han sido mayormente tenues y ocasionales, casi diseñadas para no tener el menor impacto en la realidad. Benedicto XVI tuvo su momento de valentía personal cuando llamó la atención, años atrás en Ratisbona, al peligro del Islam radical. Pero las violentas reacciones musulmanas y las patéticas lamentaciones occidentales que se sucedieron motivaron un cambio en la actitud del Papa. Abandonado por unos y castigado por otros, el Sumo Pontífice desistió de su osadía y adoptó una actitud apaciguadora más en sintonía con la praxis diplomática de la Santa Sede. Los recientes atentados en Nigeria, última expresión de un largo historial de intolerancia anticristiana regional, prueban que esta política de apaciguamiento no ha dado frutos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Papado falló en defender públicamente a los judíos europeos sentenciados a un genocidio progresivo en manos de los nazis. Esa fue su gran falencia moral del siglo pasado. Conforme ha observado Giulio Meotti de Il Foglio, su actual sumisión al Islam político y su timidez en defender al catolicismo mesooriental van camino de convertirse en su gran fracaso moral del nuevo siglo.
«»El Islam deconstruido«»
http://www.vimeo.com/24162406
http://www.vimeo.com/24163670
Cuando nosotros vamos ellos ya han vuelto.
Shalom VeJésed!!