Quienes sean los que envían a los asesinos, entienden que – todo sistema dañado o, incluso, destruido- puede ser rehabilitado si se encuentra
a las personas correctas para revivirlo.
Amir Oren
12.01.2012
En la tradición judía se dice que el mundo se apoya sobre tres fundamentos. Los proyectos nucleares tienen, también, tres fundamentos:
* material nuclear,
* equipamiento y
* mano de obra.
Un arma nuclear requiere de suficiente cantidad y calidad de uranio o plutonio, instalaciones de enriquecimiento del material y los medios para entregarlo a sus objetivos (bombas y aviones), ojivas y misiles y, a nivel táctico, proyectiles y minas terrestres. Además, necesita científicos, ingenieros y operadores; personas para apretar el botón y para construir lo que vuele cuando – ese botón o interruptor- sea disparado. Incluso los más fervientes musulmanes shiítas, que creen en Allah y sus tres profetas, tendrán un momento difícil al considerar que, la mera casualidad, es el motivo por el cual, la gente en la industria nuclear de Irán estalla. Y es, con precisión, esa gente (y no otros) quienes, casi cada dos meses, encuentran la muerte.
El involucramiento humano es el objetivo de las sospechas iraníes y, cuando se trata de toda carga explosiva entregada por un motociclista, como si fuera un repartidor de pizza, los iraníes señalan a un culpable: Israel. Y no es porque, el supuesto gánster israelí, Yaakov Alperon, vio su destino de manera similar en una calle de Tel Aviv.
Este martes, los comentarios, por parte del Jefe del Staff de las FDI, Benny Gantz, sobre los incidentes “poco naturales” iraníes reforzaban la conjetura acerca de alguna clase de complot. Pero, en la práctica, no importa si esa sospecha es correcta, medio correcta o, incluso, menos que eso. No importa si los asesinatos son “Made in Israel” o la labor de desconocidos agresores que solo comparten un enemigo común con Israel bajo la forma de un régimen islámico fanático en Teherán. La ambigüedad es la hermana del equívoco en relación a la presunta capacidad nuclear israelí. Sirve al siguiente propósito: la suposición que, Israel, conoce quién es activo en el proyecto nuclear de Irán, sabe dónde y cuándo hallarlos y cómo eliminarlos de la comunidad de científicos. En otras palabras: todo científico nuclear iraní sabrá que está en la mira.
Infiltrarse dentro del corazón del capital iraní o en las ciudades periféricas, o controlar – a distancia- las autopistas cerca de las instalaciones de seguridad; asesinatos, partidas de este mundo sin dejar evidencia de quién llevó a cabo el acto- todo refleja un enfoque sistemático y profesional. Es verdad: esas cualidades no caracterizaron, dos años atrás, el asesinato de Mahmoud al-Mahbouh que, la policía de Dubai atribuyó al Mossad, pero dos años antes hubo un operativo de asesinato mucho más exitoso en Damasco, contra Imad Mughniyeh, de manera que, el equilibrio de las sospechas, permanece intacto.
La campaña de Occidente, bajo el liderazgo americano, contra el programa nuclear iraní no es una guerra por opción. En su ausencia, las tensiones en Medio Oriente se intensificarían hasta un nivel intolerable. A juzgar por los estruendosos resultados, es una guerra muy selectiva, con cuidados objetivos seleccionados que no son símbolos del régimen, ni siquiera de teólogos, diplomáticos, o militares que tomen decisiones ni de aquellos que tienen inmunidad. Podría ser que esos estén bien protegidos pero, parece, que ningún esfuerzo se invirtió en ellos. La razón podría ser el instinto de supervivencia de ministros y comandantes militares en las capitales occidentales que temen la represalia iraní por el asesinato de figuras destacadas. Eso podría ser más sofisticado que el espionaje antes del complot de asesinato del embajador saudí en Washington; caso amateur que fue descubierto por la inteligencia de los informantes. Pero, además, involucra el juicio sobre la limitación del alcance de la campaña.
Limitar los asesinatos de científicos nucleares transmite, en Irán, un doble mensaje. Primero, quien sea que está enviando a los asesinos no se resignará a un Irán militar nuclear. Están determinados en dañar el programa nuclear en todos sus aspectos.
Quien esté enviando a los asesinos comprende que, todo sistema que esté dañado o, incluso, destruido puede ser rehabilitado si se encuentran las personas idóneas para revivirlo. Esas personas (que están siendo atacados y detonados), podrían figurar en el banco de objetivos de Occidente, luego de un ataque a las instalaciones nucleares de Irán, si alguno fuera llevado a cabo para evitar los esfuerzos de restaurar el programa. Occidente impediría la reconstrucción de lo que podría permanecer, por años, en ruinas.
Segundo, eso no es un amplio ataque al régimen iraní, solo a su arma nuclear. Los líderes de Irán deben decidir, a pequeña escala y más, luego de un ataque, si responder con una embestida de precisión, que abriría una guerra más amplia.
Si Occidente fuera a atacar a Irán a lo largo de todo el frente, la respuesta tendría que ser mayor. Por otra parte, si el blanco fuese solo a las instalaciones nucleares, dejaría muchos activos en manos iraníes, que podrían perderse en la represalia (incluyendo instalaciones petroleras, bases de la Guardia Revolucionaria y sobre todo el régimen mismo y su liderazgo).
Por tanto, con su muerte este miércoles, Mostafa Ahmadi Roshan llevó a sus líderes a hacer un auto-examen de conciencia. Los ciclistas, que llevaban explosivos eran mensajeros. Además de entregar la sentencia a científicos nucleares, enviaban un mensaje a las autoridades en Teherán.
CIDIPAL
Difusion: www.porisrael.org
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